Uno de los sinsentidos de la actual legislatura ha sido la eliminación de órganos autónomos, supuestamente para eliminar duplicidades con distintas secretarías de Estado y para liberar recursos, que se destinarían a apoyos sociales.
Ninguno de los órganos eliminados tiene gran peso en el presupuesto. Y todos tienen funciones específicas, diferentes a las que se realizan en las instituciones de gobierno. Varios de ellos -pienso en primer lugar en el INAI y el Coneval- fueron resultado de años de lucha ciudadana por tener un gobierno más transparente y una medición de la pobreza realizada con autonomía.
No se trata de hacer ahorros o de hacer eficiente el gasto público. Mucho menos, de acabar con órganos al servicio de las élites neoliberales. De lo que se trata es de concentrar el poder y de manejar a gusto la información. También se trata de complacer el revanchismo político del anterior presidente.
En esa lucha ciudadana por establecer organismos como el INAI y el Coneval, cosa curiosa, estuvieron presentes muchos de los mismos que hoy se han presentado como sus sepultureros. Al menos media docena de legisladores que hace 20 años defendieron aprobaron la creación del Coneval le acaban de dar la puntilla. Uno dirá: “la gente es dialéctica, sus opiniones cambian”. Otro responderá: “la opinión depende de si está en el poder o en la oposición”. Incongruencia… o un tipo muy especial de congruencia.
En particular resulta por lo menos extraña la desaparición del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Como el nombre lo indica, ese consejo no se dedica solamente a la medición de la pobreza, sino también a evaluar los efectos de las políticas públicas que buscan su disminución.
La innovación del Coneval fue que no sólo se dedicó a medir la pobreza a partir de los ingresos de las familias, sino a evaluar su evolución de acuerdo con distintos indicadores. Es decir, verla como lo que es: un poliedro complejo, con diferentes ángulos. El tema de los ingresos no es único: hay otro tipo de carencias y vulnerabilidades. Y es muy útil, para la política social, ver cómo se pueden superar rezagos en el acceso a la salud, a la educación, a la vivienda digna, a la alimentación y a la seguridad social.
En esa lógica, no sólo monitoreó la pobreza en sus distintas facetas, sino también las políticas destinadas a combatirla, tanto a nivel federal, como estatal y municipal. Verificó si se cumplían las metas y cómo se llevaba a cabo la inversión social. De hecho, sirvió como herramienta para mejorar las políticas públicas, y también para poner el dedo en la llaga de aquellas que fallaban.
Estas mediciones nunca han sido bien vistas por los grupos dominantes, tanto en los gobiernos anteriores como en los recientes. Pero han tenido la ventaja de proveer a la sociedad con verdades incómodas, y mantener la idea de que falta mucho por avanzar en el camino hacia una sociedad más igualitaria. El Coneval ha dado luz para ese camino.
Coneval no habrá pecado, pero sin duda fue incómodo para el gobierno de López Obrador que el organismo autónomo, al tiempo que señalaba la disminución notable de la pobreza por ingresos entre la población, aclarara que había habido un ligero aumento en la pobreza extrema (no se estaba atendiendo a los más necesitados) y advirtiera que, a la disminución de pobreza por ingresos correspondía un aumento severo en la vulnerabilidad social en materia de salud y educación. Lo que encontrábamos era una pobreza de nuevo cuño, resultado de la disminución de los prepuestos públicos en esos rubros, a cambio de los apoyos directos por diversas vías.
Hay distintas maneras de reaccionar a una crítica bien intencionada. Una de ellas puede ser analizar racionalmente las razones que están detrás de ella, y actuar allí en donde la crítica pudo haber sido certera. Otra es enfurecerse y ordenar acabar con el crítico.
Acabar con el crítico no resuelve el problema. Y es imposible solucionarlo sustituyendo la información compleja por propaganda. De ahí que sea necesario seguir analizando qué programas son efectivos para combatir la pobreza, y cuáles no lo son. Para ello, no basta con medir la pobreza (y hay múltiples formas para hacerlo, conozco algunas de ellas bastante jaladas de los pelos), ni basta con dar a conocer los resultados, sean buenos o malos.
Lo conducente es mantener el Coneval (o su equivalente) como una institución independiente, aunque sus funciones se adscriban a una secretaría de Estado (lo lógico sería la de Bienestar, más que el Inegi, que se encarga puramente de medir). De otra forma, por un capricho político y por la sed de revanchismo, el Estado mexicano se estará cercenando un instrumento muy útil para superar el rezago de la desigualdad, que es una de las tareas que este gobierno ha declarado como prioritaria.
Twitter: @franciscobaez