Opinión

Una mascota norteamericana para la Copa Mundial de 2026

Especial

1.

A contracorriente de la coyuntura política actual, que amenaza, tensa y erosiona la convivencia habitual entre México, Estados Unidos y Canadá -de suyo ríspida y compleja-, no nos queda más remedio que aceptar que a la vuelta de un año los tres países tendremos una cita con el resto del planeta, como coanfitriones de la Copa Mundial de Futbol.

Querámoslo o no, todo aquello que nos incordia en la actualidad (la migración y sus entuertos; las ideologías -a ambos extremos del péndulo-; las disputas comerciales; el narcotráfico y las armas; los nacionalismos exaltados, el racismo y las retóricas del poder) muy pronto deberá quedar unido por un balón, ese Dios redondo al que se refirió Juan Villoro: los once de tribu multiplicados por tres sobre la cancha -no tan pareja- del TMEC.

México aventaja a sus dos socios norteamericanos por el hecho de haber sido sede de dos torneos anteriores: el de 1970 y el de 1986. Al primero lo antecedió el doble fuego del pebetero olímpico en Ciudad Universitaria y de las luces de bengala en Tlatelolco (seguidas del fuego artero de la metralla). Al segundo lo antecedió otra tragedia: la del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Me pregunto aterido qué descalabro nos depara el 2025, como antesala de nuestra tercera conversión en catedral universal de esa religión pagana (la más grande de la historia) que le rinde culto al gol.

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Tendremos pues que presentarnos ante el mundo menos como vecinos por accidente geográfico que como socios por voluntad civilizatoria y tolerancia fronteriza. Norteamérica: tres países y una misma región. Tres proyectos de nación con afinidades electivas, intereses comunes, una agenda variopinta de desencuentros y reclamos, y la necesidad creciente de demostrarle al mundo que no sólo nos une la aspiración de integrarnos económica y comercialmente, sino algo aún más complejo, duradero e intercultural: la gran nación norteamericana.

¿Podremos contarle al mundo una historia de comunión convincente y verificable? ¿Al pitar el silbatazo del partido final habrá de reconocernos el mundo entero de la misma manera que identifican a la Unión Europea como una sola región, integrada por muchos y muy diversos países? Es muy probable que no. Pero la Copa Mundial nos permitirá al menos replantearnos el tema a fondo y considerarlo como una promesa a futuro.

2.

Me pregunto entonces en qué oficina de la FIFA o de cualquier de los tres países anfitriones estarán trabajando actualmente en el diseño de la narrativa visual que ampare nuestra sociedad futbolera norteamericana. ¿Cómo habremos de resumir en una o varias imágenes, en una mascota, o en cualquier otro elemento de identidad, a los tres anfitriones de la copa mundial?

Mi limitada imaginación y mi falta de oficio como publicista me llevaron a preguntar lo anterior a la Inteligencia Artificial.

Le pedí a ChatGPT lo siguiente: “Crea la imagen de una mascota para el mundial de futbol 2026 en México, Estados Unidos y Canadá, que contenga elementos de la identidad cultural e histórica de los tres países”.

Luego de algunos ajustes que le fui pidiendo, la AI me presentó dos propuestas. Mismas que acompañan esta entrega.

Cuando le pedí por los racionales de su propuesta iconográfica, esto me respondió:

La imagen representa una mascota vibrante y enérgica para el Mundial de Fútbol 2026, fusionando elementos culturales e históricos de los tres países anfitriones: México, Estados Unidos y Canadá.

Características principales de la mascota:

Cuerpo de jaguar (México):

El jaguar es un símbolo icónico de la cultura mesoamericana, especialmente en las civilizaciones maya y azteca. Representa fuerza, agilidad y el espíritu guerrero.

Su pelaje está decorado con patrones inspirados en textiles tradicionales mexicanos.

Cabeza de águila calva (Estados Unidos):

El águila calva es el símbolo nacional de EE.UU. y representa la libertad y el poder.

Su mirada determinada y expresión amigable reflejan el espíritu competitivo del fútbol.

Patrón de hojas de arce en el pelaje (Canadá):

El diseño del pelaje incorpora la emblemática hoja de arce, un símbolo representativo de Canadá.

Esto refuerza la identidad del país en la mascota y crea un balance visual entre los tres países.

Uniforme con influencias de los tres países:

La vestimenta mezcla elementos de la cultura deportiva de EE.UU., los diseños indígenas canadienses y los colores vibrantes de México.

Detalles inspirados en la cultura nativa de América del Norte refuerzan la diversidad y riqueza cultural del torneo.

Expresión y postura dinámica:

La mascota tiene una actitud amigable y entusiasta, lista para jugar al fútbol.

Su energía y dinamismo buscan conectar con aficionados de todas las edades y reflejar el espíritu del evento.

En general, esta mascota encarna la unión de tres países con una rica historia y cultura, transmitiendo el mensaje de diversidad, pasión y hermandad que representa el Mundial de 2026”.

3.

El reto es mayor. En las dos ocasiones que nuestro país concibió a la mascota que habría de representarnos ante el mundo quedamos encerrados en la jaula de los arquetipos más elementales.

En el caso de la de 1970, sería además insostenible a los ojos de la corrección política contemporánea: un niño con sobre peso, ombligo de fuera por la camiseta del uniforme que le queda muy justa, y un sombrero enorme que apenas deja ver dos pequeños ojos rasgados. Le llamaron, para cargar aún mas las tintas del estereotipo; “Juanito”.

Tres lustros después, la modernización salinista no tuvo mejor ocurrencia que diseñar un chile sombrerudo y bigotón llamado “Pique” para representarnos en la antesala del TLC.

Un Juanito echeverrista y regordete propio del estado benefactor. Un pique neoliberal y panzón. ¿Qué sigue?

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