Donald Trump busca mantener en efervescencia a sus seguidores. Por eso, para que vean que cumplirá todas sus ofertas de campaña, dice una barbaridad tras otra. Busca la aclamación del coro fácil de los supremacistas.
Su amenaza de imponer aranceles a todos los productos mexicanos y canadienses dará lugar a una guerra comercial entre los países firmantes del T-MEC. ¿A quién beneficiaría el colapso comercial de los países de América del Norte? En primer lugar, a China, que se quedará sin competidores en el Hemisferio Occidental. Podrá imponer sus condiciones a todos los países, comenzando por México, que para sobrevivir al acoso de Trump podría abrirle las puertas al dragón chino, que desde hace años tiene mucho interés en hacerse fuerte en México.
Los chinos tienen dinero de sobra, dominan tecnologías de última generación y un apetito insaciable por financiar proyectos de gran escala, como ya lo han hecho en otros lugares del continente, donde construyen en tiempo récord aeropuertos, puertos, ferrocarriles, presas. En el marco de la geopolítica, Donald Trump juega a favor de los intereses chinos en el continente.
El T-MEC tiene potencial para ser el polo de desarrollo más importante del mundo, pero Donald quiere dinamitarlo por su burdo esquema de héroes y villanos que tan buenos réditos electorales le ha dejado. Lo lógico sería fortalecer el bloque norteamericano, que es un buen negocio para los tres países y no romperlo. Como docenas de miles de norteamericanos mueren cada año por su insaciable apetito de drogas, en lugar de voltear a ver a las compañías farmacéuticas gringas y a los consumidores norteamericanos, lo más sencillo es decir qué son demonios mexicanos los responsables. Claro que Trump no dice que armerías norteamericanas pertrechan a los carteles y que bancos gringos les lavan su dinero hasta dejarlo rechinando de limpio. Lo dijo bien la presidenta Sheinbaum, ellos ponen a los adictos y México a los muertos.
El gobierno mexicano ha comprendido que estamos enfrascados con Trump en una batalla de narrativas. Él ha sido hábil para imponer la suya, nosotros tenemos que ser todavía más diestros para imponer la nuestra, a la que le asiste el sentido común. Las empresas estadounidenses que operan con éxito en México desde hace décadas son nuestros principales aliados en la lucha de las percepciones. No son empresas pequeñas, son gigantes a los que les ha ido de maravilla como Walmart, Ford, Chevrolet, PepsiCo, Coca-Cola, Pfizer, ATT, Cisco, Hiatt. Una cuarta parte de las principales empresas que operan en nuestro país son de origen norteamericano. Todas ganan y envían las ganancias a los inversionistas gringos. ¿Estarán dispuestas a sacrificar sus ganancias por los disparates electorales de Trump? Por supuesto que no. Hay que formar con esas empresas un frente común para defender el comercio entre nuestros países.
Muchos de los que votaron por Trump piensan que la tierra es plana y cosas así. O sea, no tienen remedio. Todo lo anterior no quiere decir que se dejen las fronteras sin protección, que nadie frene los precursores de fentanilo y que los carteles sigan empoderándose, por supuesto que no, pero esos y otros problemas pueden superarse con cooperación, ayuda real, intercambio de información, negociación con los países expulsores de migrantes y otras más que no tienen nada que ver con dinamitar el libre comercio. Trump, en los hechos, arroja a México a los brazos de China. ¿Cómo se dice “idiota” en Mandarín?