Opinión

El llamado a la unidad, ¿en torno de qué?

Unidad

Las actuales circunstancias geopolíticas en el sobresalto planetario por la feroz y poderosamente abusiva actitud de Donald Trump contra México o cualquier otro país, de Dinamarca a Panamá, China o Palestina, han empujado aquí a muchos actores políticos y sociales a descubrir el huevo de Colón y lanzar un llamado a la unidad.

Es como si recuperáramos los ecos de don Mariano Otero quien ya en el siglo XIX (1842) advertía sobre la cohesión social y la nacionalidad:

“…El trabajo todo de una constitución es el sistema, la concepción en general de un plan de unas bases fundamentales, en suma, del principio generador que ha de dar al conjunto vida y unidad: conseguido esto los pormenores son fáciles, se presentan naturalmente y tienen ya una regla de criterio que decide con seguridad si son buenos o malos… la actual discusión debería fijarse sobre las bases fundamentales del Proyecto, y por todo esto, repito, que esta discusión es la más grave y difícil de las que nos esperan…”

Unidad, sobre las bases de un proyecto (entonces era válido hablar así; hoy ya no es posible seguir con un país proyectado, excepto si (como es), carecieramos de una nación firme y organizada, lo cual no es cierto de ninguna manera.

Pero el riesgo existe, si nos atenemos (por caso) al desastre de la improvisada Reforma Judicial --solamente como un ejemplo del primitivismo carnavalesco-- veremos la irrealidad de una fortaleza institucional en la nación.

En torno de ese esperpento resulta arduo solidarizarse y hacerle frente a las agresiones del exterior; no con esas muestras de primitivismo fortuito, es decir, poner en manos de la veleidosa fortuna lo esencial, lo importante, sobre todo cuando desde el norte soplan los vientos de la generalizada subvaluación.

Nos califican los republicanos estadunidenses como violento país de terroristas protegidos y narcotraficantes encumbrados con dominio sobre la tercera parte del territorio , y sólo podemos responder --sin demostrar otra cosa-- con el indeclinable apoyo a un gobernador (como otro ejemplo, nada más), señalado por sus relaciones ya probadas con narcotraficantes y por lo tanto (afín a la perversa concepción del Norte), colaborador del terrorismo.

“Hay comentócratas –ha dicho la presidenta en abierta crítica a un sector de pensamiento distinto--, que están diciendo que actuemos como los gobiernos priistas de antes, que nosotros quitamos y ponemos gobernadores.

“No, eso lo hace el pueblo. No lo hace la presidenta de la República… No nos corresponde al gobierno, le corresponde, en todo caso, a las fiscalías o a la Fiscalía General de la República. Entonces, a todos aquellos que piden que la Presidenta quite y ponga gobernadores, pues no. Eso se llama autoritarismo. Nosotros creemos en la democracia".

También el diputado Melesio Cuén –expuesto por el Mayo Zambada como asistente a una reunión de solución de problemas universitarios (¿?) en la cual también estaba Rocha Moya (Mayo)-- decía creer en la democracia, antes de ser asesinado y su muerte distorsionada en un video tramposo promovido por el mendaz gobernador

Es verdad, la presidencia no pone ni quita, pero eso es en lo jurídico. En lo electoral domina las plazas y en lo político, si no pone ni quita, propone, impone, respalda, apoya, alaba y celebra (desde la campaña, cuando era invitada a las giras del antecesor) a quien hoy lastra el prestigio (si lo tuviera) de la 4-T.

Es el pueblo quien decide, siempre y cuando piense armónicamente con el gobierno, pero a nada tiene derecho cuando se manifiesta en las calles o en el parque de béisbol o marcha calle abajo y calle arriba con un solo grito. ¡Fuera Rocha!, quien responde con la falsead de una revocación de mandato, ajena a la ley, como él bien sabe. Pura farsa.

¿A esa unidad se nos convoca? ¿A la unidad de una comisión deportiva ahíta de abusos, arbitrariedades y desvíos presupuestales cuyo nuevo administrador –Rommel Pacheco (como el tanquista nazi) -- cierra los ojos y se tira de cabeza a la fosa séptica de las complicidades?

“Surgieron –dice orondo y cómplice de la Guevara--, algunas dudas y ciertas cosas (¿?) que se han ido contestando, es algo muy interno. Hasta el momento no ha surgido nada que llame la atención, y si hubiera algo estoy seguro que tendría que informarse…”

¿Con eso nos convocan hoy a la unidad requerida por la patria amenazada? Mejor cantamos el himno.

La dichosa palabra, cuyo sentido se ha extraviado, pretende en días cercanos, ser el talismán, el santo y seña para abrir la puerta de la salvación del suelo amenazado, la nación en peligro y maltrato; un conjuro contra la maligna palabra del demonio de Washington, ajo contra los efluvios mefíticos del Potomac, poderosa estaca en el corazón del vampiro, sol en el rostro del súcubo, “vade retro” contra Lucifer. Unidad y más unidad.

Pero en la formulación de esta convocatoria se confunden las palabras y no se da espacio a la precisión. ¿Unidad en torno de qué o unidad en favor de quién. ¿Cohesión o unanimidad, cuál es la ilusión?

Lo primero está en riesgo por la violencia nacional, cuyos brotes surgen en toda la geografía. Policías muertos en Oaxaca, incendios en Tabasco, gobernadores enfrentados con sus antecesores como en Villahermosa o Cuernavaca por no seguir con el caso sinaloense o la feble gobernanza guerrerense. Muertos, desparecidos, fosas clandestinas.

¿Unidad en torno de los pleitos disimulados ahora entre las cámaras del Congreso o por lo menos sus coordinadores mayoritarios?

¿O Unidad en torno de la pobreza intelectual y moral de la inútil Rosario quien ha llevado con infatigable le precisión a la CNDH a una verdadera “Edad de piedra”?

Muy difícil, lograr más allá del discurso a una realidad de unificación, cuando el discurso permanente de quien debería conducir ese proceso de conciencia común, descalifica y separa; ignora opiniones diversas, condena pensamientos adversos, fustiga fuera de contexto con ejemplos del antepasado porque el pasado no existe sino para alabanzas, un pasado cuyos delitos, errores, dislates y perversiones se disculpan, justifican, santifican y perdonan porque se estaba colocando en favor del pueblo y los pobres, el primer piso de la obra transformadora más importante de la historia de México.

Y mientras tanto leamos a Don Amado Nervo:

“Nací de una raza triste,

de un país sin unidad

ni ideal ni patriotismo;

mi optimismo

es tan solo voluntad;

obstinación en querer,

con todos mis anhelares,

un México que ha de ser

a pesar de los pesares,

y que yo ya no he de ver...

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