Opinión

Biden...sostiene.

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Oriente Medio El presidente Biden anuncia el acuerdo este martes en la Casa Blanca (Octavio Guzmán/EFE)

Hemos puesto mucha atención en uno de los significados de la segunda llegada de Trump. Sabemos que constituye un episodio radical de distorsión y alteración de la democracia en Estados Unidos y, en esa dirección, un ejemplo extremo para el resto del mundo. Sin embargo, también entraña otra definición -otra radicalización, más ampliamente- del propio capitalismo, hacia una forma de economía más descontrolada, más liberada de regulaciones, más feroz. Y algo más.

Creo que el último discurso del presidente Joe Biden (el del miércoles de la semana pasada) expresa esa previsión y por eso, vale la pena tomar nota y guardarlo en nuestras cabezas.

Dice: “… Esta noche, en mi despedida, quiero advertir al país de algunas cosas que me preocupan mucho… la peligrosa concentración de poder en manos de unas pocas personas ultrarricas y las peligrosas consecuencias que puede tener si no se controla su abuso de poder”.

Revisemos el elenco. Steve Mnuchin y Gary Cohn que estuvieron en el primer gabinete de Trump y que proceden, ni más ni menos, del banco Goldman Sachs, siguen girando en la órbita del círculo cercano. Tanto el Departamento de Comercio como el del Tesoro estarán dirigidos por multimillonarios del mundo de la banca de inversión, Scott Bessent y Howard Luttnick, respectivamente.

El diario El País de ayer subrayó: “… Ocho de los fichajes fueron además grandes donantes de la campaña presidencial”. La ayuda en campaña se paga con cargos, sin rubor.

Pero -como ha advertido el historiador de las ideas, Quinn Slobodian- las llegadas más sintomáticas a Washington provienen del Silicon Valley. Empresarios tecnológicos de riesgo como David Sacks (a quien Trump ha denominado “zar de la inteligencia artificial y las criptomonedas”) y por supuesto, Elon Musk, que comandará el DEG “Departamento de Eficiencia Gubernamental”.

Otro más es Peter Thiel, fundador de PayPal, quien ha apoyado a Trump desde el principio atrayendo con su ejemplo a otros millonarios más oportunistas como Mark Zuckerberg y Jeff Bezos (Facebook y Amazon) y que antes criticaron públicamente al candidato anaranjado.

El director ejecutivo de la ilegal TikTok (en EU, hasta hoy), Shou Zi Chew, ha sido invitado a la toma de protesta de hoy mientras que setenta multimillonarios han tenido una oferta para integrarse de algún modo en el gobierno trumpista.

La vinculación de la riqueza con el poder político es una constante desde siempre en Estados Unidos y en tantos otros países (como bien sabemos en México), el problema -aquí y ahora- es la magnitud de ese vínculo, su desmesura, su descaro y el hecho que ya no hablamos solamente del sector financiero, de Wall Street (que durante mucho tiempo fue el actor dominante en la Casa Blanca) sino ahora también, de ese giro que está dando nueva forma al mundo de las ganancias colosales: las “tecnológicas”.

Oigamos a Biden: “En su discurso de despedida, el presidente Eisenhower habló de los peligros del complejo militar-industrial. Nos advirtió sobre el potencial aumento desastroso de un poder mal asignado. Seis décadas después, estoy igualmente preocupado por el posible aumento de un complejo tecnológico-industrial que también podría plantear peligros reales para nuestro país”.

Piensen en la transformación de Facebook en Meta o en la cháchara virtual de Bitcoin (originalmente pensada para eludir el sector bancario). Se trata de fragmentar el mundo y la actividad humana para establecer zonas virtuales “libres” de toda regulación gubernamental. Ese es el proyecto.

Un nuevo capitalismo que entiende a la experiencia humana como una materia prima gratuita que puede traducir en datos de comportamiento, insumos de procesos avanzados de producción (inteligencia de máquinas) con los que se fabrican productos predictivos que prevén lo que cualquiera de nosotros, de usted lector, lectora hará, ahora mismo, en breve o más adelante. Y estos productos son comprados y vendidos en un nuevo mercado de las predicciones conductuales. Como ha mostrado Shoshana Zuboff “Los capitalistas de la vigilancia se han enriquecido inmensamente con esas operaciones comerciales, pues son muchas de las empresas ansiosas por apostar sobre nuestro comportamiento futuro” (La era del capitalismo de la vigilancia. Paidós, 2021). Vean sus cuentas, en Face, en X, en cualquier otra red: las empresas intuyen o saben lo que quieres, inluso, mejor que tú, y atacan.

Es en ese medio ambiente tecnológco en el que Biden apuntó: “Los estadounidenses están siendo sepultados bajo una avalancha de información errónea y desinformación que facilita el abuso de poder. La prensa libre se está desmoronando. Los editores están desapareciendo. Las redes sociales están renunciando a la verificación de datos. La verdad está siendo sofocada por mentiras que se dicen para obtener poder y ganancias. Debemos exigir a las plataformas sociales que rindan cuentas para proteger a nuestros hijos, nuestras familias y nuestra propia democracia del abuso de poder”.

La utopía de los ultracapitalistas, a partir de hoy en el poder, cree que es posible escapar de las ataduras y la supervisión del gobierno democrático, lo que ellos suponen como el ecosistema perfecto para sus negocios.

Slobodian es elocuente: el trumpismo y la extrema derecha buscan crear “un nuevo espacio donde la competencia de mercado no se vea obstaculizada por la democracia”, la habilitación de lujosos agujeros (primero en lugares remotos como los paraísos fiscales, ahora ya en los Estados Unidos) y ¿por qué no? fantaseando, fuera del planeta y con ello, fuera de todo tipo de Estado (Capitalismo descontrolado: radicales del mercado y el sueño de un mundo sin democracia, Paidós, 2024).

Así que a partir de hoy, señoras y señores, se empieza a redefinir la calidad de la democracia en Estados Unidos, pero también se redefine el tipo de capitalismo en el que viviremos en el siglo XXI.

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