Opinión

“The Chimoltrufia mood” y la soberanía

El senador Bob Corker habla en una conferencia de prensa.
Ken Salazar indicó que sus comentarios se deben a las preocupaciones que ha recibido en su rol como representante de EU en México. Ken Salazar indicó que sus comentarios se deben a las preocupaciones que ha recibido en su rol como representante de EU en México. (EFE)

Cada vez con mayor frecuencia se escuchan las voces en favor de la imaginaria capacidad salvífica de los Estados Unidos como si el Tío Sam tuviera la capacidad de resolver nuestros problemas.

Son voces repetidoras de aquellos viejos chistes de cuando el Partido de la Revolución Democrática avanzaba y un niño se alegraba por la posibilidad de triunfo de Andrés Manuel, porque si el candidato de la izquierda triunfaba, su padre se llevaría a toda la familia a vivir a Miami.

El tabasqueño ganó con su propio partido; el “peligro para México” se consumó, entronizó y por lo visto esta semana, logró certificado de perpetuidad y ni siquiera los inconformes se han ido a los Estados Unidos en cantidades significativas.

La voz de algunos grupos de la clase media, porque los verdaderamente ricos siguen disfrutando del poderoso caballero Don Dinero y su sociedad con la Revolución de las Conciencias, ni siquiera se acongojan y pasan su tiempo midiendo y pesando el oro de sus ganancias, sigue siendo sin embargo, la misma:

“Ahora, con Trump, la 4T va a encontrar la horma a de su zapato, a ver si desde Washington nos ayudan a ponerle límites a este gobierno sin frenos ni contrapesos (como si la Casa Blanca fuera a cumplir esta labor en el desbalance del poder único y pleno), dicen esperanzados en algo imposible: a los Estados Unidos no les importan los asuntos domésticos mexicanos.

Cuando quieren resolver algo relacionado con ellos y sus intereses dictan órdenes. Y el gobierno de México –este o cualquiera--, las cumple mientras alardea la pureza de su soberanía.

Estas circunstancias deben ser tomadas en cuenta si se quieren entender las declaraciones de salida (de saliva) del sombrerudo embajador Ken Salazar quien le dijo –por fin— al expresidente Andrés (presidente nada más para los suyos, quienes le cantan “las mañanitas” y a voz en cuello rematan con el himno servil del honor de estar con Obrador.

Los dichos del todavía embajador de Estados Unidos, aun cuando represente a un gobierno derrotado y fracasado, repiten la idea de tantos y tantos mexicanos cuya advertencia jamás fue atendida: la política de seguridad de Andrés Manuel fue un fracaso cercano a la complicidad o al menos el entendimiento.

El rollo demagógico de atender las causas mientras soslaya –o niega--, los hechos de cada día con base en la supremacía de los otros datos o el malabarismo de la realidad, no funcionó. Se abrazó el fracaso y se le dieron balazos al sentido común.

Las consecuencias están a la vista: doscientas mil muertes virolentas en un sexenio, suficientes para opacar a los gobiernos cuya historia se condenaba. No sólo se les criticó, se les supero sin mostrar ni un instante de arrepentimiento.

Salazar borró con el pico de su el antiguo sendero de sus pasos de gallo con amnesia, lo cual no debe sorprender a nadie: los políticos dicen las cosas y las evalúan, refrendan o niegan, de acuerdo con las circunstancias.

Quienes censuran este olvido en esta mudanza del señor Salazar, no recuerdan aquel líder mexicano cuya promesa de regresar el ejército a los cuarteles y hasta suprimirlo de la vida nacional, logró la militarización del país. Todo en menos de seis años.

En fin.

“(AP).- En la recta final de su gestión como embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar marcó su distanciamiento con los gobiernos de la llamada Cuarta Transformación: los acusó de negar la realidad respecto a la inseguridad que impera en México, de echar la responsabilidad a gobiernos del pasado y a Estados Unidos por la situación de violencia, y de cerrar la puerta a la cooperación con su país por “razones ideológicas”.

“La estrategia de ‘Abrazos, no balazos’ no funcionó”, sentenció el diplomático durante una conferencia de prensa, en la cual no quiso abordar temas que no fueran de seguridad”.

Ante esto México tuvo dos respuestas: una diplomática y otra política. La diplomática fue el envió de una nota, es decir, de una queja oficial, un reclamo, una protestita.

En lo político, un recordatorio de su inconsecuencia. Un día una cosa y otro día otra, le dijo la señora presidenta. O sea “The chimoltrufia mood”.

Sheinbaum, en su conferencia matutina desde el Palacio Nacional, exhibió la “disparidad de declaraciones” del embajador: “Un día dice una cosa y luego otra”.

“La presidenta mexicana recalcó (MSN) que estas inconsistencias no solo afectan la percepción pública, sino también el diálogo entre ambos países. “No puede uno declarar una cosa y luego otra totalmente distinta. Especialmente cuando se trata de temas de seguridad”, afirmó.

“Sheinbaum recordó un episodio reciente en que Salazar apoyó la reforma al Poder Judicial en México, pero después expresó dudas sobre su efectividad. Esta incongruencia, según Sheinbaum, subraya la necesidad de una relación basada en respeto y claridad.

“México es un país libre, independiente y soberano, y seguimos trabajando en coordinación con los Estados Unidos, pero con respeto mutuo”, enfatizó.

Pero todo esto no tendrá consecuencia alguna en relación con la ideología o programa general de la 4T.

Salazar, por entendimiento en apariencia entre Biden y Trump en la pasada reunión preparatoria de la transición, ya no representa el poderío americano: representa su debilidad.

Quizá le haya hecho un pequeño favor a Trump para abonar el terreno de las futuras e inevitables intromisiones del republicano, pero el futuro le pertenece al próximo presidente americano cuyas recientes designaciones nos dicen cómo los Estados Unidos van a aplicar el gobierno en favor de la doctrina MAGA; sin detenerse a pensar en la conveniencia o inconvenientes mexicanos.

No se deben confundir las cosas.

“Los Estados Unidos no van a permitir una Venezuela en su frontera, una Cuba o una Nicaragua”, dicen los anhelantes de una solución estadunidense.

Pues ya permitieron –durante 65 años--, una Cuba a 170 kilómetros de distancia. Se pueden cubrir nadando… o en balsa, chico.

Nunca podrá este país resolver ninguno de sus problemas si se atiene a la intervención de los Estados Unidos. Esa es una actitud de menores de edad. Tampoco disfrazándose todo bajo el concepto de la “cooperación”.

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