Más allá de un tema de mejora en el ingreso y de oportunidades, la propuesta de reducir la brecha salarial entre los países del Tratado Trilateral y que aún no ha sido tratado de manera formal, es un tema estrictamente de competitividad, responde a un tema de incentivos, tal como lo señaló: “si podemos elevar los estándares laborales en México, hay un menor incentivo para que las empresas se muevan allí por los salarios extremadamente bajos”.
Poniendo el dedo en la llaga en un tema que ha sido muy discutido pero no resuelto, al menos en el caso de nuestro país, convergen visiones económicas y sociales distintas, que también se ha tocado los temores de parte de los fundamentalistas económicos, aquellos que señalan que la sola idea de aumentar nuestros ingresos es inflacionario y por ende generaría una serie de efectos en nuestra economía, por ejemplo en contra de los que menos tienen. La discusión está latente.
Pero esto amerita por parte de quienes se encuentran negociando los términos del tratado un análisis detallado, que procure ser integral, que analice pros y contras de la medida en México velando por los intereses mayores de la gente, que al final es razón primaria de cualquier gobierno.
Recordemos que en realidad han sido los sindicatos tanto de Estados Unidos y Canadá quienes han impulsado la idea de una homologación salarial, apoyada por congresistas en los Estados Unidos de Norteamérica y respaldada por algunas voces en nuestro país. Cada vez son más las voces que se suman a esta propuesta porque conlleva la aceptación de la desigualdad en los salarios en México.
También se debe señalar que la propuesta parte de la diferencia en los salarios de hasta 6 veces, en particular en el sector manufacturero entre los países del Tratado, pero insisto, el motivo detrás de la propuesta es la competencia entre las naciones y no propiamente un sentido de igualdad.
Sin embargo, en México antes de atender un tema tan relevante, es preciso revisar y darle solución a otros asuntos que están vinculados a lo salarial como es el caso del sector informal de nuestra economía, ya que la cifra actual asciende a 29.4 millones de mexicanos en la informalidad, por 22.7 millones formales, y en caso de no ser tomados en cuenta estaríamos ampliando nuestra propia desigualdad.