Opinión

El peor momento

Tensión comercial Frente a las amenazas de Trump la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, advirtió sobre una posible guerra comercial. (EFE)

Ignoro si internamente --tal dice la propaganda oficial-- pasamos por un buen momento.

No me atrevo a juzgar en definitiva al aturdido gobierno actual, pero de algo sí estoy seguro: el sábado murieron el Tratado Comercial, México, Canadá, Estados Unidos; la estabilidad de las relaciones diplomáticas y el ejercicio de la soberanía con el país más importante para nuestro México.

Los Estados Unidos, por primera vez en la historia reciente, nos han descalificado ante los ojos de cualquiera: ya rebasamos la indigna condición de “Estado fallido” con la cual se encuentra ocasión general para intervenir.

Ahora estamos peor, somos un país violento cuyo gobierno resulta un “intolerable” aliado de los carteles de la droga y obviamente con todas sus ramificaciones delictivas, lo cual sólo desemboca en una conclusión: el Estado es cómplice de la violencia.

Y por desgracia sobran pruebas.

Si el silogismo estadunidense es válido, podríamos decir: los narcotraficantes son terroristas; el gobierno está aliado con ellos, ergo, el gobierno también es terrorista.

En 1991 Gastón García Cantú reeditó su libro, “Las invasiones norteamericanas en México”, en cuyo epílogo dice:

“…Dos actitudes se desprenden de las experiencias del pasado: la que afirma que nuestra sobrevivencia nacional depende del acatamiento de cuanto demandan de México los norteamericanos (como López Obrador con el sellamiento de la frontera del sur, por ejemplo), al procurar situaciones menos adversas, al reducirlas mediante transacciones o la que rechaza toda forma de intervención.”

Obviamente, estamos instalados en la primera opción.

Y hay algo más, dice el epílogo de GCC:

“…La primera actitud ha elaborado la teoría de la dependencia, desde quienes juzgaron inevitable la expansión territorial, hasta quienes pregonan que sin las inversiones norteamericanas sería imposible el desenvolvimiento de país; la conducta contraria postula que no solo es necesario resistir las exigencias de los Estados Unidos, sino que de su rechazo depende, precisamente, el desenvolvimiento del país.”

Como consecuencia, a la primera de esas ideas o forma de gobierno, le llama: “realismo dócil”, cuya práctica nos ha llevado.

“La la enajenación del país; no a su independencia. Es la realidad del imperialismo; no de la autonomía.”

Con altas y con bajas y con el breve paliativo del Tratado de Libre Comercio, cuyo partero (Carlos Salinas de Gortari) quiso convertir a los adversarios en aliados y para cuyo inicio de negociaciones los Estados Unidos plantearon dos inquietudes, una de ellas con la misma raíz de la catástrofe de hoy: el narcotráfico. La otra; el apoyo a los guerrilleros centroamericanos.

Lo primero se ha agravado y lo segundo también.

Antes se apoyaba al Frente Sandinista de Liberación Nacional con armas y dinero; petróleo y asesores políticos. Hoy se apoya a Rosario Murillo y Daniel Ortega. Y ya no se diga Cuba, Venezuela o Colombia. Pura masquiña bananera.

La situación va más allá de la gravedad económica. El TEMEC, insisto, ha dejado de existir. Dos de los países firmantes son tratados con dureza imperial. Injustamente, si se quiere, pero en el campo del realismo no cabe el sentimentalismo por saberse injustamente tratado.

Y por desgracia la terrible situación, asentada en una acusación gravísima de narco alianzas desde el poder público, no se arregla ni entonando el Himno Nacional en el Congreso, ni con desplegados de Conago o Morena. Eso sirve para el consumo interno, el rollo mañanero y el verbo ampuloso. Y nada más.

Ya podrán los morenos dentro de unos días retacar el Zócalo con marchas por la dignidad y la soberanía; podrán gritar y quemar monigotes con la figura de Trump, pero el realismo nos sorprende en condiciones de extrema disfuncionalidad institucional.

Y de esta condición no tienen la culpa los gringos.

En lugar de reforzar a la República, la 4-T se ha dedicado a desmantelar instituciones y colocar en posiciones de poder a ineptos, cuando no cómplices, por lo cual hoy se burlan de México en el mundo. Es urgente arreglar la casa.

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