El nuevo año inicia con señales preocupantes en lo tocante a las relaciones internacionales. Cierto es que los años anteriores tampoco comenzaron de manera prometedora.
En 2024, por ejemplo, continuaron cruentos conflictos como los de Rusia y Ucrania, iniciado en 2022, y de Israel y grupos pro-palestinos, a partir de noviembre de 2023, entre otros, alentando la polarización mundial y evidenciando al mismo tiempo las contradicciones de los principales actores involucrados en dichos conflictos, demandando cosas al resto del mundo para un caso, pero ignorando las mismas cosas que pedían en el otro caso.
Si acaso una señal alentadora el año pasado en medio de ese lamentable escenario global, fue que más de la mitad de la población mundial acudió a las urnas en sus respectivos países para elegir a sus representantes y gobernantes. No en todos los casos sucedieron sorpresas agradables.
Por lo demás y a juzgar por los acontecimientos sucedidos en los últimos años, parece evidente que nos encontramos inmersos en un proceso muy complejo de redefinición del llamado orden internacional como lo conocemos desde mediados de la segunda guerra mundial, si bien no queda claro hacia dónde podría marchar.
En todo caso, una noticia de nuevo año, es que el mundo cuenta ya con un primer y notable candidato a pacificador. El nuevo presidente estadounidense, en su discurso inaugural hace unos días, dijo con toda claridad que aspira a convertirse en esa figura nacional de su país, e internacional por extensión. Un pacificador sui generis sin duda, que buscará recuperar la grandeza de su país e insertarlo en una “época dorada”.
Se entiende por sus declaraciones que ello implica restaurar también el papel hegemónico estadounidense en el mundo, teniendo además como parte de sus estandártes de batalla para ese propósito, la contención de la migración hacia su país -aparentemente con la única estrategia de expulsar ilegales de territorio norteamericano- combatiendo drogas y traficantes como organizaciones terroristas, así como implementando aranceles e impuestos al comercio internacional. Toda una pléyade de medidas agresivas y proteccionistas a contracorriente de lo que había sido la política de libre comercio promovida por su propio país desde mediados del siglo XX.
Nos dice el mandatario norteamericano que fue salvado por dios para hacer a Estados Unidos grande nuevamente. Y más concretamente que su éxito será medido no por la batallas que gane pero también por las guerras que termine. Tal vez más importante, apuntó, por las guerras en las que no se involucrará. “Mi legado más orgulloso será el de pacificador y unificador”, y tomó cŕedito por el acuerdo de cese al fuego y de liberación de rehenes entre Israel y Hamas, alcanzado en las primeras semanas del mes de enero en curso. (El texto completo del discurso puede ser consultado en cbsnews.com/transcript-trump-inauguration-speech-2025)
Parecería una pesadilla o tal vez el guión de una tira cómica distópica de no ser que se trata de una realidad tan nueva como presente. Las primeras semanas de 2025 tambièn han visto concluir, de manera penosa, la presidencia de Biden, un personaje que esperanzó a varios en 2021, por la simple y sencilla razón de que daba por terminada la primera presidencia de Trump. Cuatro años después deja la sensación de que su mandato sólo sirvió para abonar el camino de regreso al poder del nuevo presidente; rechazado por sus propios allegados por su senilidad.
Por si no fuera suficiente, advertía en los últimos días de su mandato, después de ejercer sus facultades para otorgar perdón presidencial a miembros de su propia familia, que una oligarquía de extrema riqueza está tomando forma en Estados Unidos, amenazando la democracia estadounidense. También dijo que la verdad es sofocada por mentiras contadas por el poder.
Es claro que al presidente Trump lo acompañan un grupo de prominentes magnates, pero en un diálogo imaginario el uno le podría contestar al otro: ¿y tú qué hora traes?
En otras colaboraciones nos hemos referido a la creciente concentración de la riqueza en pocas manos y de la desigualdad que continúa lacerando el “sueño americano”. Cabe decir que este fenómeno de la disparidad en aumento progresivo, no es un feńomeno exclusivo de la sociedad norteamericana.
En la última columna de 2024, apuntábamos que si los dos mil seiscientos ochenta y dos multimillonarios que existen en el mundo integraran un país, ocuparían la séptima posición entre los países más ricos del globo, atrás de Estados Unidos, China, Alemania, Reino Unido, Francia e India. De manera que difícilmente, por no decir imposible, será posible aliviar los problemas acuciantes del país norteamericano de la manera en la que ha propuesto su nuevo mandatario a punta de aranceles, expulsiones de migrantes y amenazas a diestra y siniestra.
De momento, el autoproclamado pacificador, o aspirante a serlo, ha suspendido la asistencia financiera exterior a todos los países a los que la otorga, incluyendo Ucrania, con la excepción de Israel y Turquía como parte de su política de “America First”. (“US freezes foreign aid for almost all countries including Ukraine, except Israel and Turkey”, The Times of India, https://timesofindia.como, 27enero2025).
Las primeras acciones decididas y ejecutadas y sus palabras pronunciadas en su toma de posesión abren incógnitas acompañadas de preocupaciones.
Volveremos al tema.