Confundido entre sus deberes espirituales y el nacionalismo como una expresión emocional de la bondad necesaria para considerarse un buen mexicano y hasta un buen guadalupano, ahora cuando hasta la titular del Poder Ejecutivo ha puesto en sus faldas la imagen de la morenita (la otra), el penitente le abre el pecho a su confesor y le dice contrito:
--Acúsome padre, no logro ponerle a mi epidermis la textura del gallináceo tegumento exterior…
--¿Cómo?, pregunta el penitenciario sorprendido por tal gongorismo. No entiendo.
--Padre, no se me pone, pues, la piel de gallina. No consigo ponerme “chinito”, de emoción solidaria con los mexicanos del otro lado, con los migrantes, pues, con los emigrados, los desterrados por la necesidad, los desarraigados por la miseria. Esos a quienes el gobierno les llama ahora héroes, como si se tratara de los niños cadetes de Chapultepec o el cura de Carácuaro, usted sabe de eso. Bueno, no me conmueve ni la canción mixteca del maestro López Alavés,
--¿Y por qué se te debería enchinar el pellejo, hijo mío, si se me permite tan plebeya expresión frente a tus congojas y conturbaciones?
--Pues déjeme, padre, le explico. Permítame.
--Hace unos días la señora presidenta (con a), nos habló muy emocionada sobre los mexicanos del otro lado de la frontera, algunos de los cuales regresan a México en esta temporada navideña o de fin de año, con grave riesgo de asaltos, extorsiones, vejaciones y abusos, como si los padecimientos del otro lado de la línea no fueran suficientes. Y todo eso en medio del clima expulsor de las advertencias inhumanas del futuro presidente de Estados Unidos.
“Bueno, pues a ellos se les has llamado héroes de la patria y como un homenaje a su heroísmo y su patrocinio (envían más de 50 mil millones de dólares en remesas muy sufridas), se les ha escrito un himno, padre. Yo me imagino la intención detrás de tan lírico y musical tributo a su grandeza heroica, pero no sollozo conmovido.
“Si ante cualquier amago, amenaza o intento agresivo del exterior, especialmente del yanqui abusivo, la patria se salva con nuestro glorioso himno nacional (no importa si se hizo bajo el patrocinio de Santa Anna), los migrantes se pueden remediar cantando o silbando este arrebato de poesía hogareña, inspirada obra del colectivo “ Legado de Grandeza”, junto a la cual Juan de Dios Peza habría palidecido; y no digo sólo Peza, hasta Aguirre y Fierro, con el “Brindis del bracero” u Octavio Paz con el “Laberinto de la Necedad”
“Y si me permite padre, le recito, como si fuera un salmo, la inspirada letra de tan importante y trascendente himno cuya entonación le produjo (y aquí está el meollo de mi pecado insolidario) el erizamiento de su piel, a nuestra señora Ejecutiva según nos confesó emocionada durante la “Conferencia del pueblo” como se llama ahora a una simple reunión con los medios.
Helo aquí:
“De donde soy no nos rajamos
“Cualquier tierra la trabajamos
“El sacrificio jamás es en vano
“Que hasta al espacio hemos llegado
“Where we are from no nos rajamos
“And what dream of lo realizamos
“Gran paisano hermano amigo
“Soy mexicano
“Cambiamos de lugar no de bandera
“Verde, blanco, rojo lo llevo en las venas
“Como el águila volamos sin fronteras
“Rompemos la malla que separa tierras
“Y nacimos con legado de grandeza
“Extraño mi rancho también mi familia
“Mi pueblo querido que no se me olvida
“Aunque de este lado me trajo la vida
“Siempre para Adela como Pancho Villa
“Y cambiamos de lugar no de bandera
“Verde, blanco, rojo lo llevo en las venas
“Como el águila volamos sin fronteras
“Rompemos la malla que separa tierras
“Y nacimos con legado de grandeza
“A nuestras mujeres y madres migrantes, un ejemplo de fuerza y valor y “¡Qué viva México!
“Y aunque el acta diga americano
“I am puro mexicano
“Y cambiamos de lugar no de bandera
“Verde, blanco, rojo lo llevo en las venas
“Como el águila volamos sin fronteras
“Rompemos la malla que separa tierras
“Y nacimos con legado de grandeza.”
--¿Entonces, padre, merezco grave penitencia o quizá excomunión por no sacudirme las entretelas cardiacas con estas inspiradas e inspiradoras letras en favor del nacionalismo no de la derrota sino de la grandeza? ¿Por qué si somos tan grandes resultamos tan pequeños, padre?
“A mí me debería emocionar eso de volar como águilas (¿será el tricampeonato del América?), pero el tal himno me produce algo así como para la otra Lupita, la D’Alessio porque no siento nada al oírlo contigo.
--¿Estoy mal, padre, soy un apátrida y de rebote un “amátrida”?
“Pues quién sabe, mi estimado presbítero. Le pido de antemano perdón por abusar del confesionario, pero necesitaba desahogarme con alguien esta honda sensación de culpa, y le digo más, tampoco me conmueven las palabras del señor canciller Don Juan Ramón de la Fuente a quien debería quizá consultar en su condición de psiquiatra consumado, a ver si me halla la flojedad de los tornillos, pero estos conceptos suyos (de él, no suyos señor cura), nomás me dejan helado. No veo ni una sílaba de solución frente a la política estadunidense. Es más, parece un remedio superficial ante lo inevitable:
“--Primero, la estrategia de defensa legal para todas y todos nuestros paisanos. No están solos, no van a estar solos (lindo, che, diría Evita Perón), y tenemos las asesorías jurídicas necesarias para que, si se requiere, puedan hacer valer sus derechos...”
¿Perdón, pero esto persuadirá al señor Trump?
--“Y mire padre, dice el señor secretario de Relaciones Exteriores, vamos a agilizar los trámites, “a través de un sistema de digitalización de documentos oficiales que van desde actas de nacimiento hasta actas de defunción”.
Bueno esto último será muy útil para no hacer esperar a los muertos, ¿verdad?
“En fin padre. Me confieso un Arrio frente a la 4-T y las emociones facilitas con tan frecuentes invocaciones a la patria, la grandeza y todo ese rollo. Y le pido por favor, ¿podría darme la absolución? ¿Padre, padre?
El frustrado penitente no se había dado cuenta.
Un rato atrás el sacerdote, aburrido y sigiloso, se había escapado del confesionario.