En múltiples ocasiones he dedicado este espacio a reflexionar sobre lo que desde hace algunos años ha venido sucediendo en la política de distintos países como Estados Unidos, Argentina o El Salvador. Con independencia de ideologías o visiones sobre la economía, se trata de países cuyas sociedades han determinado, por la vía de la democracia electoral, entregar el control de sus gobiernos a personajes con agendas políticas cuya rigidez y radicalidad se aproxima a lo que tradicionalmente hemos identificado como autoritarias y en algunas ocasiones cercanas a los regímenes fascistas del siglo XX. Aunque no han sido abordados de forma directa, otros Estados como Turquía, Venezuela, Italia o Nicaragua se encuentra en una situación política, social y cultural similar.
Factores como la universalización del uso del internet con todas sus implicaciones, reiteradas crisis económicas de las que los más ricos resultan más ricos y los más pobres mueren de inanición o una pandemia prolongada que a los más afortunados nos mantuvo en el cautiverio de nuestros hogares y en el de los más desafortunados en el eterno encierro de la muerte, han hecho muescas en la sociedad y su cultura. Este tipo de hechos y sus consecuencias enmarcan lo que más de siete años anticipaba Jacobo Dayán como la muerte del proyecto civilizatorio a partir del cual se construyeron los Estados Modernos, particularmente en occidente. Se trata, me decía apenas Dayán, del “vaciamiento cultural de los valores de occidente”.
El análisis más inmediato de lo que sucede en el mundo trata de construirse a partir de parámetros de lo que consideramos como normal para nuestra época. Lo normal, sin embargo, alguna vez fue y dejó de serlo hace varios años y, como he planteado en las últimas colaboraciones que anteceden a este texto, no hemos sido capaces de entender el presente, uno cuya realidad es muy distinta a aquella a partir de la cual queremos interpretarlo. Estamos atrapados en la izquierda, el centro y la derecha, el capitalismo, el libertarismo y el socialismo, sin entender que los paradigmas y las categorías de nuestro tiempo ya son otras. Aquellas tendrían sentido en un mundo basado en un proyecto civilizatorio construido a partir de los valores de la Independencia de las Trece Colonias de América del Norte, la Revolución Francesa o la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hoy nada de eso tiene sentido para una parte importante de la población del mundo.
No resto la enorme importancia que tienen hechos como la llegada de Trump al poder y las consecuencias que ello tendrá para el mundo entero, el despojo al Estado del mínimo atisbo de carácter social en la Argentina de Milei, ni tampoco el secuestro al poder político instrumentado por el gobierno de Daniel Ortega y obtenido por unanimidad en el órgano legislativo nicaragüense, pero creo que eso y muchas otras condiciones son consecuencia y no causa. Derecha, izquierda o socialismo, da igual. De no entender, atender y atenuar las causas que están provocando esto, el inicio de la nueva época de la humanidad que ya ha comenzado y que paulatinamente se ha ido alejando de los valores y principios del proyecto civilizatorio en el que crecimos y pensamos inmutable, será dramático.
Conceptos como democracia, libertad, igualdad, dignidad, solidaridad, humanismo, pluralidad, entre otros, han sido desprovistos de su contenido original y serán llenados, en el mejor de los casos y siempre y cuando sigan siendo útiles, de nuevos significados. Mientras, nos seguiremos preocupando, que no es, en lo absoluto un asunto menor, del posible arancel universal que Donald Trump impondrá a los productos mexicanos que ingresen a los Estados Unidos o por el bilioso actuar de Javier Milei frente a Cristina Fernández. El mundo ha iniciado un cambio de época y la vida nos ha encontrado en ese momento y lugar al que Bertolt Brecht identificaba como el que se produce cuando “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer” o, como afirma Jacobo Dayán, el del “vaciamiento cultural de los valores de occidente”.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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