Opinión

Febrero solo tiene 28 días

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Estados Unidos Donald Trump, tras firmar uno de sus decretos presidenciales en el Despacho Oval (JIM LO SCALZO / POOL/EFE)

En el culebrón de los aranceles el tiempo tiene un rol protagónico. Se dice que México obtuvo un mes de pausa, lo malo es que febrero solo tiene 28 días y hoy ya es día 6, de manera que dentro tres semanas estaremos otra vez convocando a toda la corte celestial para ganar otra pausa. En un tormento psicológico. Trump convertirá a México en un país de ansiosos en donde el producto más codiciado será el té de siete azahares. Un país que necesitará ayuda psicológica masiva.

Claro que en tres semanas pueden pasar muchas cosas. Trump tiene el don de hacerse diario nuevos enemigos, algunos mortales, por todos los rincones del planeta. No es sencillo prever qué batallas lo tendrán ocupado en tres semanas. Haber obtenido la pausa de un mes es uno de los logros políticos de la presidenta Sheinbaum más importantes de lo que va de su administración, lo digo por la posibilidad de que el gobierno mexicano se vuelva adicto al riesgo, a la adrenalina política para sacar réditos a cada pausa o a cada logro que se obtenga de la relación con Trump, o sea vivir al límite. Un señor que quiere convertir Gaza en una Riviera y que dejó instrucciones para borrar a Irán de la tierra, no puede cosechar nada bueno.

Para intentar entender lo que está pasando es necesario ubicarlo en el contexto de la construcción de un nuevo orden mundial. Muchas cosas serán distintas y habrá nuevos parámetros. La lista de invitados de honor a la toma de posesión de Trump, los megas ricos digitales que van por el control universal de la Inteligencia Artificial, arroja luz sobre lo que viene. Parte importante de ese nuevo orden mundial es que Estados Unidos tenga hegemonía total en el Hemisferio Occidental. El primer paso es que sus países vecinos, México y Canadá, estén sintonizados, tengan claro que no se mandan solos y en esas anda.

El pretexto del fentanilo es ideal porque facilita crear culpables, es sencillo decir que el apetito insaciable de drogas de los norteamericanos es culpa de otros a quienes hay que aplicar correctivos incluso militares, o anexarlos como ha dicho Trump que quiere hacer con Canadá, volverlo un estado más de la Unión Americana. Ya se asume que el estilo personal de negociar de Trump incluye amenazas de muerte para que su contraparte haga las concesiones que le importan.

Es muy posible que gracias a la presencia de la Guardia Nacional en la frontera y la destreza de los mandos del Gabinete Seguridad en realidad se limite la entrada de fentanilo proveniente de México a Estados Unidos, pero se puede hacer fentanilo del otro lado de la frontera sin mucho problema. La única opción para que las muertes por fentanilo bajen es que se achique el mercado, que los americanos ya no lo consuman tanto. Ellos son el mercado. Hay que insistir en una realidad: la Guerra Fría del Siglo XXI es entre China y Estados Unidos y los orientales van ganando. El envío sistemático de precursores del fentanilo es parte de ese conflicto. Para los chinos es relativamente fácil acceder a los puertos de la costa oeste de México porque las aduanas son, digamos, porosas. En el remoto caso de que esas aduanas cierren el paso a los precursores, los pueden meter por cualquier otro lado.

El amago de los aranceles permanecerá mientras funcione, esto es mientras los extorsionados respondan como Trump quiere. Es un juego perverso que puede durar cuatro años. Estos lances han dejado claro que el crimen organizado opera en contra de la soberanía nacional. Mientras más poderosos son los carteles, el Estado es más frágil. Si se quiere reforzar la soberanía hay que darle la vuelta a esa ecuación.

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