En el marco de la próxima renegociación del TMEC en 2026, un apartado dedicado al intercambio de bienes y servicios culturales podría ser una adición estratégica y necesaria, con el fin de robustecer el Espacio Cultural Norteamericano y fortalecer la identidad regional.
La renovación del acuerdo entre México, Estados Unidos y Canadá ofrece una oportunidad única para que los tres países reconsideren los aspectos culturales de su relación y los lleven a un nuevo nivel de colaboración. Esto no solo beneficiaría a sus economías, sino también a sus sociedades, al impulsar la visibilidad y circulación de su diversidad cultural.
Desde la firma del TLC y su posterior evolución al TMEC, la integración económica y comercial de la región norteamericana ha tenido impactos profundos en las economías y sociedades de sus tres miembros. Sin embargo, el intercambio cultural ha quedado a la zaga y marcadamente desequilibrado. Aunque México, Estados Unidos y Canadá comparten una historia entrelazada y una interdependencia creciente, las políticas de protección cultural han sido asimétricas, especialmente en el caso de México, que enfrenta desafíos significativos para proteger sus industrias creativas en un entorno donde el gigante estadounidense domina ampliamente.
La excepción cultural canadiense en el marco del TLC en 1994, y su renovación y ampliación en el TMEC de 2018, ejemplifican un modelo estratégico para la defensa de las que antes llamábamos industrias culturales en un tratado de libre comercio. Desde la firma del primer acuerdo, Canadá insistió en establecer una barrera legal que excluyera sus bienes y servicios culturales del libre mercado, argumentando que la cultura, a diferencia de otros productos, cumple un papel esencial en la preservación de su identidad y en la cohesión social, pero también en la perspectiva de sus intercambios económicos con el exterior.
Este esfuerzo resultó en una cláusula que protege sus industrias audiovisuales, editoriales, musicales y de telecomunicaciones, permitiéndole mantener subsidios y restricciones a la importación para estos sectores. Al reconocer el riesgo de que un mercado desregulado pudiera dañar su producción cultural local, Canadá se aseguró de contar con herramientas para defender sus bienes culturales ante la enorme influencia de la industria estadounidense, que representa una competencia abrumadora.
En la renegociación del TMEC en 2018, Canadá logró reafirmar y fortalecer esta excepción, manteniendo la libertad de regular y proteger sus sectores culturales estratégicos frente a los avances en tecnología digital. En una era donde los contenidos digitales, los servicios de streaming y el comercio electrónico han transformado la circulación de bienes culturales, Canadá insistió en mantener el control sobre la promoción y difusión de sus productos culturales en el mercado digital.
Esto ha permitido al país protegerse de las grandes corporaciones extranjeras que dominan la industria de contenidos en línea y, al mismo tiempo, ha creado un entorno favorable para sus creadores locales. México, por otro lado, no logró incorporar protecciones similares, ni en el TLC ni en el TMEC, lo cual coloca en desventaja, sobre todo ante la escasez de políticas y subsidios que les permitan competir mejor en el espacio digital global.
Para enfrentar estos desafíos, es esencial promover una reforma en el TMEC que incluya medidas explícitas para el intercambio de bienes y servicios culturales. Este apartado cultural debería contemplar varias dimensiones:
- Protección de la economía creativa local: Canadá supo salvaguardar sus industrias culturales al negociar una excepción en el TMEC que protege sectores clave como el audiovisual, la edición, la música y las telecomunicaciones. México, sin embargo, no obtuvo protecciones equivalentes. En 2026, se tendría que aspirar a un esquema similar que resguarde el aún frágil ecosistema de nuestras industrias creativas frente a la competencia extranjera, permitiéndoles crecer y fortalecer su presencia nacional e internacional.
- Exención de Aranceles en Bienes Culturales Tangibles e Intangibles: aunque el artículo 19 del TMEC prohíbe los aranceles a productos digitales, aún existen retos para la circulación libre de productos culturales tangibles, como libros y artesanías. La eliminación de aranceles y el establecimiento de incentivos para la exportación de estos bienes promovería un comercio cultural más equitativo.
