Se pensaba que no sucedería hasta el año próximo, pero en 2024 la tasa de fertilidad a nivel global cayó por debajo del nivel de reemplazo. En otras palabras, el promedio de alumbramientos por mujer es, por primera vez en la historia, inferior a 2.1. Esto significa que, en los próximos años veremos una declinación en el número de humanos que habitamos el planeta. Esta declinación no es inmediata debido a que, al haber aumentado el tiempo de vida promedio de la población, todavía son más las personas que nacen que las que mueren. Pero la tendencia está ahí.
Es indudable que esa tendencia es desigual en diferentes regiones del mundo. Mientras que la caída es muy significativa en Europa, Japón y Corea, y es evidente en casi todas las Américas y buena parte de Asia, hay otras zonas del planeta en las que sigue existiendo un boom poblacional. El caso más notorio es el África subsahariana, aunque también aplica para partes importantes del Medio Oriente y de Asia central. En términos generales, hay una correlación directa entre altos niveles de bienestar socioeconómico y bajas tasas de fertilidad. En otras palabras, las zonas en donde la población se sigue multiplicando con velocidad se caracterizan por baja escolaridad, menor acceso a los métodos de control natal, normas culturales tradicionales y utilización de menores de edad como fuerza de trabajo en apoyo a la familia.
Hay dos maneras de entender los problemas que genera este asunto, dependiendo de los plazos en que nos fijemos. Las dos se traducen en retos, cambios obligados y complicaciones para las distintas sociedades y para el mundo. Más ahora, con una economía globalizada y barruntos para poner coto a esa globalización.
En el corto y mediano plazos, está muy claro que las naciones con altas tasas de fertilidad seguirán expulsando población. En todas ellas, pobres de por sí, habrá crecientes presiones para hacer frente a las necesidades, también crecientes, de educación, servicios básicos y empleos, sin que existan, por lo general, las condiciones económicas para hacerles frente. Por el contrario, las áreas con bajas tasas de fertilidad se enfrentarán -o ya lo hacen- al problema de que su fuerza de trabajo disminuye, mientras que la demanda de servicios sociales de parte de la población envejecida crece rápidamente.
La respuesta simple y aparente es la migración de población de las regiones con altas tasas de crecimiento poblacional hacia las que requerirán, en principio, más fuerza de trabajo. Pero esa respuesta no toma en cuenta otros factores, como el bajo nivel de escolaridad de las zonas que expulsan migrantes respecto a las necesidades de las que los podrían acoger, las diferencias culturales -que pueden ser notables- y las implicaciones políticas de tener sociedades con ciudadanos con plenos derechos conviviendo con grandes grupos de trabajadores que no gozan de todos ellos, en particular de los derechos políticos. Si a esto agregamos los cambios en los mercados ocupacionales derivados del avance tecnológico, entenderemos que estamos ante un acertijo bastante rebuscado.
En casi todos los países ricos cuyas economías requerirían teóricamente más fuerza laboral hay fuertes presiones políticas en contra de la migración. Entre las razones que lo explican están: 1. La existencia de un sector de la población que se ha visto desplazado de antiguas seguridades: la del trabajo seguro y de por vida (ahora inexistente porque esa industria tradicional está a la baja, o precarizado por las nuevas condiciones laborales). 2. El miedo, ocasionalmente justificado, pero a menudo teñido de racismo, a que las diferencias culturales acaben con un modo de vida al que estaban acostumbrados. 3. El pulsante nacionalista, apretado por los políticos populistas de todos los colores, que tiene también un toque de nostalgia por un pasado que de todos modos no volverá. Las oleadas de migrantes chocarán contra diversos rompeolas… pero seguirán. El caso es que, en el camino, se crearán diversos choques políticos y culturales.
En el largo plazo, los cambios tecnológicos apuntan a que las necesidades de fuerza de trabajo de parte de las empresas no crecerán tan rápidamente como la producción y la productividad. Es parte de una tendencia centenaria a depender menos del trabajo presente y más del capital. Al mismo tiempo, la desconexión física entre los espacios de trabajo tiende a seguir creciendo, con el trabajo a distancia cada vez más común.
Esta dinámica puede terminar llevándonos a un mundo todavía más dividido: por un lado, menos personas empleadas, pero mejor pagadas, que pueden incluso vivir fuera de sus países por comodidad propia; por otro, una cantidad siempre elevada de personas con empleos precarios, parciales o inexistentes, que dependen de ayudas sociales de distinto tipo para arreglárselas; por un tercero, un ejército de gente que busca desesperadamente huir de la miseria o de la guerra a través de la migración, y que suele encontrar puertas cerradas. La nueva sociedad mundial de los tres tercios.
A todo esto, México es una suerte de microcosmos y un lugar clave en esta dinámica. Acaba de cruzar el umbral de la tasa de fertilidad por debajo del reemplazo, pero su población -todavía joven- seguirá creciendo por varios lustros. Tiene los tres tipos de población reseñados en el párrafo anterior, con el agregado de que por su territorio pasan, en busca del sueño americano, contingentes de migrantes de naciones cuya población sigue creciendo y que no tienen oportunidades en sus países. Y se enfrenta, desde ya, al torbellino xenófobo y antiinmigrante del próximo presidente Trump. Serán, desgraciadamente, tiempos interesantes.
Y bueno, parece que el tema migratorio debería de estar entre las prioridades, no sólo retóricas, del gobierno de Sheinbaum. ¿Lo está?
Twitter: @franciscobaez