Se presentó el Paquete Económico para 2025 y las sorpresas son muy pocas. Se trata de un típico presupuesto de primer año dentro del ciclo sexenal de negocios en México. El presupuesto de ajustes luego de un año expansivo en el gasto, con propósitos electorales. La presidenta Claudia Sheinbaum ha declarado que rompe con el “neoliberalismo ortodoxo”. En cualquier caso, se trataría de neoliberalismo heterodoxo.
La principal definición es la referente al déficit fiscal-presupuestal, que se reduce a 3.9 por ciento del PIB. Era necesaria esta reducción para mantener tranquilos a los mercados, temerosos de que se continuara con una expansión, que llevaría la deuda pública a niveles que dificultarían su financiamiento.
Hay dos maneras para bajar el déficit público. Una es reduciendo el gasto y la otra es aumentando los ingresos. El proyecto del gobierno va por ambos caminos. Es muy claro en lo primero, ya que el presupuesto plantea una caída de 4.1 por ciento en el gasto programable, y eso está expresado en las cifras destinadas para los diferentes rubros. En lo segundo, en ausencia -y aun rechazo- de una reforma fiscal, son las buenas intenciones de crecer 3.3 por ciento la recaudación, con base en mejores prácticas.
Ahora bien, la disminución en el gasto indica cuáles son las prioridades del gobierno, y cuáles no lo son. De manera transparente, las prioridades son los apoyos sociales directos, finalizar el Tren Maya y subsidiar masivamente a Pemex (para salvaguardar nuestra soberanía energética, dicen). De manera igualmente transparente, las que no son prioridades son los rubros en donde suelen gastar (invertir) los Estados de Bienestar: la salud, la educación, la infraestructura básica y la protección del medio ambiente.
En otras palabras, el proyecto para 2025 sigue en lo esencial la ruta trazada por el gobierno de López Obrador: se reduce el gasto social para aumentar los distintos apoyos que van directamente a la bolsa de los beneficiarios… quienes a su vez recurrirán cada vez más al mercado para tener servicios que antes otorgaba el Estado (y en el camino agradecerán al gobierno las transferencias que les permitirán salir del apuro). Un círculo vicioso.
En el caso de Salud, el recorte es draconiano, y sólo está parcialmente compensado por los aumentos presupuestales a IMSS-Bienestar, en la esperanza de que éste funcione mejor que el fracasado Insabi. En el de Educación, que trae la baja de 4.1 por ciento en casi cada rubro, el gobierno tuvo que echar marcha atrás por el “lamentable” error que ponía a varias universidades públicas al borde de ni siquiera poder pagar cabalmente sus obligaciones laborales. En el relativo a la Semarnat, pone en entredicho la declarada intención del gobierno de Sheinbaum de -ahora sí- estar atentos a las necesidades de hacer ecológicamente sustentable el desarrollo. Una novedad es que, por primera vez en años, hay reducciones reales a los presupuestos en Defensa y Seguridad Pública.
El presupuesto de Pemex cae pero, a cambio, la empresa estatal recibirá transferencias por 136 mil millones de pesos, para ayudarla a cubrir sus compromisos de servicio de la deuda (que rondan los $180 mil millones). En tanto, Dos Bocas va por su tercera “inauguración”, sigue operando de manera reducida y la mítica autosuficiencia energética sigue siendo una ilusión, mientras que Petróleos Mexicanos sigue dependiendo de los fondos públicos y presionando las finanzas del gobierno. Se prevén esfuerzos importantes para paliar la situación; lo que parece inalcanzable es que se pueda arreglar en el mediano plazo. Eso si, se sigue manejando en la propaganda que Pemex es un gran activo de la nación y millones de mexicanos creen que subsidia al gobierno, cuando es al revés.
Un problema del Paquete Económico que muchos han señalado en su optimismo respecto al crecimiento esperado para la economía en 2025 y sobre el tipo de cambio. Suponer que el PIB crecerá por arriba del 2 por ciento, a pesar de los recortes al gasto y de los temores que inspira sobre las inversiones la llegada de Trump a la presidencia de EU es tener demasiada fe en la demanda interna, generada por las transferencias directas. Es improbable que tenga ese efecto, y ya se ve en las actuales tendencias de gasto de la población. De paso, si el PIB no crece conforme a lo previsto, la proporción del déficit fiscal respecto al producto, en consecuencia, será ligeramente mayor a la programada.
El tipo de cambio, por su parte, difícilmente mejorará respecto al actual. Démonos de santos si se mantiene y no se dispara el costo en pesos de la deuda externa. Para eso, más allá del Paquete Económico, lo útil sería no estar agitando la bitachera con reformas que provocan nerviosismo en los mercados de capitales, como las que pretenden acabar con los órganos reguladores autónomos en materia económica (IFT, Cofece, Coneval).
En resumen, más de lo mismo. Más recortes a lo sustancial, pero con transferencias directas. El estancamiento estabilizador de siempre. Neoliberalismo heterodoxo (el adjetivo es lo secundario; lo esencial es que se trata del mismo sustantivo).