Este año fue electoral. Inició con la competencia por la presidencia con dos candidatas fuertes y un comparsa. Dos coaliciones y un partido ambivalente y concluirá con un nuevo gobierno que consiguió una mayoría holgada para que su mandato fuera incuestionable por la oposición y una sobre representación en el Congreso para hacer las reformas constitucionales necesarias para imponer su proyecto de país, sin recurrir a ningún consenso.
2024 es el año de la reforma judicial y la tercera desintegración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en menos de una centuria. Es el año de la reconcentración constitucional del poder estatal en el titular del Ejecutivo con la desaparición de 3 organismos constitucionales autónomos, INAI, COFECE e IFT, la desaparición del CONEVAL y la transformación del MEJOREDU y de las dos comisiones reguladoras coordinadas en materia de energía en órganos sin autonomía constitucional. Es el año del llamado segundo piso de la 4T y el resurgimiento del régimen de partido hegemónico en el que Morena es un aparato electoral del gobierno y la única vía efectiva para el acceso al gobierno.
Sin embargo, 2024 ¿es el fin de un gobierno? o ¿es la continuación del mismo con otro rostro, con otro estilo de gobernar? La idea de que la presidenta Sheinbaum no decide es indemostrable. El hecho evidente es que los principales espacios políticos están ocupados por fieles a AMLO y esto da pie a conjeturas, pero las caras largas de Ricardo Monreal y Adán Augusto a su salida de Palacio Nacional, después del regaño por su pleito ventilado en los medios de comunicación, dejan ver quien manda.
El pilar fundamental de un régimen de partido hegemónico es una presidencia fuerte, que concentre las decisiones y asuma las responsabilidades de lo que sucede en el país. El análisis de que vivimos un obradorato como el maximato de Calles sobre Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez es equivocado. Las excesivas menciones a su antecesor por la presidenta mandan mensajes equívocos sobre la influencia que se ejerce sobre ella desde Palenque, pero es incuestionable que son útiles para consolidar el poder de Sheinbaum. ¿Es sincero el reconocimiento al ex presidente? Es imposible saberlo.
2024 no era un año propicio para las purgas políticas. Seguramente habrá tiempo suficiente en el sexenio para desplazar a quienes no reconozcan la autoridad de la presidenta o no se plieguen a su estilo de gobernar. Muchos de los que están en el escenario político morenista tienen la cola suficientemente larga para renunciar a sus ambiciones y disciplinarse a las órdenes de Palacio Nacional. Otro pilar de un régimen de partido hegemónico es la impunidad como premio al apoyo a la unidad y el voto de Yunes Linares en el Senado, para lograr la mayoría calificada en la reforma constitucional de los poderes judiciales, es el botón de muestra perfecto de que esto será así en los próximos años.
2024 dejó a una oposición aturdida, pero igual que como inició el año: sin proyecto y sin talento políticos. La dirigencia de los partidos políticos parece que todavía no se han enterado que perdieron, que fueron arrollados por una maquinaria electoral al servicio del gobierno, sin que hubiera ninguna limitación a los excesos en gastos de campaña, el uso de recursos públicos o el aprovechamiento de las ventajas de ser autoridad impuestos por el INE o el Tribunal Electoral. Su parálisis frente a la reconcentración del poder proviene de su propia falta de legitimidad y representatividad entre sus afiliados y simpatizantes, ya que en ninguno de los partidos de oposición hubo transparencia y democracia en la elección de las candidaturas a diputados, senadores y gobernadores, ni en la renovación de su dirigencia.
2024 plantea a la juventud una instancia única para hacer política y acceder a la función pública: Morena. Este es el tercer pilar del régimen de partido hegemónico. No importa la ideología, ni los valores de quien tenga vocación por trabajar en la administración pública, sólo aquellos que públicamente manifiesten su apego al oficialismo serán incorporados a las labores de gobierno en las distintas instancias que controlan. Esto me recuerda 1976, cuando el candidato triunfante, con el 99% de la votación electoral efectiva, tomaba posesión agradeciendo a su amigo y mentor, Luis Echeverría todo el apoyo brindado en su ascenso al poder y los jóvenes no tenía otra opción política efectiva más que el PRI. 12 años después habría un poco de pluralidad política y tardaría 24 años la alternancia democrática.
2024 es el año del fin de un gobierno sexenal, pero la continuación de un modelo de gobierno que concentra el poder en el titular del Ejecutivo. Es el año del regreso por la vía electoral del presidencialismo sin límites, ni controles efectivos en México.
Profesor de la Universidad Panamericana
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