El pasado 5 de noviembre se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Estados Unidos con el triunfo de Donald Trump como resultado. Alrededor de 240 millones de ciudadanos estadounidenses se registraron como electores y, al final, cerca de 155 millones ejercieron su voto en las urnas o de forma anticipada vía correo. El resultado electoral fue contundente. Donald Trump ganó 312 de los 538 votos del Colegio Electoral y obtuvo el 49.9 por ciento de la votación popular, algo más de 77 millones de votos. En un sistema electoral distinto al nuestro, dos momentos que podrían calificarse de mero trámite separan a Trump de su llegada a la Presidencia de aquél país. El primero de ellos tendrá lugar el próximo 17 de diciembre y consistirá en la reunión que los 538 delegados del Colegio Electoral tendrán para emitir su voto y confirmar la voluntad de la mayoría del pueblo estadounidense. El segundo, el 6 de enero, cuando el Congreso de aquél país, Senado y Cámara de Representantes, certifique los resultados. A partir de ese momento, solo dos semanas separarán a Trump de su regreso a la Casa Blanca. Cuarenta días a partir de hoy. Una cuarentena para que el mundo se prepare.
Es cierto que Estados Unidos y la llegada de un presidente como Donald Trump determinan el destino del mundo, pues un solo hecho nunca será más grande que la suma del resto de condiciones políticas. Sin embargo, se trata del país más poderoso por fortaleza economía, poderío militar, influencia internacional y narrativa geopolítica y de uno de los presidentes norteamericanos más controversiales de la historia. Si bien no definen el futuro del planeta, Estados Unidos y su presidente sí inciden en el rumbo que aquél toma. Muestra de esto son las expectativas que el cambio de gobierno ha generado en torno a los conflictos armados entre Rusia y Ucrania e Israel y Palestina, como también lo es la incertidumbre de los inversionistas que esperan saber cuáles serán las posturas reales y no solo discursivas de Trump respecto de China. En este contexto es necesario sumar a México y el interés del próximo mandatario estadounidense por limitar al máximo los flujos hacia aquél país de personas migrantes, lo mismo que el tráfico de drogas, principalmente de fentanilo.
Si todo resulta como pinta, no será extraño que, desde su primer día como presidente, Donaldo Trump comience a emitir órdenes ejecutivas acordes a lo que desde su campaña ha venido declarando: cancelar el apoyo militar y financiero a Ucrania e imponer aranceles a la importación de productos provenientes de México, Canadá y China. China ha mandado señales para iniciar negociaciones en temas como el de los vehículos eléctricos, donde aquél país estaría dispuesto a compartir su tecnología a cambio de lograr inversiones conjuntas, en tanto que Justin Trudeau ha dejado en claro que “Canadá no es México” e incluso ya sostuvo una primera y al parecer muy amena reunión con Trump en el marco del Día de Acción de Gracias, probablemente la festividad más relevante para el pueblo estadounidense. Por otra parte, Zelenski y Putin confían en que Trump sirva como negociador para terminar el conflicto con las menores pérdidas para ambas naciones, en tanto que Netanyahu celebra el regreso al poder de su viejo aliado.
En este contexto y con este panorama, México y su gobierno tienen, a partir de hoy, cuarenta días para definir, diseñar e implementar una estrategia que vaya más allá de “tener la sangre fría” o responder con aranceles a los bienes que importamos de Estados Unidos. De un lado, es necesario tener totalmente abiertos los canales diplomáticos para los temas relacionados con la migración y trazar una ruta para renegociar lo que sea necesario de nuestro tratado comercial. Del otro, se requiere establecer una política interna de desarrollo económico que considere, incluso, posibles incentivos fiscales que mantengan a flote a los empresarios, al tiempo que permitan sostener un presupuesto de egresos como el que ya ha sido aprobado por el Poder Legislativo. Cuarenta días tiene la presidenta Claudia Sheinbaum para delinear la postura que seguirá nuestro país de cara a uno de los mayores retos que cualquier mandatario haya enfrentado tan temprano en su gobierno. Una cuarentena para conocer cuál será nuestro destino para los próximos años.
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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