Opinión

En seguridad…, remember when

Las consecuencias del cambio de época en seguridad en México El impacto del narcotráfico, la colaboración internacional y las oportunidades perdidas en el manejo de la seguridad.

Hay algo de absurdo en negarse a reconocer lo que es ya el esbozo de un cambio de época y que, en lo que respecta a la seguridad, tendrá un impacto profundo en nuestro país.

Donald Trump irrumpió en el escenario de modo incontenible, y está vez la propaganda ya no alcanzará para simular la situación. Las cosas están muy mal y ya es imposible tratar de ocultarlo.

Porque en el fondo ya no se trata de lo que hará o no hará el presidente de Estados Unidos, sino de sus alcances y de las consecuencias que esto pueda tener.

Hay que colaborar, en la esfera de la soberanía, pero el daño ya está hecho, porque iremos a ese esquema en una situación de debilidad, sin la información de inteligencia adecuada, y con una relación dañada con las agencias de seguridad a las que Washington les dotará de poderes mayores para actuar.

En ese contexto, podría ser explosivo lo que tengan que aportar personajes como Ismael El Mayo Zambada o Joaquín Guzmán López, quienes están en busca de un acuerdo de colaboración y este solo será factible si cuentan una historia que muestre el nivel de complicidades y de apoyos que tuvieron a lo largo de sus carreras delictivas.

Quizá nunca se conozca a cabalidad lo que en realidad revelen, si es que lo hacen, pero ello no debe hacer perder de vista que la DEA sí tendrá esos datos y que los utilizarán en la lógica de sus propios intereses. Es una información muy valiosa y no estará en manos de las autoridades mexicanas.

Es ahí donde se puede palpar el error estratégico de no haberlos detenido en México y de no colaborar con quienes sí lo lograron, porque el margen de acción se estrechó demasiado.

Quizá tendremos que apelar a un “remember when”, a un recurso nostálgico que permita reflexionar sobre las oportunidades perdidas en la meta de construir un país en paz.

Sí, pudo ser todo distinto, y eso debemos tenerlo claro, no estamos ante una fatalidad que nos cayó del cielo, sino ante la concatenación de múltiples negligencias.

Por supuesto que hay responsabilidades, de todo tipo, que nos hicieron llegar a dónde estamos, las más notorias son las de los últimos años, cuando se rindió la plaza a cambio de una tranquilidad aparente y agarrada a la voluntad de los mafiosos.

Una paz, que no lo era, entre otras cosas porque los pasados seis años resultaron los más mortíferos, donde se rompieron las líneas en lo que respecta a los homicidios dolosos.

Pero aconteció algo peor, se banalizó el problema, se desaprovechó la oportunidad de propiciar una política pública que tuviera respaldo social y que fuera viable en el horizonte.

Lo atestiguamos en Sinaloa, donde la ruptura entre clanes del narcotráfico está significando una oleada de violencia que no tiene visos de parar, o en Tabasco, donde hay indicios para suponer que no se mantuvieron las correas de control que propiciaran el engaño, ya fuera este deliberado o ingenuo.

En esos estados, tan distintos, la sociedad se está movilizando. Y es natural que así ocurra, porque sus urgencias, a estas alturas, son de vida o de muerte. En el caso tabasqueño es el propio grupo en el poder quien alienta las exigencias para descalcificar o exhibir a quienes lo tuvieron hasta hace poco.

Por desidia o por miedo, no existió una repulsa a la destrucción de la Policía Federal, que más allá de deficiencias, era un esfuerzo que se desarrolló durante décadas, para contar con una institución que fuera capaz de enfrentar al crimen.

Y sí, recordemos cuando pudimos hacerlo distinto, usando el acuerdo político y social, manteniendo y fortaleciendo el sistema jurídico, buscando revertir la impunidad para transformar a las fiscalías.

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