Algo se está moviendo, para bien, en Chiapas. Durante todo el sexenio pasado la autoridad estatal se limitó a voltear para otro lado mientras las bandas del crimen organizado se empoderaban. El resultado fue la proliferación de grupos armados que condujeron al estado al caos de la violencia. La presión de los migrantes, las bandas criminales apoderándose de las rutas de acceso al país para extorsionarlos, alcaldes y policías locales cómplices, limitándose a pasar por su pago, y el gobierno estatal que tiró la toalla a las primeras de cambio, conformaron un escenario dantesco.
El nuevo gobierno, encabezado por Eduardo Ramírez, opera bajo el lema de “aquí nadie tiene miedo” lo que supone un cambio diametral con respecto a su antecesor Escandón que estaba paralizado de temor o complicidad, que es peor. Ramírez puso en marcha un programa denominado “Cero Impunidad” que tiene como propósito que los delincuentes no se salgan con la suya y enfrenten ante un juez las consecuencias de sus actos. Al decirlo suena sencillo, pero llevarlo a la práctica es complejo y riesgoso. Es un programa al que según información oficial se han sumado las herramientas tecnológicas de última generación, además de un aumento sustantivo a los salarios de los elementos de seguridad y un atractivo sistema de bonos para ministerios públicos y fiscalías que mejoren su rendimiento.
Ya se detectan las primeras señales de confianza en la autoridad, lo que sin duda es un logro importante. Ya se investigan homicidios, feminicidios, extorsiones, robos, asalto en carreteras. Entre los logros más visibles de los últimos días está el rescate de la población de Frontera, Comalapa, que se había convertido en un paraíso de gánsteres. Se encontró en la población una verdadera base criminal con un arsenal descomunal y un taller donde se fabricaban los “monstruos”, esos vehículos con blindaje artesanal que siembran el terror en caminos y brechas. Dentro del arsenal se confiscaron municiones para drones, lo que da idea de que los malandros operaban a sus anchas con el presidente municipal como parte de la organización criminal. Había, aunque usted no lo crea, más de 50 cabezas de ganado que los delincuentes robaban de los ranchos vecinos. El grupo criminal, que huyó al acercarse la autoridad, tenía secuestradas a ocho personas, entre ellos hondureños y guatemaltecos.
Chiapas ya no será santuario de criminales, ahora tendrán que estar a salto de mata. Ojalá el impulso persista varios años y la coordinación entre elementos de seguridad estatal y fuerzas federales no decline. El fiscal del estado, Jorge Luis Llaven, se comprometió a continuar hasta devolverle la paz a cada rincón del estado. No habrá corrupción en el proceso. Para evitar el regreso de los bandoleros, un grupo de las Fuerzas de Reacción Inmediata, Pakal, se queda en la comunidad de Frontera Comalapa. Pakal es el nombre de un legendario gobernante de Palenque cuya historia se relata en el Templo de las Inscripciones.
Que haya comenzado un cambio no quiere decir que la meta esté cerca. Quiere decir que la voluntad política mueve la maquinaria del gobierno para cumplir con la primera responsabilidad de cualquier autoridad: brindar seguridad a la población. El pasado gobierno dejó la entidad al borde de una guerra civil y a pesar de eso el exgobernador recibió un inopinado premio político y ya es cónsul en Miami. No rinde cuentas ni de su ineficacia ni de sus complicidades. El programa de Cero Impunidad del gobernador Eduardo Ramírez podría poner en la mira en los funcionarios del pasado inmediato que le dejaron una herencia maldita