En estos tiempos, las celebraciones que vivimos en torno a la Navidad y al Año Nuevo son momentos propicios y especiales que nos motivan a adentrarnos a nuestro templo interior, es decir, aquel espacio intangible, pero tan perceptible cuando conectamos con nuestra esencia divina, la cual nos facilita las respuestas y verdades que necesitamos para redirigirnos con rumbo a nuestro destino que está lleno de metas, sueños, anhelos y buenos deseos.
El eterno presente nos obliga a mantener nuestra atención en él, es decir, tener los ojos puestos en el futuro con nuestros propósitos y el recuento de los días andados, como el “Cuento de Navidad” de Charles Dickens y el recorrido de una noche del señor Scrooge por el pasado, presente y futuro, pero a diferencia de los fantasmas de Dickens, el presente es inminente, es el conductor asiduo muchas veces olvidado. ¿Y a qué me refiero al decir muchas veces olvidado? Deseamos tener salud, pero los hábitos están atrapados y contaminados por vicios, vicios a la comida procesada, harinas y azúcares refinadas, edulcorantes, exceso de carbohidratos, sodio, grasas saturadas, la lista es larga, aunque otra forma de vicio son los emocionales como el enojo, la ira desenfrenada, la tristeza, el miedo, los duelos no conclusos, las amarguras o envidias y olvidamos que es en el presente donde vamos forjando nuestro futuro.
Entre tantos deseos y propósitos, centremos nuestra atención en la salud, ya que el próximo año será el de la revelación y confirmación de muchas mentiras sobre la pandemia y las medidas adoptadas para afrontarla, todo derivado de los cambios políticos en EUA y de la afrenta de la nueva administración contra la OMS que, independientemente del debate político, será obligado a dudar cada vez más de los grandes laboratorios, farmacéuticas y autoridades sanitarias. Ante este escenario, hay que regresar a las respuestas que otorga el eterno presente, la decisión del momento que puede hacer la diferencia no sólo, por ejemplo, con los actos de bondad con los que Scrooge elige vivir sus navidades al final de la noche y las visitas de los fantasmas que transforma su funesto futuro, sino también con la elección consciente de fortalecer nuestro sistema inmune como hábito diario con la alimentación y el ejercicio, no esperar o confiar en futuros experimentos de vacunas o escapar de la pantalla a través de la realidad que ofrece la naturaleza o con la desintoxicación de la ansiedad simplemente respirando el presente.
Finalmente, el destino tiene que ver con la trascendencia en su interpretación filosófica como ascender o ir más allá de los límites del conocimiento, la enseñanza de Jesús de hallar en el amor al prójimo a Dios. El amor espiritual es medicina que permite sembrar en la eternidad los más maravillosos recuerdos, la dopamina y serotonina que a toda alma de bien ayuda a liberar a otra alma.
A todos mis lectores les agradezco, de corazón, el acompañarme un año más, espero hayan tenido una Navidad llena de bendiciones y alegrías, les deseo salud plena para este 2025.
Agradezco también a mi compañera de vida, Adriana Colibrí Morales, una gran doctora en medicina alternativa y complementaria, por darme la certeza, paciente tras paciente, que es posible otra forma de sanar.