Con respecto al tema de la inseguridad, las policías no son parte de la solución, son el problema. Son Complacientes o cómplices con las bandas criminales. En ocasiones incluso conforman una banda criminal uniformada. Su fragilidad institucional es añeja y en los últimos años no ha hecho más que deteriorarse.
Cuando arrancaron los llamados Operativos Conjuntos en diciembre el 2006, se dijo que la participación del Ejército sería de contención, para dar a tiempo a la preparación de policías con posibilidades reales de encarar a las bandas criminales. Pasaron tres largos sexenios, Calderón, Peña y López Obrador, tres presidentes de tres partidos políticos diferentes, y los policías, que estaban mal, alcanzaron un deterioro irreversible. Fue una omisión desastrosa. Hoy los policías están lejísimos de poder tomar el papel de responsables de la seguridad interna del país.
La participación de las fuerzas armadas hizo flojos e irresponsables, por llamarles de alguna manera, a alcaldes, gobernadores y presidentes que no le dedicaron ni tiempo, ni dinero ni esfuerzo a fortalecer las policías. El resultado es que hoy soldados, marinos y agentes de la GN se la pasan apagando fuegos en todo el territorio nacional porque las policías simplemente no pueden con el paquete, ni podrán en el corto plazo.
Los policías son pocos, tienen una capacitación deficiente, un armamento descontinuado y sueldos de sobrevivencia. Por supuesto que ni quieren ni pueden encarar a las bandas criminales, los dejan “trabajar” sin molestarlos y se dedican a otras cosas. Hay un axioma irrebatible: ningún grupo criminal puede prosperar sin la complacencia o complicidad de las policías, ninguno en ningún lugar de la República, incluida la CDMX en el barrio bravo de Tepito.
Este es el contexto en el que se llevó a cabo la Operación Enjambre en Edomex, una de las más llamativas de los últimos años que hizo posible la captura de jefes policíacos y autoridades s civiles que protegen a delincuentes que se dedican fundamentalmente la extorsión y cobro de derecho de piso. El operativo, y su éxito innegable, muestran que la voluntad política es el motor que puede hacer que las cosas cambien. Si hay voluntad política en los gobiernos de los estados y a nivel federal de ir por los criminales se pueden tener logros relevantes, lo importante es que los gobernantes tengan la voluntad política de asumir los riesgos.
En el sexenio pasado no hubo voluntad política. La estrategia de “Abrazos no balazos” fue pretexto para la omisión sistemática con el resultado de que las bandas criminales se empoderaron y se volvieron irritantemente cínicas. Los delincuentes encontraron en la extorsión una opción relativamente sencilla de ganar dinero con el menor riesgo posible, imponiendo a la gente un impuesto por existir. La extorsión se expande. Por fortuna han surgido algunas señales de que hay voluntad política para combatirla sobre todo por parte de dos mujeres, la gobernadora del Edomex, Delfina Gómez y la jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, además claro del respaldo de la presidenta Sheinbaum.
La Operación Enjambre muestra un cambio de señales que distingue para bien a la nueva administración federal de la pasada. Ya hay varios jefes policiacos tras la reja s y hay que ir por más. Lo que sigue es capturar infraganti a los extorsionadores para enviar el mensaje de que terminaron de los días de impunidad total y el que extorsione tendrá que atenerse a las consecuencias. No es ocasión de festinar ni nada por el estilo, pero se trata de un paso adelante muy relevante. Lo que sigue es que en los próximos días se concrete la captura o eliminación de alguno de los hermanos Hurtado Olascoaga, mandos actuales de la Familia Michoacana que se ha hecho poderosa en el Edomex.