Exactamente hace 80 años la Armada Roja liberaba el más grande campo de exterminio nazista, dando a conocer mundialmente las terribles imágenes de miles de personas confinadas en pésimas condiciones y otras asesinadas. Cúmulos de cadáveres se encontraban a la intemperie cubiertos de lodo y nieve, mientras que innumerables restos humanos podían identificarse en los hornos crematorios. Nació así el “Día de la Memoria” para recordar que Hitler asesinó a seis millones de hebreos en el marco de la “Solución Final del Problema Judío” durante la Segunda Guerra Mundial. Este campo de la muerte denominado “Auzchwitz-Birkenau” fue establecido en 1940 en los extensos terrenos de un antiguo cuartel militar polaco. Las cámaras de gas iniciaron a funcionar en 1942 y hasta la llegada de las tropas soviéticas albergó a 1.3 millones de prisioneros, el 90% de los cuales fueron asesinados inmediatamente después de llegar.
Auschwitz se construyó con el propósito de encarcelar por tiempo indefinido a los enemigos reales o imaginarios de los nazis, para suministrar mano de obra forzada para las empresas de construcción y armamento del régimen, así como para eliminar a pequeños grupos selectos de la población cuya muerte era considerada esencial para la seguridad de la Alemania Nazi.
El Holocausto es un evento con muchas aristas y múltiples causas, y es irreducible a una explicación única. Sus interpretaciones resaltan la ideología racial del régimen nazi y su perspectiva biológico-científica proclive a categorizar a los seres humanos de acuerdo con los principios de una presunta genética racial, con una escala de valores que colocaba a la “raza aria” en la cima y a los judíos en el fondo. Existen muchos ejemplos de la brutalidad nazista que derivó de su ideología racial, así como del proceso administrativo estatal del exterminio, que configuraron la “banalidad del mal” que se ejerció hasta sus últimas consecuencias en Auschwitz.
El Tercer Reich consideraba necesaria la creación de una nueva civilización nazista y de un renovado orden social, económico y político europeo. Para llevarlo a cabo era fundamental cancelar a los hebreos. La historia del Holocausto debe considerar las emociones y el imaginario alemán bajo el nazismo por la decisiva razón de que la persecución y el exterminio se basaban en una fantasía, dado que las creencias anti-hebreas no tenían algún fundamento en la realidad.
Persiguiendo y exterminando a los judíos, los alemanes hicieron la guerra a un enemigo ficticio sin intenciones bélicas contra el sistema nazista. Era un enemigo desarmado que no tenía ni un ejército, ni tampoco un gobierno o un Estado. Las motivaciones esenciales del genocidio hebreo no eran de orden práctico porque no existía algún conflicto relativo a cuestiones de territorio, fronteras, recursos o poder político entre
hebreos y alemanes, los cuales frecuentemente se encuentran como fundamento de los casos de limpieza étnica y genocidio en el mundo moderno. Quienes cometen crímenes contra la humanidad deben ser llevados sin excepción ante tribunales internacionales.
Muchos consideran que por la gravedad de los crímenes cometidos contra los judíos no es admisible crítica alguna contra Israel. Sin embargo, a 80 años de la “Shoá” las víctimas del pasado aparecen como los verdugos del presente.
El actual gobierno de Benjamín Netanyahu ha desplegado un genocidio contra los palestinos y es acusado de crímenes de guerra. Diversas naciones exigen que la Corte de Justicia Internacional actúe contra Israel por los asesinatos masivos —que superan los 47,000— perpetrados por su ejército en Gaza, así como por la destrucción sistemática de viviendas, hospitales, escuelas así como de infraestructura para el suministro de agua y alimentos. Las agresiones israelíes se extienden a Cisjordania y otras regiones. Por ello, resulta necesario anticiparse al antisemitismo que renacerá con fuerza, dado que Netanyahu replica distintas prácticas y discursos del nazismo.