Apenas salimos de las primeras semanas del gobierno del presidente Trump y en Estados Unidos muchos sectores de la población perciben que la campaña en la que eligieron al responsable del Poder Ejecutivo para los próximos 4 años simplemente no ha terminado.
En la prensa estadounidense, al estilo de los momentos más críticos para el poder presidencial, los grandes diarios – sin importar la corriente de pensamiento político – se decantaron por una crítica directa a la decisión de Donald Trump de invocar leyes para preservar la seguridad nacional para impactar temas comerciales. A la prensa estadounidense le preocupa que Trump está invocando el concepto de Destino Manifiesto como un eufemismo para justificar todo tipo de acciones que le permitan llegar a su promesa de alcanzar una nueva “época dorada”.
Trump añora la posición hegemónica de Estados Unidos, pero sabe que el déficit comercial y en finanzas públicas es un talón de Aquiles a pesar de que la economía estadounidense sigue controlando al Minotauro Global, a la Reserva Federal que dicta la política monetaria de casi todo el mundo.
A Trump le obsesiona poner un alto a lo que él califica como una transferencia de valor que, según él, se genera a través del comercio. Sin embargo, han sido decenas de países – sobre todo México – los que han puesto al servicio de este país sus modelos económicos. Un ejemplo cercano es el condicionamiento al que estuvo sujeto nuestro país cuando Ernesto Zedillo tuvo que negociar un paquete de créditos para rescatar a la economía.
En ese momento, México tuvo que ceder y limitar el servicio de trenes al transporte de mercancías y nunca al transporte de personas. Después, durante la crisis de las hipotecas subprime en 2008, México tuvo que hacer concesiones y omitir el cumplimiento de sus regulaciones bancarias para que la Reserva Federal pudiera rescatar a la banca afectada por esa debacle crediticia.
Si México hubiera aplicado la ley durante el gobierno de Felipe Calderón, los bancos estadounidenses con filiales en México no hubieran podido mantener la propiedad de la FED y seguir obteniendo dividendos. Por ello, luego de que el presidente Donald Trump “otorgó” a nuestro país un mes más para definir si impone aranceles a los productos mexicanos que llegan a Estados Unidos, queda claro que México ha cedido en muchas áreas y que ahora lo vuelve hacer, aunque bajo condiciones diferentes.
En esta ocasión, el envío de 10,000 elementos de la Guardia Nacional a la frontera para impedir el ingreso de fentanilo a Estados Unidos deja claro que Trump quiere cumplir su agenda de campaña y ha seleccionado al T-MEC como punto clave para presionar. México debe sacar ventaja de este momento y fortalecer su seguridad para demostrar que el problema también surge del consumo de drogas y del contrabando de armas.
Ahora, El T-MEC es víctima de su propio éxito que lo ha convertido en punto de ataque para el gobierno. Un arancel se usará ahora para objetivos hegemónico al impedir que países como México sigan fortaleciendo la industrialización de sus procesos productivos, al complicar las importaciones de insumos y hasta condicionar la inversión.
Por ello, resulta tan importante la posición de organizaciones como el Consejo de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE) que, a través de su presidente ejecutivo, Sergio Contreras dejó claro que los aranceles no deben usarse para otros fines que no sean comerciales.
Estados Unidos está distorsionando las prácticas de comercio internacional que no sólo buscan generar utilidades a las empresas sino garantizar el trabajo. Ahora, sin embargo, las políticas arancelarias son aplicadas y modificadas para lograr este objetivo y para presionar a gobiernos de otros países para cualquier cambio que el gobierno estadounidense busque.
Un mal precedente tristemente emulado por gobiernos como el de Daniel Noboa en Ecuador que no entiende las implicaciones para su economía si decide sostener una política de ajuste de cuentas a través de aranceles. Noboa quiere el pan, quiere rendirse ante la hegemonía. La intención es culpar a México de su crisis interna de seguridad y de la decisión de dolarizar la economía y legalizar la droga. El ejemplo pernicioso se potencia, además, a través de las redes sociales y de una cobertura mediática que genera un circo de varias pistas que se usa para ofuscar la realidad y permite al gobierno proyectar una versión aumentada de la realidad que quiere mostrar.
Bernardo Gómez, clave.
El plan de la presidenta Sheinbaum se construyó en fases y a través del análisis de escenarios claro y contundentes. La información llegó al gobierno de Sheinbaum a través de los funcionarios públicos como Marcelo Ebrard que, desde hace meses, sabía que debían construir un muro de contención con aliados en sectores clave de la economía estadounidenses.
La información que ayudó a diseñar la estrategia también llegó a través de personajes como Bernardo Gómez, copresidente de Grupo Televisa y TelevisaUnivision, quien apenas el pasado 21 de enero visitó Palacio Nacional para reunirse con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Gómez, además fue el único mexicano invitado a los ocho eventos oficiales organizados por Trump debido a su cercana relación con el republicano desde su primer periodo en la Casa Blanca. Gómez, en los últimos años, ha jugado un papel clave en la comunicación entre los gobiernos de México y Estados Unidos; uno de los episodios más relevantes que subraya su influencia se remonta a 2019, cuando Gómez organizó un encuentro entre Jared Kushner, yerno de Donald Trump y enviado especial, y el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.