Los deseos son actos volitivos. Los buenos deseos son expresiones de afecto y amistad, que se manifiestan en momentos especiales como el inicio de un año, una aventura, un viaje, un trabajo o un gobierno al término de un ciclo. El deseo es el renacimiento de la esperanza de que el futuro puede ser mejor. En otro sentido, los deseos son pretensiones de obtener o recibir algo y es legítimo querer lo que no se tiene, siempre y cuando no se afecten los derechos de los demás o se les compense.
En los últimos años en México, el debate sobre la pertinencia de la promoción de una política industrial ha resurgido y se ha propuesto como herramienta del gobierno para impulsar un desarrollo económico sostenible y competitivo, bajo el principio que el apoyo explícito (narrativa) más canalización de recursos a un sector son indispensables para aprovechar el potencial del país y superar en tamaño del PIB y bienestar de las personas a países como Reino Unido, Alemania y Japón.
Sin embargo, hay un enorme riesgo en el deseo que México sea una de las diez economías más grandes del mundo (actualmente somos la décimo segunda). El riesgo consiste en que más que una política industrial que aproveche las circunstancias favorables, en su lugar, se formule un listado de buenos deseos para los diversos actores económicos.
Hay que ser precavidos porque las oportunidades y amenazas que se están presentado por la relocalización de los procesos productivos por razones geopolíticas nos hace desear mayor integración global, aprovechando la experiencia mexicana en su participación en mercados internacionales, con una amplia derrama económica más inclusiva, homogénea regional y sectorialmente, con un mayor contenido nacional en las manufacturas de exportación y expansión del bienestar social con base en la innovación, la mayor productividad y la reducción de la informalidad económica.
Suscribo todos los documentos que propongan que haya una política industrial de largo plazo, que articule los esfuerzos, valore las capacidades de expansión, genere y consolide ventajas comparativas dinámicas para la competencia internacional, fortalezca el mercado interno, establezca redes de interconexión entre los sectores de la economía, vincule la academia con la industria, distribuya ampliamente las oportunidades y recursos entre las grandes, medianas, pequeñas y micro empresas y así como la riqueza en forma holística, equitativa y justa.
En ese sentido, es suscribible el Plan México, que es la estrategia nacional de industrialización y prosperidad compartida, cuya misión es elevar el contenido nacional y regional en sectores estratégicos, crear empleos bien remunerados, incrementar el valor agregado de la procedería local, desarrollar las vocaciones regionales e impulsar la integración regional del continente. Las metas son todas deseables y las acciones consistentes en publicar decretos, crear programas, emitir reglas, generar esquemas de inversión, crear redes de colaboración, iniciar trabajos, promulgar la Ley Nacional de Simplificación y Digitalización, llevar a cabo mesas semanales de revisión de avances de inversiones y firmar acuerdos son viables, pero se puede afirmar que ¿son elementos de una política industrial exitosa?