Opinión

Educar para reproducir la ignorancia

Profesor da clases online en un aula vacía
Salón de clases en una comunicad mexicana Salón de clases en una comunicad mexicana (Cuartoscuro)

La “sociedad del conocimiento” plantea serios desafíos para los gobiernos de las naciones contemporáneas. Quienes ven a México como una economía industrial se equivocan: en nuestro país priva un modelo de sociedad en donde el acceso, la producción y el uso del conocimiento son los factores clave para el desarrollo económico, social y cultural.

Este modelo sociedad existe en la mayor parte del mundo, por eso se dice que la sociedad del conocimiento es un orden globalizado. En este modelo social la materia prima para la producción de riqueza es el conocimiento, lo cual explicó nuestro amigo, Juan Carlos Tedesco en una obra muy importante, Educar en la sociedad del conocimiento. FCE, 2000.

En esta sociedad, el conocimiento es la principal fuerza productiva y la educación adquiere el estatus de “motor principal” del progreso y el desarrollo social. Por otra parte, la tecnología y la innovación adquieren un valor instrumental enorme ya que el intercambio y la gestión del conocimiento se realizan a través de plataformas, redes sociales y otras herramientas. Esto tiene implicaciones éticas y sociales polémicas que debe ser explicados a los futuros ciudadanos que podrán intervenir activamente en su deliberación.

Lo que es muy lamentable es que nuestros gobernantes populistas se han pronunciado --en numerosas ocasiones-- como enemigos de la modernidad. Esto es igualmente evidente en su política para educación básica --la Nueva Escuela Mexicana--, en donde se rechazan las asignaturas, se disminuye la ciencia, se impugna la cultura universal y se repudian los valores éticos universales.

Nuestros gobernantes ven a la escuela y a la educación del pasado como instrumentos del poder de las élites y repiten testarudamente la idea de que la escuela del pasado “era neoliberal y formaba élites intelectuales y empresariales”. En consecuencia, agregan, había que cambiarla. ¿Cómo cambiarla? Ellos decidieron cambiarla hacia un esquema de enseñanza aprendizaje que no tiene al conocimiento como su columna vertebral.

En el plan de estudios de la NEM se disminuye el papel del conocimiento escolar y se privilegia el papel del “saber popular” o “folclore” que se utiliza en la vida cotidiana que se usa en las comunidades. De esa manera se “devuelve” a la comunidad lo que desde su origen pertenece a la comunidad asegurando, por así decirlo, la “reproducción de la ignorancia”.

Es muy poco serio lo que ocurre en México. Mientras las naciones más avanzadas del mundo, y algunas en proceso de desarrollo (como Vietnam), se apresuran a combatir el analfabetismo digital y dotar a niños y adolescentes de herramientas básicas –como uso de instrumentos digitales como computadoras o celulares, programación, etc.—que tienen un valor crucial para consolidar una cultura tecnológica avanzada, México está obsesionado por difundir su “cultura popular”.

La escuela tradicional forma élites. Esto es innegable, pero si seguimos la lógica absurda de los populistas debemos destruir el sistema educativo, incluso a las universidades. Esto es un oscurantismo. De hecho, el populismo es una doctrina conservadora, que se opone al progreso entendido como progreso moderno y que niega al futuro.

Los populistas niegan la civilización y su única propuesta en materia educativa no apunta a afirmar sino a destruir los cimientos civilizados de nuestro país. En el caso de la Nueva Escuela Mexicana los populistas hacen un planteamiento doctrinario que busca acercar a las nuevas generaciones de niños, no al conocimiento sino a los “valores del pueblo” o al “saber popular” a partir del patrón cultural de las comunidades indígenas originarias.

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