Opinión

Cuando publicar un artículo era una pesadilla

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Cuando empecé mi incursión en la investigación científica a mediados de los años 80s del siglo pasado, el proceso para la publicación de un artículo era una pesadilla. Los investigadores jóvenes ni se imaginan lo que era eso. No había computadoras personales. El manuscrito lo tenías que hacer en una máquina de escribir, por lo que cualquier error o cambio significaba volver a “teclear” de nuevo la página. Las máquinas de escribir, por supuesto, no tenían corrector de gramática o de estilo, por lo que mejor, primero lo escribías a mano y, cuando ya estuvieras satisfecho con la dicción y gramática, entonces lo pasabas a máquina. Si la secretaria del jefe te prestaba su máquina eléctrica IBM para que la usaras en las tardes que ella no estaba, ya era una ventaja, porque tenían el corrector incluido para cuando te equivocaras de tecla.

Las gráficas para mostrar los resultados había que hacerlas a mano, con lápiz, en un papel milimétrico y cuando las tenías listas, se las llevabas al dibujante para que las hiciera en papel blanco. El tiempo que se tardaba dependía de muchas variables. Quien no recuerda en el Instituto a “Don Rober” con su clásica pregunta un poco sarcástica: ¿para cuándo las quiere?......no Doc, no creo. Cuando por fin te entregaba las figuras, había que revisarlas con lupa para encontrar errores y pedirle que los corrigiera antes del siguiente paso, que era fotografiarlas.

Las revistas te pedían el manuscrito en cuartillas a doble espacio, incluyendo las referencias y tenías que enviar tres copias del manuscrito y de las figuras, las cuales debían ser fotografías, con el tamaño exacto que te pedía la revista. Un artículo normalmente tendría entre 40 a 50 cuartillas, más 10 o más páginas entre tablas y fotografías, por lo que el paquete final era al menos de 150 cuartillas.

La comunicación con la revista era por correo. Enviabas el paquete con la esperanza de que llegara a su destino y luego, a esperar la respuesta. Las revisiones eran muy tardadas, en parte, porque la comunicación de la revista con los revisores también era con máquina de escribir y por correo. Así que, los revisores podrían tardarse tranquilamente tres meses. Con nuestro sistema de correos, la respuesta de la revista podría llevarse semanas para llegar.

De que enviabas el artículo a que recibías la respuesta de la revista podrían pasar seis meses. Si la respuesta era rechazo, estabas igual que hace medio año. Si a la revista le interesaba el artículo y te pedía cambios, modificaciones y/o nuevos experimentos habías avanzado, pero eso significaba en el mejor de los casos al menos otros seis meses.

Hoy en día el proceso para las publicaciones científicas es mucho más sencillo y rápido. Todo el artículo lo haces en tu computadora, incluyendo figuras. El envío a la revista es inmediato y sin costo. La revista lo recibe en ese mismo momento, lo envía a revisores al día siguiente y les pide que lo hagan en máximo 15 días. La revista te envía la decisión por correo electrónico, así que, la recibes al momento en que la manda. Si es de rechazo, perdiste un mes o menos, con suerte puede ocurrir que el trabajo avance a la siguiente fase o esté aceptado en menos de un mes. Hubo una ocasión en que envié un artículo al Journal of Biological Chemistry un 20 de enero y fue aceptado el 5 de febrero, del mismo año (Doi:10.1074/jbc.M400602200).

El internet nos cambió la vida. Nos ha permitido ser más competitivos e interaccionar con las revistas de la misma forma que lo hacen los investigadores en otros países del mundo. Sigue siendo difícil publicar en cierto tipo de revistas, pero al menos el proceso es mucho más sencillo.

Dr. Gerardo Gamba

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e

Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM

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