Opinión

El aprendizaje basado en proyectos

Libro Aprendizaje basado en proyectos. Un aprendizaje basura para al proletariado de Olga García

El aprendizaje basado en proyectos (ABP) parece estar de moda y en todas partes genera ardientes polémicas. Por ejemplo, la más reciente ley de educación de España (la LOMLOE) dispone que el uso del ABP en todos los grados de educación básica. Pero los españoles trabajan con el método de proyectos en su versión clásica, una concepción distinta de la versión sofisticada de la Nueva Escuela Mexicana.

Un libro de reciente aparición, Aprendizaje basado en proyectos. Un aprendizaje basura para al proletariado de Olga García y Enrique Galindo (Akal, 2024) ofrece una crítica amplia del ABP. El propósito confeso de la obra es “abrir con urgencia el debate sobre la imposición institucional y mediática en la escuela de una metodología cuya eficacia en la mejora de aprendizaje es más que dudosa”. Según los autores hacen su crítica además porque dicha metodología sirve para modelar la conducta de los futuros trabajadores de manera que sean completamente afines a los intereses del capital.

“Se han dado debates sensatos en las aulas, en las redes sociales, en webinars, etc. Lo que tememos, dicen García y Galindo, es que nos roben el debate a las familias preocupadas por el derecho de sus hijos a una educación científica e ilustrada, a los docentes que tenemos que desarrollar nuestro trabajo con base en fundamentos científicos (hasta donde lo permite la naturaleza misma del acto educativo) y en condiciones dignas”.

Existen grupos ciudadanos preocupados por el conocimiento como el que realiza la Plataforma per L’Educaciao de Qualitat a Catalunya fundadas por padres de familias que denuncian que sus hijos no aprenden, que tienen problemas de matemáticas y lecto-escritura; que cuando superan grados retroceden en formación y en derechos, que los hermanos mayores. No se trata de un diagnóstico formal, pero ellos intuyen que algo anda muy mal y que desde casa no se puede corregir o rectificar esta inercia destructiva. “Se está legislando contra la institución escolar, contra la escuela pública y en consecuencia contra los intereses de sus hijos”. Ellos han identificado que parte del problema es la forma en que aprenden y se les enseña y concluyen que el epicentro del fenómeno es el trabajo por proyectos.

El ABP, dicen los autores, ha sido implantado de manera masiva y acrítica en las escuelas. Su propaganda mediática e institucional es avasalladora. En realidad, agregan, estamos creando un vertedero educativo. Lo que falta es una escuela poderosa basada en el conocimiento que no degenere en una formación precaria.

Un mercado laboral, que evoluciona en el marco de una economía globalizada caracterizada estructuralmente por la incertidumbre, en el que sobran los trabajadores, lo que requiere es un tipo de mano de obra con características similares a las de la comida y los servicios “basura”. Una mano de obra con una formación precaria por escasez de componentes de buena calidad, que tenga que reciclarse permanentemente para en encontrar trabajo, con una mentalidad resiliente, adaptable y aquiescente que asuma voluntariamente que estas son las condiciones de juego de la empleabilidad. Que esto lo haga con una alienada satisfacción. Un perfil de personas que vayan sumisamente a buscar trabajo con lo poco que tienen –porque eso es lo que les damos en la escuela.

“Por lo que hemos comprobado en algunos contextos quedaría por aclarar que esto solo afecta a los hijos de la clase trabajadora, porque las élites tienen bastante claro el tipo de escuela -más “clásica” y “conservadora” que quieren para sus hijos”.

La enseñanza por proyectos se responde al interés amplio de ofrecer una educación basada en conocimientos y competencias, sino que fomente también ciertas cualidades subjetivas, innatas o adquiridas, que los empresarios denominan a menudo “saber ser” y que consisten en: saber trabajar en grupo, capacidad de comunicarse, saber solucionar conflictos, etc. La ABP facilita la formación de estos rasgos de personalidad. Los estudiantes deben ser “agentes de cambio”, no necesitan sin embargo, exámenes, ni calificaciones, ni asignaturas, en cambio, sí se necesita una actividad persistente como la que ofrecen los proyectos.

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