Hace ocho años, la esposa del mexicano Roberto Beristain votó por Donald Trump. Desde su restaurante, el matrimonio animaba a otros hispanos (con derecho a votar) a hacerlo por el magnate republicano que prometía un muro en la frontera para que los “criminales” no siguieran entrando a Estados Unidos a “robar” sus trabajo, “violar” a sus mujeres y “envenenar la sangre” de sus hijos. Aunque él era un indocumentado, no se daba por aludido, pensando que, al llevar veinte años viviendo en EU y estar casado con una ciudadana estadunidense, no le iba a pasar nada.
Cinco meses después de las elecciones de 2016 y tan sólo dos meses después de jurar Trump como presidente, Beristain se lamentaba amargamente de su suerte desde Ciudad Juárez, donde trataba de sobrevivir luego de haber sido deportado por “ilegal” y separado de su familia.
“Creíamos que iba a ser un buen presidente porque queríamos seguridad y sus promesas de sacar del país a los hombres con delitos parecían bien, pero no pensé que acabaríamos así“, dijo Beristain, de 43 años, a la agencia AFP desde la Casa del Migrante de Ciudad Juárez. En el otro lado, su mujer también estaba arrepentida de haber votado por quien les separó, pero ya era demasiado tarde.
En Estados Unidos hay un 1.1 millones de matrimonios en el que uno de los conyuges es un indocumentado. Para buscar una vía de permanecer en el país y para que no se repita el trauma de las familias separadas por la expulsión de sus miembros indocumentados, el presidente Joe Biden firmó en diciembre de 2023 un decreto para conceder la ciudadanía al indocumentado, siempre que lleve al menos una década en EU y no tenga antecedentes criminales.
La medida iba a beneficiar a algo más de medio millón de indocumentados que cumplían estos requisitos y a los hijos de estos, que no tuvieran ciudadanía por haberlos tenido con otras parejas no estadounidenses (unos 80 mil). Tras ceder Biden las candidatura demócrata a Kamala Harris, la vicepresidenta anunció que mantendría este programa humanitario, bloqueado por la mayoría republicana en el Congreso y repudiado por el candidato republicano Trump.
Harris pidió también a los electores que votasen (además de a ella) a los candidatos demócratas al Congreso, para que tengan de nuevo el control de las dos cámaras y puedan sacar adelante cinco grandes iniciativas de los tres últimos presidentes demócratas: Bill Clinton, Barack Obama y Biden; todas ellas bloqueadas sistemáticamente por los legisladores republicanos: la prohibición de fusiles de asalto, la legalización de un 600 mil “soñadores” (hijos de padres indocumentados que viven desde que eran menores en EU y lo consideran su país), el Obamacare (para financiar el seguro médico a unos 40 millones de personas sin recursos que no pueden pagar los carísimos seguros privados) y la más ambiciosa, la concesión de la ciudadanía a unos diez millones de sinpapeles, si cumplen con una serie de requisitos, como no tener antecedentes penales y haber cumplido con sus obligaciones fiscales (impuestos municipales, etc…).
Pues bien, ¿cuántos millones de hispanos votaron el martes un segundo mandato de Trump, a sabiendas, de que ellos mismos y muchos de sus familiares pueden acabar siendo expulsados del país, como le pasó a Beristain, y amenazados con cárcel si regresan? ¿Cuántos de ellos perderán sus seguros médicos, si se elimina definitivamente el Obamacare? ¿Ya no recuerdan que fue la propaganda del odio racial del entonces presidente Trump y sus bulos sobre “criminales” que cruzaban la frontera sur, la que llevó en 2019 a un adolescente perturbado de Texas a abrir fuego con su fusil automático en un Walmart de El Paso, matando a 23 clientes, nueve de ellos mexicanos y el resto mexicanos con ciudadanía estadounidense?
Pese a que Trump radicalizó aún más su discurso en la pasada campaña, prometiendo la deportación de entre 20 y 25 millones de “ilegales”, defendiendo bulos como que los haitianos se comen los perros y los gatos de ciudadanos “decentes” o negándose a condenar la ofensa de un orador en un mitin suyo, que calificó a Puerto Rico como una “isla de basura flotante”, nunca antes habían votado tantos latinos para que les gobierne a partir del 20 de enero el presidente estadounidense más xenófobo, más racista y más antimexicano de la historia.
Este jueves se conoció que los votantes latinos aumentaron en 13 puntos su apoyo a Trump hasta alcanzar el 45% de todo el electorado latino. La consecuencia es que sólo el 53% de los votantes latinos se inclinó por la candidata demócrata Kamala Harris, muy por debajo del 65% de Joe Biden en las elecciones de 2020, del 66% de Hillary Clinton en 2016 y del 71% de apoyo hispano a Barack Obama en 2008 y 2012.
Otro dato de récord: el 53% de los votantes latinos hombres lo hizo por Trump y un 45% por Harris. Se trata de la primera vez que esto ocurre desde que hay registros, aunque honra decir también que las votantes latinas sí lo hicieron masivamente por Harris.
Pero quizá el dato más sangrante es la “traición” de los votantes latinos a los demócratas en Texas. El voto latino (en su abrumadora mayoría mexicano) cayó 15 puntos en el estado republicano que ha implementado las políticas antiinmigrantes más agresivas, muy lejos de las políticas compasivas en la demócrata California hacia los inmigrantes.
Resulta muy difícil de entender por qué el condado texano de Starr, con el récord absoluto de inmigrantes de todo el país, un 97% de su población es de origen mexicano, rompió su condición de ser uno de los bastiones demócratas más fieles de la nación, donde no se había votado por un presidente republicano en 132 años, para hacer esta vez por Trump, cuyo primer mensaje como ganador, la madrugada del viernes, fue anunciar que “sellará” la frontera, rompiendo así con una larga tradición de comercio interfronterizo con el norte de México, y poniendo en serio peligro sus propios negocios, a donde acuden miles de mexicanos a comprar.
Entre los motivos desde luego está el descontento (lógico) por la pérdida de poder adquisitivo en los últimos años, causada por la inflación que se disparó en pandemia y que el gobierno de Biden-Harris no pudo paliar, pero no es posible que sea sólo eso; también está un motivo más preocupante que la sociedad estadounidense y particularmente la conservadora, y particularmente los hombres, y particularmente los hombres hispanos, tendrán que abordar espero que cuanto antes: la misoginia latente que llevó a millones a no votar su primera mujer presidenta (y encima medio negra medio india, y encima abortista) y les llevó en cambio a votar a un delincuente convicto por usar su poder para abusar de mujeres (eso sí, con apariencia de Barbie rubia).