Opinión

Progreso en materia de reducción de la pobreza y otros objetivos de desarrollo

Pobreza en México

El año pasado, las instituciones multilaterales representaron alrededor del 20% del volumen de deuda externa a largo plazo de las economías en desarrollo, cinco puntos más que en 2019.

La Asociación Internacional de Fomento (AIF) del Banco Mundial representa ahora casi la mitad de la ayuda para el desarrollo que las instituciones multilaterales destinan a los 26 países más pobres. Y en 2023, el Banco Mundial representó un tercio de las entradas netas totales de deuda a los países elegibles para la AIF: 16.700 millones de dólares, más del triple del volumen de hace una década.

Estos acontecimientos reflejan un sistema financiero quebrado. Como el capital –tanto público como privado– es esencial para el desarrollo, el progreso a largo plazo dependerá en gran medida de que se reinicien los flujos de capital que beneficiaron a la mayoría de los países en desarrollo en el primer decenio de este siglo. Pero el equilibrio riesgo-recompensa no puede seguir tan desequilibrado como lo está hoy, en el que las instituciones multilaterales y los acreedores gubernamentales soportan casi todo el riesgo mientras que los acreedores privados se llevan casi todas las recompensas.

Cuando en 2022 y 2023 las tasas de interés mundiales se dispararon, lo que provocó un aumento de la carga de endeudamiento en los países más pobres, el Banco Mundial siguió su práctica habitual, pasó de otorgar préstamos a bajo interés a otorgar donaciones a los países con alto riesgo de crisis.

También aumentó su financiamiento general para esos países, generalmente con generosos plazos de reembolso que oscilaban entre 30 y 50 años. Pero los acreedores privados se retiraron, y las altas tasas de interés los compensaron con creces por los riesgos de inversión que habían asumido.

En ausencia de un sistema global predecible para la reestructuración de la deuda, la mayoría de los países en dificultades optaron por aguantar en lugar de declararse en suspensión de pagos y correr el riesgo de quedar aislados indefinidamente de los mercados de capital globales. En algunos casos, la nueva financiación que llegaba del Banco Mundial se volvió a utilizar para pagar a los acreedores privados.

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