La Universidad Nacional Autónoma de México puede ser vista desde distintos enfoques y perspectivas. Se trata de la institución de educación superior más grande y añeja de nuestro país. Es el centro que concentra la mayor parte de la investigación que se realiza en México. Es un espacio para la difusión de prácticamente todas las manifestaciones del arte y la cultura. Es un mosaico en la que todas las ideas se ven reflejadas y que muestra la pluralidad del pensamiento de la sociedad. Es un cúmulo de conocimiento y visión crítica sobre la historia y el porvenir de México y el mundo. Es la oportunidad para que miles de jóvenes construyan una senda que les permita arribar a un mejor destino que el de sus antepasados. Es el encuentro centenario de millones de personas que se han formado en sus aulas, recreado en sus jardines, encontrado en sus libros y consolidado en sus auditorios. La Universidad Nacional es eso y tantas cosas más como cada una de las personas que ha pasado por ella decida.
Entre todo y entre tanto, la Universidad es lo que es gracias a distintos elementos que la componen. Es la libertad más absoluta reflejada en cada cátedra que se imparte y en cada investigación que se desarrolla; es el respeto a la diversidad y la tolerancia a la diferencia que sirven como fundamento para la discusión de las ideas; es el humanismo que deriva de entender el papel que juega de cara a la nación y de frente a la sociedad; es la ética de comprender la responsabilidad que se lleva a cuestas cuando uno de asume como parte de su comunidad; es el pensamiento crítico que motiva a perseguir el progreso y el desarrollo basado en evidencia y despojado de dogmas. Es, como resultado de la suma de todo lo anterior, su autonomía alcanzada por la lucha encabezada principalmente por sus estudiantes en 1929 y confirmada por la promulgación de su Ley Orgánica el 6 de enero de 1945.
A lo largo de los últimos ochenta años, la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México ha se ha convertido no solo en un instrumento normativo que da sustento legal a la institución y que establece su naturaleza jurídica, sino en el repositorio de los principios y valores a partir de los cuáles se entiende a la universidad pública. Allí se consagran la libertad de cátedra e investigación, la autodeterminación de sus formas de organización interna, así como la capacidad para impartir estudios de bachillerato y de nivel superior. En ella se encuentran, también, los fines que le asigna el Estado, como son la formación de profesionistas útiles a la sociedad, el desarrollo de investigación –prioritariamente aquella que atienda las condiciones y problemas nacionales –, así la difusión más amplia respecto de los beneficios de la cultura.
En un país cuya cultura jurídica está basada en buena medida en crear y modificar normas a contentillo de las modas y las coyunturas políticas, la Ley Orgánica de la Universidad tiene la característica de haber gozado, durante ocho décadas, de la mayor estabilidad. Ello no es producto de la casualidad, ni mucho menos del acuerdo político, sino del entendimiento cabal que la Universidad Nacional Autónoma de México ha tenido de su función como parte del Estado, así como del principio de la autonomía como condición sine qua non de su funcionamiento y elemento esencial de su existencia. La Ley Orgánica ha sido tan estable porque los universitarios hemos sabido entender la trascendencia de la autonomía y la hemos ejercido de manera responsable y decidida.
A ochenta años de su promulgación, la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México no solo es una norma vigente, sino vigorosa, gracias a la autonomía que las y los universitarios hemos entendido, entre tantos tan relevantes, como el más relevante de sus principios y pilares. Hoy, como siempre, toca defender la autonomía que consagra nuestra Ley, pues en ella va la esencia misma de la Universidad y de la función social que la nación le ha asignado. La efeméride no puede limitarse al recuerdo y la conmemoración de un hecho histórico, sino que debe de ser motivo para la defensa permanente de la autonomía. En 1929 correspondió luchar por obtenerla y en 1945 tocó el turno de perfeccionarla y plasmarla en una norma. Hoy nos corresponde defenderla, en todo momento y en cada espacio, a través del ejercicio permanente de la libertad, la igualdad, la ética, la inclusión, el orgullo, la pluralidad y la dignidad de sabernos universitarias y universitarios. ¡Goya, Universidad!
Profesor y titular de la DGACO, UNAM
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