La Inteligencia Artificial (IA) se puede definir de varias formas, en general, podemos verla como un conjunto de sistemas capaces de realizar funciones similares a las de la inteligencia humana, como el razonamiento, la resolución de problemas o incluso la creación de nuevos contenidos, opera por medio de algoritmos, que básicamente son un conjunto de instrucciones que permiten a un programa realizar diversas acciones.
Todo avance tecnológico radical significa un rompimiento con el pasado, una revolución que cambia la forma en la que hacemos las cosas, son modificaciones tan profundas que producen cambios sociales; por ejemplo, la producción industrial hizo nacer al proletariado moderno.
En un sentido casi filosófico, estos avances tecnológicos, lo mismo la máquina de vapor que el teléfono celular, amplían las posibilidades al alcance de los seres humanos; lo que ni siquiera nos atrevíamos a pensar, se vuelve posible.
Así, tales manifestaciones técnicas o científicas, como la IA, se vuelven objetos de interés económico, pero también requieren una regulación legal e, incluso, pasan al debate público.
Claro, al principio estos avances son privilegios de unas cuantas personas afortunadas, si tiene usted edad suficiente, recuerde por ejemplo el surgimiento de los teléfonos celulares, y aquella canción de los Tigres del Norte que decía: “Y con mi celular en la mano/parezco romano de la antigüedad”; pero con el tiempo, al ver cómo esos nuevos ingenios facilitan o hacen más amena la vida, su acceso se empieza a reclamar como auténticos derechos.
El ejemplo es claro: el Internet, que en principio era privilegio de muy pocos, hoy se regula su acceso como un derecho humano.
Por eso los avances tecnológicos originan nuevos derechos
Nos está pasando lo mismo con la IA. Ya que se ha conocido, y dada la promesa de mejorar de forma exponencial diversos procesos, como la búsqueda de información, la creación de documentos, la toma de decisiones, etc., empezamos a reclamar su uso como una especie de Derecho. O al menos, que su uso se extienda en la burocracia para lograr una prestación de servicios públicos de mayor calidad.
¿Esto funcionará de esta manera? ¿de verdad la IA nos permitirá juicios más rápidos, procedimientos para obtener licencias o permisos más ágiles y, sobre todo, una reducción de los espacios para la corrupción o un funcionamiento público más respetuoso de los derechos humanos? De eso hablaremos en los siguientes artículos.