El sábado pasado, en la primera edición de esta serie de artículos, el sábado pasado, abordé el concepto y las promesas de la Inteligencia Artificial (IA) en la administración pública. La aparente promesa de un mejor manejo de los asuntos públicos a partir de vedar puertas a la corrupción, acelerar los trámites y eliminar los fallos humanos.
Ahora toca ver las principales características de la IA.
En primer lugar, implica un sistema, por lo que es un conjunto de personas, máquinas y programas, no solamente de instrucciones o de software. Los humanos participamos en ella de diversas maneras, ya sea corrigiendo su funcionamiento o tomando las decisiones finales, como sucede por ejemplo con el uso de la IA en la medicina, donde puede sugerir un tratamiento pero es responsabilidad de la persona humana que la utiliza el indicarlo o no.
En segundo lugar, su funcionamiento se basa en algoritmos, bajo el uso de ejemplos que surgen de los datos de distintas bases a las que tiene acceso la IA; es a partir de estos datos que la IA opera y produce resultados, a los que arriba por medio de análisis estadísticos a partir de los patrones recurrentes. Ojo: esto quiere decir que lo que nos muestra la IA no es un resultado o producto netamente confiable, sino la mejor aproximación estadística.
En tercer lugar, es capaz de aprender a aprender, no solo repite. Por ejemplo, si usted tiene cuenta de TikTok, la aplicación, mediante una IA va conociendo sus gustos y le propone videos conforme los patrones que va detectando, su “algoritmo personal” se volverá más fino conforme mayores y más precisas sean sus interacciones. Así, la IA puede aprender que a usted le gustan las canciones norteñas, pero no los corridos tumbados, y obrará en consecuencia.
Pero recuerde que no es infalible. Por ejemplo, si le da “me gusta” a un video de Lalo Mora, posiblemente le proponga otro TikTok de Los Cadetes de Linares, dado que, siguiendo las probabilidades, es posible que a usted le guste; sin embargo, no tiene certeza de que sea así, por lo que usted, al decir “no me interesa”, ayudará al algoritmo a que, en un futuro, le haga propuestas más ajustadas a sus preferencias.
En cuarto lugar, por conducto del raspado, llamado “scraping”, obtiene información del Internet, de múltiples y diversas bases de datos. En quinto lugar, su actividad se realiza mediante solicitudes que, a diferencia de los buscadores clásicos de Internet, que funcionan a través de las palabras, se realizan mediante los llamados “prompts”, que contiene peticiones muy concretas; por ejemplo, no es solamente buscar en Google “formato de contrato de arrendamiento”, sino directamente instruir a la IA para que realice un contrato de arrendamiento, con los nombres de las personas que participan en él, los datos del inmueble, precio, etc.
Como podemos observar, no hay duda que la IA es una herramienta muy poderosa. Y mire usted, seguramente tiene usted una en su mano, pues si utiliza Messenger o WhatsApp, ya tiene usted instalada en su teléfono la IA Meta. ¿Ha jugado con ella? Hágalo, será una experiencia muy instructiva.