Opinión

Trump y la Nueva Era Chapada en Oro

Donal Trump
Donal Trump El presidente de EU dio por iniciada "la edad de oro" con su nuevo mandato

Donald Trump ha tomado posesión, de nuevo, como presidente de Estados Unidos y ha vuelto a anunciar todo lo que prometió. Su regreso al poder es muestra de la crisis profunda de las democracias liberales y reiteración de que, a nivel mundial, estamos ante una ola de nacionalismo antidemocrático.

Trump promete el regreso a una “era dorada” para Estados Unidos. Juega con ello con los sueños de grandeza que maman los estadunidenses desde pequeños en la escuela, que cotidianamente se repite en los medios y que es parte fundamental de la cultura de nuestros vecinos del norte. Para ello, como antes lo hizo, promete fortaleza militar, políticas proteccionistas “para proteger el empleo de los americanos”, aislacionismo nativista antiinmigrante y crecimiento económico. Como antes, expresa desconfianza no sólo ante sus rivales geopolíticos, sino también hacia los aliados históricos de Estados Unidos. Y ahora agrega deseos de expansión territorial.

El mensaje para los ciudadanos de su país es que serán parte de la nación más poderosa de la historia, y que se mantendrán los valores tradicionales que hicieron grande, años ha, a Estados Unidos. Esa es su idea de “era dorada”.

En realidad, lo que propone Trump es una suerte de regreso a la Gilded Age, la Era Chapada en Oro, que es como se denomina al periodo ocurrido entre las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX. La característica fundamental de esa época fue de crecimiento económico sin regulación alguna, acompañado por grandísimas desigualdades económicas y sociales, en la que la concentración de la riqueza y el poder fue enorme: la época de los monopolios, de los trusts.

Una parte importante del proyecto trumpista -ya expresada en algunas de sus primeras decisiones, como las referentes a energía- consiste en limar o acabar con las regulaciones que constriñen la lógica pura del capital. Regresar a la época anterior a la crisis financiera de 2008 (que detonó precisamente por la falta de regulación) e ir más allá. Para ello ha forjado una alianza con los multimillonarios de las nuevas tecnologías, que son los nuevos grandes capitanes de industria. Tiene trabajando con él a quienes encabezan la lista de hombres más ricos del mundo. Busca, como bien escribió en estas páginas Ricardo Becerra, la utopía de los ultracapitalistas.

En principio, el problema para establecer una nueva Gilded Age es evitar una rebelión de las mayorías que trabajan cada vez más para obtener lo mismo, mientras que un grupo pequeñísimo se hace de la mayor parte de la riqueza. Para eso siempre ha servido la ideología. Pero, por encima de ella, sirve la propaganda y la expansión de posverdades y teorías falsas. Y, si, supuestamente en defensa de la libertad de expresión, se da rienda suelta (en realidad, manejada) a toda suerte de desinformación, habrá mejor manera de acallar a quienes, con datos, afirman que el rey está desnudo (para luego perseguirlos, posiblemente). Para eso son útiles las nuevas tecnologías. Por lo pronto, Trump ha decretado el “fin de la censura gubernamental”, que se traduce en que las redes sociales harán lo que quieran (más sus dueños que sus usuarios). La victoria final del Tonto del Pueblo, diría Umberto Eco; sólo que el tonto del pueblo es una marioneta del rico del pueblo.

Pero lo cierto es que la Era Chapada en Oro terminó, y no bien, con la Primera Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique y el gran desorden de entreguerras. Esta, si se logra asentar, terminará con fuerza similar, aunque no sabemos de qué manera.

En el caso de la relación con México hay varias amenazas. Enumero las tres más importantes de menor a mayor, según mi criterio.

Por un lado, están los aranceles, que Trump ha usado como amenaza arrojadiza ante cualquier pretexto. La existencia del T-MEC, por una parte; y el hecho de que a Trump le importa mucho el comportamiento de Wall Street, por la otra, hacen improbable que -al menos en el corto plazo- el mandatario estadunidense se lance en serio sobre esa ruta. Habrá, sin duda, escarceos, pero es de esperarse que la parte mexicana pueda sortear los problemas.

Más relevante es la declaratoria de los cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas. Es una manera de presionar al gobierno de Claudia Sheinbaum para que México deje, de una vez por todas, de consecuentar a los grupos de la delincuencia organizada, que vivieron años muy buenos el pasado sexenio. El peligro es que esas presiones se traduzcan en intervencionismo directo, que es lo que es necesario evitar. La nueva administración está dando muestras aparentes de tomarse más en serio la amenaza social que representan los cárteles para la vida del país. Ahí puede y debe haber un empate de intereses: la clave es no ceder en materia de soberanía (y parece que Sheinbaum está dispuesta a no hacerlo).

Lo más preocupante en el corto plazo es el tema migratorio. Entre otras cosas, porque no se sabe bien a bien el tamaño del ramalazo. Es imposible que se cumpla la promesa de Trump de expulsar a todos los indocumentados, tanto por razones de logística como de necesidades de la economía estadunidense, pero es muy posible que exista una política más activa de persecución y deportación, que genere presiones serias en nuestra frontera norte (y que, de paso, sirva para disminuir los ingresos de los paisanos sin documentos y, por lo tanto, las remesas). Puede haber crisis humanitarias coyunturales, y el gobierno, aunque ya ha tomado cartas en el asunto, tiene que ser muy activo en la defensa de los derechos de los mexicanos en EU.

Finalmente, está la relación personal entre Trump y Sheinbaum. No será tan sedosa como con López Obrador, a quien el republicano veía como una versión Región 4 de sí mismo. Sheinbaum tiene otra formación política, otra historia personal, otra cultura y otro sexo. No es probable que haya química. Lo que sí debe de haber es diálogo, dentro de lo posible, y que México pinte claramente su raya. El peligro sería caer en la lógica de la política interna, y complicarle las cosas al país por querer complacer a la gayola. Ya veremos.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez

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