![](https://lacronicadehoy-lacronicadehoy-prod.web.arc-cdn.net/resizer/v2/UN3HSFBO25EU7D4H2ZLMMOSQPY.jpg?auth=270f07ff64b2da80fe66b8e0a1d8408cfa703b715898173eb38580d2400a1dfa&width=800&height=533)
Todos los organismos que tienen entre sus objetivos monitorear el clima en la Tierra confirman un hecho que debería tenernos, por decir lo menos, perplejos: 2024 es el primer año en que se rebasa la proyección de incremento de 1.5 grados centígrados por arriba de la media registrada en la etapa previa a la llamada “era industrial”.
Se trata de un dato aterrador, porque confirma que el mundo está en riesgo de entrar en una etapa de inestabilidad climática, que podría llevarnos a un punto de no retorno, y con ello un cambio de la forma de vida que hemos conocido en el mundo en al menos los últimos 10 mil años. De acuerdo con las estimaciones más conservadores, existe poco más de 50% de probabilidades de que eso ocurra; es decir, una locura, pues no deberíamos estar frente a una realidad así, no cuando ha sido la intervención humana en los ecosistemas lo que ha provocado esta situación.
Pero en eso se debe tener mucha claridad, pues no ha sido “la humanidad”, así en abstracto, como se menciona en la mayoría de las notas periodísticas al respecto, sino que ha sido un grupo muy reducido de familias y grupos de poder, los que han tomado las decisiones de política, pero también en el ámbito social y económico, las que han conducido al planeta al estado crítico en que se encuentra y que, como se diría desde la Teología de la Liberación, ha colocado a la Tierra en una situación en que clama por compasión, ante los salvajes y violentos embates que padece todos los días.
De acuerdo con la organización WWF, en su informe 2020, entre 1970 y ese año, las poblaciones de mamíferos, anfibios, peces, aves y reptiles, registran, en promedio, una disminución de 68%; mientras que en otras estimaciones, de las cerca de 150 mil especies conocidas en el planeta, alrededor de 40 mil se encuentran en peligro de extinción; en México, de acuerdo con la CONABIO, hay más de 500 especies en peligro crítico de extinción y hay cientos que se consideran ya extintas en su medio natural.
Desde la firma del Protocolo de Kyoto se había tenido la expectativa, quizá demasiado optimista, en torno a que los grupos dominantes en los países de mayor poderío económico y militar, entrarían en razón y llegarían a nuevos consensos para acelerar el paso hacia la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero también para reducir las tasas de deforestación e incrementar las capacidades de conservación en todo el mundo, pero particularmente en las zonas y regiones más amenazadas.
En lugar de ello, el mundo se encuentra ahora en medio de una peligrosa realidad en la que Donald Trump y sus socios se han hecho del poder en los Estados Unidos de América, instalando una de las plutocracias más peligrosas de que se tiene registro en los últimos 150 años. En efecto, se trata de un grupo de ultra ricos, que además actúan como un grupo de ultra cínicos, pues enarbolan las peores banderas que, de manera lamentable, tienen eco y reflejos favorables en varios países de los más relevantes en nuestra región, pero también en otras regiones del mundo. El caso más patético en América Latina es, sin duda, el de Milei en Argentina.
La plutocracia que se ha consolidado en los EEUU, convive ahora con oclocracias a lo largo de América Latina; colocándonos en el peor de los escenarios, pues estamos en el peor de los extremos posibles. En efecto, si se piensa desde una perspectiva aristotélica, estaríamos ante la realización de las peores formas de degeneración del gobierno.
No es de extrañar, en ese sentido, que el gobierno plutocrático de Trump haya decidido abandonar la Organización Mundial de la Salud; que haya retirado a los EEUU del Acuerdo de París, y que esté avanzando aceleradamente, embate tras embate, en la emisión de Órdenes Ejecutivas que buscan dar marcha atrás a las conquistas en áreas clave de garantía de los derechos humanos de amplios grupos poblacionales, pero también de numerosas minorías.
El discurso que enarbola el gobierno de los EEUU resulta cada vez más xenófobo, racista y misógino; y busca denodadamente dar marcha atrás a los mecanismos de cooperación internacional y a la institucionalidad internacional que se ha construido en los últimos 70 años; y que, como en todo, si bien requiere de reformas estructurales, constituye uno de los mayores avances que se habían logrado construir para el diálogo y la discusión de los temas de interés planetario.
La inercia de la devastación que enfrentamos no es solo un saldo de la negligencia: es el resultado de un diseño deliberado de poder que ha edificado su riqueza sobre la explotación de los recursos, la fragmentación del tejido social y la degradación de cualquier horizonte de justicia. No estamos ante una crisis accidental, sino ante la consumación de una voluntad política que ha convertido la Tierra en una máquina de expoliación sin freno.
Para colmo, las decisiones de la administración Trump amenazan con una nueva etapa de conflictos bélicos de gran escala, por las decisiones que está tomando respecto de Ucrania y su loco plan de ocupar la Franja de Gaza.
Desde esa perspectiva, la otra tragedia sería que, la larga lista de calamidades apenas apuntadas aquí, se consolidaran y pervivieran con la complicidad de la rendición de quienes aún tenemos la responsabilidad de imaginar otro mundo posible.
Investigador del PUED-UNAM