La declaración sin filtros diplomáticos del embajador de EU, Ken Salazar, puso al descubierto que la cooperación entre su país y México en materia de combate al narcotráfico es una quimera. Eso explica en buena medida los malos resultados de la estrategia denominada Abrazos, no balazos, y al mismo tiempo es la raíz del empoderamiento de los grupos criminales.
Contra lo que pudiera pensarse, la responsabilidad del descarrilamiento es de Estados Unidos, no de México. Fueron ellos, a través de la DEA, quienes rompieron todas las reglas al detener en el aeropuerto de Los Ángeles, California, al general Salvador Cienfuegos, ex secretario de la Defensa Nacional, quien hacía un viaje de esparcimiento con su familia. Enfrente de todo su clan, el general fue llevado al famoso cuartito de los sustos donde le presentaron una orden de aprehensión en su contra. Dicen las crónicas periodísticas que Cienfuegos no podía creerlo, que les dijo si sabían quién era él, seguro es una confusión, pensaba. Pero no, no era una confusión.
El general fue detenido. En ese momento se paró en seco cualquier trabajo conjunto para combatir al enemigo común: las bandas del narco. Sobra decir que al interior de la Defensa se registró un shock, porque a diferencia de otras dependencias del gobierno federal ahí se registra un continuo, No hay rupturas sexenales, hay reacomodos que es algo muy diferente. Los mismos oficiales que sirvieron al lado de Cienfuegos, lo hicieron con el general Sandoval y lo hacen ahora con el general Trevilla. Es el mismo Ejército.
La molestia creció conforme fueron apareciendo las pruebas en las que se apoyó la DEA para inculpar a Cienfuegos: cientos de mensajes en una red social entre unos narcos de Nayarit, de segundo o tercer nivel. Mensajes escritos por alguien con educación elemental, plagados de gazapos. Nadie en México, ni siquiera quienes están en contra de que el Ejército participe en tareas de seguridad, pudieron ni siquiera imaginar al general Cienfuegos perdiendo el tiempo mensajeándose todo el día con malandros desconocidos.
Se llegó a la conclusión de que era un montaje destinado a presionar a México, intimidar a los mandos militares tanto del Ejército como de la Marina y colgarse una medalla ante el Congreso norteamericano para que no les regateara un aumento en el presupuesto para la DEA. Como sabemos, un par de semanas después el general Cienfuegos fue liberado, regresó al país y se reunió con su familia, pero el daño estaba hecho. La cooperación bilateral en materia de lucha contra el narco colapsó y así sigue, en la cuneta.
La DEA se engolosinó, cometió un error grave y los únicos que salieron beneficiados fueron los narcos que en esos años estaban haciendo el cambio para privilegiar el tráfico de fentanilo que es mucho más sencillo y deja más ganancias. El narcotráfico es una actividad multinacional que para combatirse requiere la participación de varios gobiernos. Lo que quedó en claro con el caso del general Cienfuegos es que las agencias gringas usan esa cooperación para imponer sus condiciones y saciar sus apetititos injerencistas. Así no vamos a ninguna parte.
Glifos
Como es un operador político torpe, el gobernador de Durango, Esteban Villegas, deja por todos lados sus huellas dactilares en el operativo para elegir al nuevo rector de la Universidad Juárez del Estado de Durango. El desaseo es la comidilla del día entre la clase política que lamenta que el mandatario se haya metido en el proceso de manera tan burda.
La consecuencia es que el proceso en su conjunto ha perdido credibilidad y sin importar el resultado final la casa de estudios saldrá debilitada de un proceso que debió fortalecerla, pero no fue así por los fallidos apetitos de control de Villegas Villarreal.