Opinión

Trump contra el globalismo

Tras la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos, las expectativas que giran en torno a su mandato y lo que pueda hacer para romper con el orden globalista que ha quedado secuestrada por una pequeña élite que maneja varios de los organismos de la Organización de las Naciones Unidas a través de burócratas internacionales son muchas.

Esta élite que ya no solo es la representación de las Naciones, sino de grandes corporativos trasnacionales con mayor poder e influencia que la mayoría de los Estados Nación, a través de las organizaciones no gubernamentales a las cuales da cabida la ONU, a lo largo de los últimos años, se han convertido en un instrumento de presión y finalmente de control de los distintos órganos de la misma, por ejemplo, basta mencionar que el principal donante de la Organización Mundial de la Salud es la Fundación Bill & Melinda Gates, quienes tienen amplios intereses e inversiones en farmacéuticas.

Haciendo referencia a tan solo este ejemplo es que vale la pena dimensionar lo que estará en disputa, es decir, Trump no irrumpe solo, lo hace acompañado de otros irruptores como lo es Elon Musk, quien tiene los alcances económicos e influencias trasnacionales como para hacerle frente a globalistas como Bill Gates y George Soros, también integra en su gabinete a personajes como Robert Kennedy, sin duda el más valiente político para señalar a la OMS, su complicidad con las farmacéuticas, y todos los efectos adversos de vacunas y tratamientos diversos de las mismas, lo que abrirá toda una nueva etapa de conocer la verdad de esta industria y deslindar responsabilidades a los embusteros de la salud.

La victoria de Trump es una clara disputa por un orden social que prescinda del globalismo. La ONU, que originalmente buscaba concretar el planteamiento que alguna vez mencionó Immanuel Kant de la “paz perpetua”, funcionó durante un tiempo, sin embargo, se instauró como un orden político para moldear, premiar o castigar a las naciones, intervenir en todos los ámbitos del cuerpo social para ajustarlo a una sola versión de lo “políticamente correcto” o el autoritarismo, como el mostrado durante las restricciones y obligaciones durante la pandemia.

Ahora bien, la relación con México debe ser primero de total franqueza, el gobierno mexicano tiene que dejar la demagogia y hablar de un mundo feliz cuando la violencia está desbordada, mientras Trump da en el clavo al señalar que los cárteles están manejando el país, y en lugar de rasgarnos las vestiduras, tendríamos que estar adentro exigiendo justicia y verdad, no obstante, sofoca el miedo al autoritarismo, el hipnotismo, el narco socialismo, la compenetración de la ideología “woke” y la total complicidad con el globalismo. Por supuesto que una exigencia de los mexicanos al gobierno de Trump debe ser la persecución del crimen organizado, de narcomenudistas y dealers en las principales calles de EUA, quienes son la principal fuente de ingreso del crimen organizado y raíz de toda la violencia.

En cuanto al muro, este debería estarse construyendo en Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, integrarnos claramente como región de Norteamérica, los migrantes ya no vienen buscando cruzar para vivir el “sueño americano”, cruzan para vivir el “sueño narco mexicano”. El sicariato y las bandas delincuenciales en las ciudades están llenas de nicaragüenses, guatemaltecos o venezolanos, por supuesto que no es contra de ellos por ser de dicha nacionalidad, sino por vincular claramente la relación entre la inmigración ilegal, el crimen y la violencia.

Finalmente, esperemos que el gobierno mexicano entienda la magnitud del problema, cerremos filas con nuestra región y no acabemos siendo arrollados por las patas del caballo en esta afrenta clara de Donald Trump contra el globalismo.

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