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Muchas cosas importantes, amigo mío, han ocurrido en estos días de enorme tensión internacional porque los vientos de la palabrería desatada desde Washignton, nos compelen a celebrar el triunfo sobre lo irreal; hemos empujado a las orillas del tiempo, ni siquiera tan lejanas o ciertas ellas, con una breve pausa de apenas cuatro semanas, la amenaza de imposición de tarifas comerciales a nuestras exportaciones, hechas muchas de ellas bajo el toldo del neoliberal Tratado de Libre Comercio y su transformación, como Temec, ahora ya casi puro cascarón en una fórmula de tres concurrentes, tan debilitada como el tripartismo del Infonavit, por mencionar una de las más recientes tragedias nacionales, en cuya gestación no intervino ninguna potencia extranjera, pero ese es asunto de posterior atención, por ahora digamos solamente, a cambio de nada (una amenaza es nada; una promesa arancelaria es nada; una pausa sobre la inexistente es nada sobre nada) México hizo cosas reales, tan reales y costosas como la movilización de diez mil elementos militares (no soldados, sino Guardias Nacionales, porque no es lo mismo atrás que en ancas) a la frontera del norte con lo cual Donald Trump nos demuestra cómo los mexicanos tropezamos dos veces con el mismo arancel o con su sola mención y actuamos en consonancia con los deseos intimidantes del vecino de arriba (en varios sentidos) con los mostrados una vez más nuestra abierta condición desnivelada y secundaria, la cual disfrazamos de habilidad diplomática ante la cual Maeternich viene siendo un ayudante de Fernández Noroña o cuanto más, palafrenero de la carroza de Juan Ramón de la Fuente, y ya una vez logrado el retiro verbal de los aranceles también verbales, nos empeñamos en convocar a la patria toda a una enorme movilización unificadora y nos decimos fuertes si nos sabemos juntos, lo cual es otra de las muchas patrañas de este país, y una vez más recurrimos al ejemplo de los siglos anteriores y recordamos cómo la división interna fomentó y propició las guerras e intervenciones extranjeras, pero también sacó del alma de la patria la enorme figura del indio Juárez y bla, bla, bla, pero ahora no hay nada real, sólo palabras y más palabras, como en el caso de nuestros hermanitos panameños a quienes Trump, les movió la muleta de una expropiación canalera (palabras) y le respondieron, soberanos y altivos; orgullosos y nacionalistas, con la oferta de paso gratuito de los buques con bandera de estrellas y barras por la vía interoceánica, con lo cual el presidente de Estados Unidos, respaldado por su poderío militar (no sería la primera invasión a Panamá, si recordamos), logra algo concreto a cambio de retirar una amenaza de saliva, así sea baba ponzoñosa, pero de regreso a México uno se pregunta cómo ha sido posible movilizar en los periodos trumpianos, y para beneficio del yanqui, casi 20 mil elementos armados, sin lograr con ello casi nada porque han seguido el tráfico de drogas (es peor, se ha agravado con el fentanilo) y la migración indocumentada a pesar del despliegue de una cantidad equivalente a la quinta parte de los soldados gringos en Vietnam en 1965, lo cual ya es decir algo, pero lo más grave: ni el TLC, ni el TEMEC, ni la mano divina han logrado mover un ápice el predominio económico y por consecuencia político entre ellos y nosotros, así --con gesto ufano-- queramos presumir cómo les embuchamos para su cumplimiento el control de las armas en la frontera, cosa sin importancia para ellos y último recurso de aparente capacidad negociadora de nosotros, ¿cómo convencerlos o presionarlos o en un caso imposible, obligarlos a controlar las armas, si su presupuesto de Defensa es de 800 mil 700 millones de dólares?, pues resulta ardua labor actuar como si ese dineral incalculable no fuera la base de una marea económica cuya corriente cruza toda la vida americana, y también como rotor de un mundo armado hasta los dientes y de cuya industria tanto se benefician con pequeños calibres o con grandes aparatos de guerra cuya sola mención asusta al más pintado, pero mejor volvamos a los lindos trinos de la unidad nacional, tan útil para evitarnos riesgos mayores, no para solucionar siquiera los menores y dirijamos los pasos hacia el Teatro de la República, lo cual suena como un chiste de Rodríguez Ajenjo en el privilegio de mandar, porque ¿cómo tomar en serio a una república cuya vida contemporánea se origina en un salón de dramas y comedias, para promulgar allí la permanentemente incumplida Constitución Nacional a falta de un adecuado recinto?, pero en fin somos así y nadie nos va a cambiar, absurdos, surrealistas; pero muy divertidos hasta el punto de llorar ante la vida y reír frente a la muerte, como tanto asombra a los extranjeros, así pues, nada puede lograrse en la discordia y por eso vale la pena escuchar estas disimuladas quejas del señor Kuri, gobernador de Querétaro, donde se ubica el mentado teatro, quien desde su condición de panista (no confundir con opositor), balancea sus palabras entre el lagoteo y la censura a los poderes excluyentes de Morena y la señora presidenta a quien Dios nos conserve sana y capaz durante todo el tiempo de su mandato y mucho, mucho más allá, para bien de todos, porque esto dijo Don Mauricio en la fiesta referida del aniversario de la Carta Magna de 1917, de cuyo texto apenas quedan briznas:
“…reunidos en este recinto donde fue expedida la Constitución, en esta ciudad donde triunfó la República, los Poderes públicos del Estado mexicano (menos el Poder Judicial, Don Mauri, no se haga) enfrentamos el imperativo de hacer realidad la letra de la ley…
“…Es momento de dejar atrás los vientos de confrontación que tanto nos debilitan. Estemos unidos para que se privilegie la inteligencia, el consenso y la concordia. La unidad demanda congruencia y coherencia. No podemos estar unidos hacia afuera, pero divididos hacia adentro. La unidad nacional reside en la riqueza de la pluralidad.
“No somos fuertes por pensar igual, sino por pensar diferente, por admitirnos diversos, por ser incluyentes, sin mezquindades, ni descalificaciones.
“Sí “el respeto al derecho ajeno es la paz”, el respeto a las ideas ajenas es la unidad. No nos equivoquemos, sin unidad no habrá soberanía. La República demanda hoy lo mejor de sus hijos. Es nuestra obligación respaldar a la Presidenta de la República para que con valentía y convicción conduzca por el mejor rumbo al país.
“Presidenta: Hacemos un reconocimiento a su serenidad (serena, Morena) y a su firmeza, a su sensatez y capacidad de diálogo para defender los intereses del país. Su ejemplo nos recuerda que nada ni nadie puede vencer a los mexicanos cuando se trata de defender la dignidad nacional”.
¿Por quién doblan las campanas del cerro?
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