Opinión

Entender el presente

Con enorme frecuencia, en los últimos tiempos la realidad y mis expectativas se muestran distintas y, en no pocos casos, francamente contrapuestas, haciendo cada vez más difícil comprender lo que sucede a mi alrededor. No me refiero a temas o asuntos personales, sino a cuestiones generales que inciden en un gran número de personas o en la sociedad entera. Incluso, muchos de estos asuntos trascienden fronteras, pues no tienen tanto que ver con países o culturas, sino con la sociedad en su conjunto. Encuentro, sin embargo, que no soy el único y que quienes enfrentamos la falta de entendimiento sobre el presente por la incompatibilidad entre realidad y expectativas somos muchos. El saber que frente a una situación de tanta complejidad se cuenta con la compañía de otros más diluye la sensación de ser un bicho raro, pero en el fondo no explica la confusión ni mucho menos resuelve el dilema.

En los momentos en los que escribo estas líneas, Estados Unidos, el todavía país más poderoso del mundo y sinónimo del imperialismo moderno, se debate en una elección en la que uno de los candidatos ha planteado que, en caso de llegar al poder, implementará acciones que cualquier libro de ideologías políticas calificaría como fascistas. Sin todavía conocer el resultado de la votación y si contará o no con los votos necesarios del Colegio Electoral para regresar al poder, prácticamente todos los analistas políticos y medios de comunicación de aquel país señalan que la elección se encuentra empatada y que las posibilidades de un triunfo de Donald Trump son de la misma proporción que las de Kamala Harris. De forma poco comprensible por el tono de su campaña y de sus propuestas, una parte importante del voto con el que Trump contaría es el de los afroamericanos y los latinos.

Kamala Harris y Donald Trump en el debate vicepresidencial de 2020
Donald Trump y Kamala Harris / X Donald Trump y Kamala Harris / X (La Crónica de Hoy)

Unos minutos después de las 5 de la tarde, el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó desestimar las acciones de inconstitucionalidad presentadas en contra de la reforma constitucional que vulneró la fuerza e independencia del Poder Judicial, al establecer que jueces, magistrados y ministros deberán de ser electos mediante criterios políticos a través de mecanismos electorales-populares y no por mérito de experiencia y conocimiento. Días antes, mediante sendas cartas de renuncia a la posibilidad de someterse a una designación de esta naturaleza, 8 de los 11 ministros dejaron clara su opinión respecto de la reforma: se trata de una vulneración a la esencia del Poder Judicial que politizará la impartición de justicia. Sin embargo, el ministro Pérez Dayán, uno de los 8 firmantes, consideró conveniente apoyar el sobreseimiento de las acciones presentadas y, de esta manera, no entrar al fondo de la discusión sobre la validez de distintos conceptos de la ya mencionada reforma.

En Argentina, el ícono mundial del libertarismo decide recortar el presupuesto para las universidades públicas y quienes aplauden a rabiar esta determinación son comerciantes, empleados y obreros de clases media-baja y baja que saben que la educación superior es el mejor mecanismo para que sus hijos puedan superarse. En las redes sociales se sanciona cualquier comportamiento políticamente incorrecto, pero en territorios en los que abunda la pobreza y la violencia reboza, el silencio inunda las calles y la indignación no encuentra un sitio dónde gritar y para decir ¡basta! Por normalización de lo abominable o hipocresía frente a lo que me beneficia, la mayoría de las personas callan de dientes para afuera, mientras de forma soterrada y discreta mascullan su inconformidad al tiempo que continúan andando sobre un camino que de antemano saben equivocado.

El presente es el que describo y la mayoría de quienes lo tratamos de entender no lo estamos logrando. Allí en la incongruencia de donde la realidad y las expectativas chocan y se repelen, nos encontramos los confundidos. El mundo ha cambiado demasiado y pocas cosas son lo que los abuelos y nuestros maestros nos enseñaron que tenía que ser. Debemos hacer un alto en nuestro andar para replantearnos el presente y tratar de comprender lo que sucede, cuando menos, con la sociedad y la política. O nos detenemos a entender nuestro presente, o el camino sobre el que avanzamos nos llevará a un destino al que nos arrepentiremos de arribar.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

X: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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