Estamos en plena mitad de temporada de la NFL y para muchos es momento de comenzar a señalar a los equipos con más posibilidades de llegar a los playoffs y con verdaderos argumentos para alcanzar el Super Bowl. La mayoría sé que se inclinará por los Jefes de Kansas City, y ciertamente es una elección acertada, pues no en vano es el único conjunto invicto en la campaña con marca de 8-0 y durante la temporada se las ha arreglado para ganar; sin embargo esta vez difiero de esa mayoría y mi voto es para los Leones de Detroit como el escuadrón más sólido y que, en mi opinión, es el indicado para llegar lo más lejos posible de la NFC y por qué no, romper ese maleficio sobre la franquicia de ser de los pocos equipos que jamás ha llegado al juego más grande de la NFL.
Es cierto, Kansas City es el actual campeón, se saca las victorias de su chistera, y con mucho mérito de reconocerse, pero la solidez, el embate, el ritmo y la enjundia con que están jugando los Leones demuestra que es un equipo más maduro y, sobre todo, más enfocado. Diríamos que esa manera de jugar se percibe, se siente su atención en un sólo objetivo: llegar al Super Bowl.
Es verdad que esa mentalidad se la deben a su enérgico coach Dan Campbell, quien ha logrado mantener la cohesión y la fuerza mental de todo su plantel, no obstante, creo que quizá la pieza intelectual más importante es el coordinador ofensivo, Ben Johnson, quien ya desde hace dos años dejaba ver su estilo agresivo, vertical, y hasta espectacular.
Sí, los Leones son un equipo que no sólo gana, también gusta su juego y, sobre todo, se ve su disfrute del mismo. Johnson ha creado una máquina ofensiva bien coordinada que saca el mejor provecho de un hombre que sigue enojado, Jared Goff, su mariscal de campo, y quien, a pesar de ya haber demostrado su valía en la Liga, él tiene otra deuda personal: callar la boca de los que no creyeron en él.
La dupla Johnson-Goff ha sido vital para el éxito de Detroit, y muy seguramente lo será el resto de la campaña. No suena descabellado que desde este momento imaginemos que los Leones recibirán toda la postemporada en casa, y a pesar de que Washington y Minnesota también levantan la mano por el derecho de la localía en la postemporada, son los Leones los que seguramente la obtendrán, y de ser así, muchos años y toda una vida de frustraciones podrían llegar a su fin con una aparición en el Super Bowl 59.
LA GRAN DECEPCIÓN
Sin duda alguna son los Vaqueros de Dallas, nadie, nadie, ni siquiera sus más acérrimos detractores imaginaron un caída tan estrepitosa de un equipo de elite. Hoy se han vuelto un hazme reír, un chiste, una caricatura de la que todos se mofan y ven la debacle excepto su dueño, Jerry Jones.
Incomprensible son sus palabras cuando señala que no hay alarma ni focos rojos en la organización. La verdad es que todos saben que acabando esta temporada, misma que ya se les ha escapado como agua, habrá una limpia total del staff de coacheo.
Muchos se preguntan por qué no ha despedido a Mike McCarthy, el entrenador; sin embargo parecen desconocer que ese nunca ha sido un sello o estilo de Jones: Nunca despide a un entrenador a media temporada.
No obstante, quién podría negar que tanto él como su hijo Stephen Jones, ya están en busca y hasta en pláticas con un sucesor en el puesto de coach para tomar el mando. Los rumores apuntan hacia Bill Belichick, y más de uno de los seguidores suspirará con esa idea, pues si algo le hace falta a los Vaqueros es orden y una disciplina de verdad.
Belichick no se ha retirado, ni siquiera lo ha insinuado; por el contrario ha dicho que le gustaría volver a dirigir un equipo; después de todo su salida de Nueva Inglaterra no fue como él lo hubiera pensado.
La temporada para los Vaqueros se ha ido, y aunque algunos dentro y fuera del equipo claman por una remontada espectacular, lo cierto es que quizá este domingo próximo las Águilas podrían dar la puntilla al escuadrón de la Estrella Solitaria y a domicilio en Dallas. Es un posibilidad muy real.
Quizá Dallas gané dos o tres juegos más, pero sólo eso. McCarthy seguirá en la banda lateral por el resto de la campaña, aunque él y todo el mundo sabe que esto ya es un mero trámite: está más que fuera de la organización. Solamente terminará su contrato y se irá calladamente al final de la campaña.
En otras latitudes, muy acertada fue la decisión de la directiva de Nueva Orleans al cesar a Dennis Allen, quien poco y nada hizo por los Santos tras la salida de Sean Payton hace un par de años. La realidad es que la elección de Allen jamás fue lo más adecuado para un equipo acostumbrado a una imagen ofensiva con Payton como entrenador.
Allen es de tendencia netamente defensiva, y esa carencia de empuje al ataque se notó cuando su equipo fue incapaz de sacar provecho de un buen repertorio de armas como el corredor Alvin Kamara o el quarterback Derek Carr.
Al igual que la gerencia de Dallas, en Nueva Orleans saben que la temporada se acabó hace una semanas, por lo que no es de dudar que el próximo entrenador de los Santos sea un coach de perfil netamente de ataque.
Y para terminar, ni que agregar al desastre que son los Raiders que, desde que se mudaron a Las Vegas, son más como un souvenir que un equipo de respeto.
Despidieron a su coordinador ofensivo Luke Getsy y a sus entrenadores de línea ofensiva y de mariscales de campo. Todos estaban en su primer año con el equipo.
Tal decisión nos deja ver que el equipo está hecho un desastre, pues cesar a asistentes en su primer año, cuando aún tratan de establecer su esquema, es una sinrazón. Se requiere de tiempo para lograr resultados, pero aquí quizá el gran responsable es el coach Antonio Pierce, quien fue el único responsable de llevar a esos tipos a su staff y luego echarlos.
Al igual que ellos, Pierce tampoco es la solución, y también al igual que ellos, seguramente saldrá al final de la campaña.
POSDATA: DE PENA AJENA
Y ya para despedirnos, y aunque sucedió hace una semana, no podemos dejar de lado la vergüenza que significó el comportamiento de Anthony Richardson, el flamante quarterback de Indianápolis y proyectado como el futuro de la organización.
Su petición de salir de campo porque estaba cansado no tiene cabida en ningún deporte, y menos en la posición que juega él, la de mariscal de campo, la de líder y cara de un equipo.
Aunque la directiva y el coach Shane Steichen se empeñen en argumentar que mandarlo a la banca fue una decisión estratégica, sabemos que no es así, y ante lo poco que ha demostrado este chico en sus dos años, lo más seguro es que desfile al terminar la temporada.