A finales de 2019 surgió un nuevo virus de la familia de los coronavirus que fue bautizado como SARS-CoV-2 por causar una infección respiratoria grave (Severe Acute Respiratory Syndrome) y el número 2, porque ya existía un virus similar previo que causó una pequeña epidemia de SARS años atrás. En este caso, sin embargo, por una mutación, el virus adquirió la capacidad de infectar humanos e internarse en las células a través de interaccionar con la enzima convertidora de angiotensina 2, una proteína de membrana celular que está particularmente presente en las células de las vías respiratorias.
La enfermedad fue etiquetada como zoonosis porque, al parecer, el virus mutó en algún animal y de ahí, en el mercado de peces de la ciudad de Wuhan, en China, pasó al ser humano. Como el primer reporte oficial de 27 casos fue el 31 de diciembre de 2019, la enfermedad causada por el SARS-CoV-2 pasó a llamarse COVID-19 (COrona VIrus Disease). Por un día más hubiera sido COVID-20. El 10 de enero de 2020 se reportó la primera muerte y el 11 de marzo fue declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud. A la fecha hay más de 700 millones de personas que han sido diagnosticadas con COVID, más de 7 millones de muertes oficiales y probablemente cerca de 20 millones de muertes detectadas por el exceso de mortalidad, por lo que, sean o no por COVID, son consecuencia de la pandemia.
La pandemia sacó a la luz lo mejor y lo peor de los seres humanos. Lo mejor fue la solidaridad mostrada por millones de personas a nivel individual y muchísimas empresas que hicieron grandes donaciones para enfrentar la pandemia. Lo mejor fue también la respuesta de la ciencia. Para el 10 de enero de 2020, el virus ya se había secuenciado y se desarrollaban en ese mismo momento estrategias para la generación de vacunas, las cuales, se empezaron a aplicar en menos de un año, hacia finales del 2020. A la fecha se han aplicado más de 16 mil millones de dosis, dos veces la población mundial, con lo cual se logró apagar la pandemia y evitar millones de casos y de muertes. Se generaron rápidamente pruebas útiles para detectar la presencia de COVID, primero mediante PCR del RNA del virus y después las pruebas rápidas que detectan la proteína. Hoy casi todos los casos de COVID-19 son una gripa de leve a fuerte, pero sin la mortalidad inicial, la cual pasó en cifras oficiales en nuestro país de 128,061 defunciones en 2020 a 690 en 2024.
Lo malo fue la demostración de ignorancia e incompetencia por parte de gentes en el poder y por un sector de la población que gusta de negar lo evidente. Imposible olvidar el “detente” como estrategia anti-COVID, la negativa a utilizar cubrebocas y a realizar pruebas para detectarlo en forma extensa y la declaración de lo mucho que convino la pandemia a ciertos personajes que les vino como “anillo al dedo”. Una vergüenza la utilización indiscriminada de medicamentos sin prueba alguna de su utilidad. Un sector de la población vaticinaba miles de muertes por las vacunas.
Lo peor es ahora darnos cuenta de que no aprendimos nada. La pandemia nos encontró con un sistema de salud ineficiente que no pudo hacerle frente de forma adecuada y hoy, tenemos un sistema con las mismas carencias que hace cinco años, pero con una deuda enorme y que enfrenta un considerable recorte de recursos para el 2025. Estamos preparando el terreno para que la próxima pandemia nos encuentre más desprevenidos.
Dr. Gerardo Gamba
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e
Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM