Opinión

Harfuch vs. Aranceles

Omar García Harfuch El secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana durante la conferencia mañanera

Mañana sábado se cumple el plazo dado por Donald Trump para imponer un arancel del 25 por ciento a los productos fabricados en México que quieran venderse en Estados Unidos. El gobierno mexicano no cree que vaya a ocurrir. Incluso el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, dijo que será un sábado común y corriente, de esos para ir al parque a comprar algodones de azúcar o de rentar triciclos para los niños.

Sus dichos fueron avalados por el señor Lutnick, propuesto por Trump como nuevo secretario de Comercio. Lutnick dijo que los aranceles para México se difieren para abril, lo que nos da un par de meses de relativa calma. Es importante tener presente que los aranceles no están relacionados con temas de migración, que tienen ciertos parámetros de medición. Los impuestos están relacionados con el empeño que muestren México, y también Canadá, para detener el tráfico de fentanilo, lo que le da al nuevo gobierno norteamericano un amplio margen para interpretar si le estamos echando suficientes ganas, o no.

Es una medida unilateral disparatada porque ni México ni Canadá saben a qué atenerse, ni tienen claro si las autoridades gringas también se están esmerando en detener el fentanilo, o todo es una cuestión de propaganda política para complacer a los seguidores de Trump que son insaciables.

Así las cosas, la responsabilidad de que se apliquen o no se apliquen los aranceles depende de los integrantes del Gabinete de Seguridad, quién lo diría. O sea, García Harfuch, el general Trevilla y el almirante Morales son nuestra línea Maginot. Se han esmerado y su trabajo incansable comienza a dar resultados, pero como no se conocen los parámetros que usará Trump es imposible saber si se cumplen sus expectativas, o no.

Lo cierto es que todo esto del fentanilo, los aranceles y los gobiernos de México y Canadá son una puesta en escena ideada por Trump que domina como pocos la auto promoción. Si calcula que poner aranceles le dará buenos réditos políticos los impondrá, si cree que con la amenaza constante tiene satisfechos a sus seguidores entonces no dará el paso adelante. Imponer aranceles a una relación comercial tan intrincada como la de México y Estados Unidos es escupir para arriba. Los daños se sentirán en ambos lados de la frontera, para castigar a México Trump afectará intereses importantes de empresarios gringos, por ejemplo, los dueños y accionistas de General Motors y otras armadoras de autos que tienen operaciones grandes en México. Ellos, los accionistas, deben estarle diciendo a Trump “no me ayudes, compadre”. Los aranceles además serían un obituario para el T-MEC que ha resultado benéfico para los tres países.

Claro que parar en seco la introducción de fentanilo es una necesidad, pero la cooperación y el intercambio de información de inteligencia es mucho más sensato que disparar la escopeta de los aranceles. Ya veremos qué decide Trump en las próximas horas. Hay que respaldar en todo lo posible al Gabinete de Seguridad para que entregue buenas cuentas y eso evite que caiga la guillotina de los aranceles que descarrilarían la zona comercial de América del Norte para regocijo de los chinos que disfrutan cada cachetada que Trump le propina sus vecinos. China es la bestia negra de EU, Canadá y México son sus aliados naturales. ¿Por qué distanciar a los aliados?

Llenar de fentanilo el territorio norteamericano, que es inmenso, requiere miles de narcos gringos y más policías corruptos del lado norte del Río Bravo. Ellos, adictos, dealers y policías de EU, más las armerías y los lavadores de dinero son el problema. Imponer aranceles a los países vecinos es una jugarreta política que en lugar de contener el tráfico de fentanilo lo disparará hasta niveles no conocidos.

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