- Cooperación en Derechos de Propiedad Intelectual (DPI): la protección de los DPI es esencial para garantizar que los creadores reciban una compensación justa por sus trabajos. Sin embargo, las normas actuales no consideran la asimetría entre los tres países. Las industrias creativas mexicanas enfrentan limitaciones para proteger sus derechos en plataformas digitales, mientras que empresas de Estados Unidos cuentan con vastos recursos para defender sus intereses. Establecer un marco más inclusivo y equilibrado en la protección de los DPI contribuirá a una competencia justa.
- Creación de Fondos Trilaterales para la Coproducción Cultural: proponer un fondo común para la coproducción cultural entre los tres países podría estimular proyectos que exploren temas compartidos, como la migración, la identidad y la frontera. Estos proyectos no solo enriquecerían el acervo cultural de cada país, sino que también fortalecerían el sentido de pertenencia a una identidad norteamericana colectiva.
El Espacio Cultural Norteamericano sería, en esencia, el modelo para diseñar e instrumentar una nueva diplomacia cultural que le permitiría a las tres naciones proyectar hacia el exterior una narrativa de unidad en la diversidad. Imaginemos un marco de colaboración que permita la libre circulación de artistas y profesionales creativos, así como de bienes y servicios culturales. Este tipo de integración requeriría de acuerdos que faciliten visados especiales para los trabajadores de la cultura, eliminando trabas burocráticas que suelen obstaculizar el intercambio artístico.
La creación de este espacio representaría un paso significativo para México, pues le permitiría ampliar su identidad regional más allá de la pertenencia latinoamericana con la que suele identificarse. Al reconocer y abrazar su condición de país norteamericano, México fortalecería su posicionamiento cultural y reforzaría sus lazos con sus vecinos del norte.
Para México, la consolidación de políticas de protección y promoción de sus bienes y servicios culturales sería una oportunidad no solo para dinamizar su economía, sino para proyectar su identidad cultural a nivel regional y global. En el caso de México, es vital que el acuerdo renegociado reconozca estas desigualdades y brinde apoyo a las industrias creativas locales, toda vez que su crecimiento depende en gran medida de contar con un entorno comercial justo y equilibrado.
Los esfuerzos por lograr un Espacio Cultural Norteamericano también deberían alinearse con otros foros y organismos internacionales, como la UNESCO, la OMC y la OMPI, en los que los tres países tienen presencia. Estos organismos ofrecen plataformas para discutir y establecer estándares globales que protejan la diversidad cultural y aseguren la equidad en el comercio de bienes culturales. México podría desempeñar un papel de liderazgo en estos foros, promoviendo el reconocimiento de la cultura como un derecho y como un bien que requiere políticas de protección específicas.
Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa (1921-1997) al referirse a la política exterior mexicana en 1960, señalaba la necesidad de abrir “ventanas al exterior” y de construir una narrativa internacional que refleje la realidad de la evolución interna del país. Castañeda también cuestionaba la relevancia de una integración únicamente latinoamericana. Estamos a tiempo de revalorar sus reflexiones y aplicarlas al nuevo contexto. Al fortalecer el intercambio cultural en el TMEC, México, Estados Unidos y Canadá podrían avanzar hacia la construcción de una narrativa que represente la identidad a la que aspiramos como región.
Un Espacio Cultural Norteamericano es mucho más que un ideal abstracto. Representa la posibilidad de un futuro en el que las naciones de América del Norte se reconozcan mutuamente como socios culturales, conscientes de sus diferencias, pero unidos en el respeto y la colaboración.
En última instancia, incluir un apartado para el intercambio de bienes y servicios culturales en el TMEC sería una decisión estratégica que beneficiaría a las tres naciones, al permitirles consolidar un bloque cultural dinámico y competitivo. Este paso contribuiría a crear una región norteamericana capaz de proyectar una identidad cultural rica y diversa en el escenario global, brindando al mismo tiempo beneficios económicos y sociales para sus ciudadanos.