Obviamente, este país ha cambiado mucho --al menos en las formas y el estilo- de aquella nación cuyo paso hacia la modernidad se ofrecía como una promesa en los fructuosos tiempos del “Milagro mexicano”; esto es, en los años sesenta y principio de los 70.
Muchos atribuyen el desvío de la positiva circunstancia nacional de entonces a los sucesos mal comprendidos y peor resueltos del movimiento estudiantil de 1968, cuya raíz de perversidad en la lucha por el poder le abrió la puerta a lo que pretendía evitar.
Sin embargo, de aquellos años se guardan buenos recuerdos y respeto a varias grandes figuras, entre ellas el presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien en su conducta y actitud podría ser considerado el precursor de la morigeración y la austeridad republicanas, sin tantos falsos desplantes y alharacas como le ordena hoy la 4T a sus afiliados, muchos de los cuales ni se inmutan.
La Cuarta Transformación, uno de cuyos lemas es la austeridad republicana, no practica esa virtud por compromiso ético, sino como argumento electorero comparativo frente a los excesos de antaño.
Si en verdad se quisiera una política austera --más allá de la pichicatería y el “cuentachilismo” personal--, no se habrían derramado cientos de miles de millones de dólares en obras inservibles ejecutadas por contratistas sin rostro. La austeridad no debería ser nada más una forma administrativa de aprovechamiento de recursos; debería evitar --cosa imposible-- el desvío de recursos presupuestales en favor de programas para perpetuar clientelas electorales. Y de ahí, todo lo demás.
Pero esa es harina para otra costalera.
Lo interesante ahora --cuando se pone en tela de análisis (quizá ni siquiera de juicio), la conducta presidencial en varios sentidos--, es recordar el pensamiento de aquel presidente sibilino, mañoso e invulnerable al tiempo como fue ARC.
Estos son sus consejos. Dignos de Richelieu. Son 17 puntos.
1.- En política piensa mucho lo que digas y nunca digas lo que piensas.
2.- Cuando vayas a derrumbar cualquier cosa, es porque ya tienes construido algo con qué sustituirla.
3.- El político que mucho habla, mucho yerra.
4.- La palabra presidencial debe ser muy reflexionada, muy pensada, muy medida, muy bien dicha y pronunciada, muy de vez en cuando para que rinda sus efectos.
5.- En política cuando te quieran dar un brinco, dalo tú primero.
6.- En política la mano enérgica y la sonrisa suave.
7.- El presidente de la República nunca es responsable de los errores de sus colaboradores. Para eso tiene secretarios de Estado y empleados a los cuales puede cesar. (El error es mantenerlos)
8.- En política no debe uno mostrar lo que siente. Mucho menos decirlo.
9.-Para saber mandar, hay que saber obedecer.
10.- En política hay que tirar siempre carambolas de cuatro bandas.
11.- Cuando tengas el mando, ejércelo.
12.- En política no se deben decir cosas indebidas.
13.- Lo mejor en política es ser reservado.
14.- En política, ni antes ni después. Todo debe hacerse en su momento, porque si no se hará a destiempo.
15.- Cuando se te presente un problema grave, nombra una comisión.
16.- Es muy importante que el político conozca a los hombres. (Y ahora, a las mujeres).
17.- En política hay que tragar muchos sapos. El verdadero político jamás se duele de las infamias que cometen con él (¿Se acuerda alguien de algún chilletas en el Palacio?).
Quizá todas estas fórmulas para el ejercicio del poder sean vistas ahora con el desprecio reservado a las piezas de algún museo. Puede ser, pero cuando la naturaleza humana se manifestaba de otra manera, y no existía la sombra de una revocación del poder, alguien conservó esta anécdota.
Se dolía el presidente López Mateos con un amigo suyo, de la ingratitud de Gustavo Díaz Ordaz:
--¿Qué le he hecho yo a Gustavo para que me trate así?
--Señor, lo hizo usted presidente…
*LOS DOS ADOLFOS. Humberto Romero Pérez. Edamex. ISBN 978-607-00-0987-7.