Los países de ingreso bajo se benefician más con una estrategia centrada principalmente en atraer inversiones.
Una vez que se conviertan en países de ingreso mediano bajo, deberán adoptar un enfoque más sofisticado.
La inversión debe complementarse con la incorporación deliberada de tecnología extranjera. Eso significa adoptar tecnologías y modelos de negocios modernos y difundirlos dentro del país para permitir que las empresas se conviertan en proveedores mundiales de bienes y servicios.
La incorporación requiere una reserva de talentos cada vez mayor: más ingenieros, científicos, gerentes y otros profesionales altamente calificados.
Para ampliar esa reserva, es necesario perfeccionar las habilidades en toda la fuerza de trabajo. Uno de los atributos más contraproducentes de las economías de ingreso mediano es su tendencia a marginar a las mujeres limitando sus oportunidades educativas y económicas. Los beneficios pueden ser inmensos cuando se pone fin a esas prácticas. En Estados Unidos, por ejemplo, más de un tercio del crecimiento registrado entre 1960 y 2010 puede atribuirse a la menor discriminación racial y de género en la educación y la fuerza laboral.
Sin estos cambios, el ingreso per cápita de Estados Unidos sería ahora de USD 50 000, no los USD 80 000 actuales.
Una vez que un país ha logrado dominar tanto la inversión como la incorporación de tecnologías, está listo para la fase final: la innovación global. Corea del Sur se destaca en las tres categorías. En 1960 su ingreso per cápita era de solo USD 1200; a finales de 2023, este había subido a USD 33 000. Ningún otro país ha logrado un resultado como ese.
Corea del Sur comenzó con un conjunto simple de políticas para aumentar la inversión pública y estimular la inversión privada. Esas políticas se transformaron en la década de 1970 en una política industrial que alentó a las empresas surcoreanas a adoptar tecnología extranjera y métodos de producción más innovadores. Samsung, que alguna vez fue una firma de carácter local dedicada a producir pescado seco y fideos, comenzó a fabricar televisores utilizando tecnologías con licencia de compañías japonesas.
El éxito de Samsung impulsó la demanda de ingenieros, gerentes y otros profesionales calificados.
El Gobierno surcoreano aportó su granito de arena para ayudar a la economía a satisfacer esta demanda. El Ministerio de Educación, por ejemplo, estableció metas y aumentó el financiamiento para las universidades públicas con el objeto de colaborar en el desarrollo de las nuevas habilidades que buscaban las empresas nacionales. Los resultados están a la vista. En la actualidad, Samsung es una fuerza motriz de la innovación: es uno de los dos fabricantes de teléfonos inteligentes más grandes del mundo y el mayor productor de chips de memoria.
Para realizar las transiciones necesarias y alcanzar la categoría de ingreso alto, los Gobiernos de los países de ingreso mediano deben promulgar políticas de competencia que creen un equilibrio saludable entre las grandes corporaciones, las empresas medianas y las empresas emergentes. Los beneficios serán mayores cuando los encargados de la formulación de políticas se focalicen menos en el tamaño de la empresa y más en el valor que aporta a la economía, y cuando promuevan la movilidad ascendente de todos sus ciudadanos, en lugar de concentrarse en políticas de suma cero para reducir la desigualdad de ingresos.