Opinión

Entender el presente. La sociedad

Los seres humanos somos, en cuanto a nuestras expectativas, resultado de la suma del ejemplo de quienes nos precedieron, los valores que a partir de los cuáles vivimos y la realidad a la que nos enfrentamos. No somos obra de la casualidad ni mucho menos del capricho individual o incluso colectivo. Las personas, como seres adeptos a la imitación como pauta de la conducta social, aprendemos de lo que estos factores – y otros más – nos indican como adecuado o aceptable. Por eso los cambios en el comportamiento de las sociedades se dan de forma paulatina y no obedecen a un acontecimiento único ni se presentan de inmediato. En 1945 terminó la Segunda Guerra Mundial y tres años más tarde se adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, no fue sino hasta finales de la década de los sesenta cuando este nuevo proyecto civilizatorio comenzó a dar frutos. Así hoy. Así el presente. Si queremos entender lo extraño de la desconexión entre lo que esperamos y lo que es, si queremos comprender nuestro presente, debemos de hacerlo a la luz de nuestro pasado cercano.

En nuestras anteriores entregas hemos visto cómo la realidad y la expectativa no empatan y una de otra se encuentran mucho más lejos de lo que pudiéramos imaginar. No queremos el fascismo ni la mentira, pero votamos por candidatos que nos engañan y que nos llevarán al autoritarismo que durante tanto tiempo hemos querido desterrar. Nos asumimos como una sociedad tolerante y progresista de los derechos y las libertades, pero excluimos a quienes no se parecen a nosotros. Buscamos la igualdad a partir de un significado de piso mínimo de oportunidades para el desarrollo colectivo, pero nuestro comportamiento nos muestra como seres individualistas plagados de egoísmo. Y entonces, cuando lo que decimos querer y lo que sucede a consecuencia de nuestros actos no empata, nos sorprendemos y clamamos no entender lo que sucede. No entendemos nuestro presente y en los próximos años lo entenderemos menos, pues de los tres factores que hemos enunciado – el ejemplo, los valores y los hechos reales – cuando menos uno de ellos no empata. O, mejor dicho, ninguno coincide con los otros y se genera una suerte de corto circuito.

Vuelvo al ejemplo que en mis últimas dos colaboraciones he utilizado: la elección presidencial en Estados Unidos y el triunfo en el Colegio Electoral y en el voto popular de Donald Trump. Es imposible encontrar en la historia de aquél país un candidato presidencial cuyo discurso y propuesta política se haya construido más lejos de los valores a partir de los cuáles los estadounidenses afirman vivir, del ejemplo que supuestamente les han dado sus antepasados y de la realidad en la que pretenden vivir. Sin embargo, ¿son realmente la igualdad, la libertad, la solidaridad, la verdad y la tolerancia de los valores que sostienen el comportamiento de la mayoría? ¿En verdad sus antepasados han sido honestos en la forma en que se conducen y con su ejemplo han marcado una pauta de comportamiento para la sociedad? ¿Lo que afirman que es y que quieren que sea aquél país, es cierto?

Elecciones en Estados Unidos

Cuando menos en alguno de estos tres factores la respuesta es negativa y eso hace que el resultado que se espera y el que se obtiene sean tan distintos. El punto de todo no está en conocer lo que llevó a Donald Trump a un triunfo tan contundente como el de hace un par de semanas, sino en no ser capaces de entender lo sucedido no como consecuencia, sino como un hecho incontrovertible. Las causas de la victoria trumpista son diversas y relativamente sencillas de explicar para analistas y politólogos. Lo inverosímil es, en realidad, haber esperado que el resultado fuera otro.

Es urgente empezar a entender nuestro presente. Requerimos, cada día más, detener nuestra marcha para analizar en qué momento nos perdimos y nuestros ejemplos, nuestros valores y los hechos, dejaron de estar alineados. Sí, para la mayoría del mundo Trump será un problema, pero nos equivocamos si pensamos que ese será el mayor de nuestros problemas. En problema mayor y que no terminará pasados cuatro años será seguir sin entender nuestro presente para actuar en consecuencia.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

X: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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