En su famoso análisis acerca de la Constitución de Inglaterra, Montesquieu habla de la necesidad de dividir el poder a efecto de conseguir la protección de la vida y la libertad. La división tripartita que explica, con poderes que hoy rotulamos como ejecutivo, legislativo y judicial, permite al poder no se vuelva tirano y abusivo.
La división de poderes, entonces, claramente, es un instrumento, una técnica, no un fin por sí mismo. Así, los bienes tutelados son la finalidad, y lo que presenta nuestro autor es una manera de otras posibles para lograr tal objetivo.
Ahora bien, dado el momento en que escribe Montesquieu, a mediados del siglo XVIII, y considerando que toda obra es hija de su tiempo, debemos atender a que trabaja en un momento en que no ha surgido con toda su fuerza el modelo de producción capitalista que, hijo de la Revolución Industrial y la derrota del feudalismo en Francia, terminaría por concentrar en pocas manos y pocos países una fuerza económica nunca vista por la humanidad.
Si el día de hoy el distinguido Barón renaciera, y con su mente aguda reflexionara sobre lo que pone en riesgo a la libertad y la vida tan caras a sus intenciones, es probable que reescribiera su obra, y presentara como riesgos potenciales, tal vez más fuertes que los provenientes del gobierno, a los poderes económicos.
Por eso tiene sentido separar el poder político del económico, así como del religioso o el mediático; sin embargo, la vida nos ha enseñado que lograrlo es muy complicado, que los grupos con poder tienden a acercarse unos con otros.
Creo que confiar en las buenas intenciones de quienes forman parte de esas élites es un error. No porque sea imposible que en las mismas existan personas con ética y valores, sino porque la naturaleza propia de esos poderes es fundirse y, así, aspirar a una dominación lo más absoluta posible.
Esto nos obliga a replantearnos la división de poderes con una visión de actualidad; si bien es cierto que el político debe ser dividido, también es necesario que contemos con controles ciudadanos sobre él. Pero de igual manera, que los otros poderes, a veces llamados salvajes, tengan frenos, que su tendencia a concentrarse se enfrente a cortafuegos efectivos.
Digamos, un “Del Espíritu de las Leyes 2024”