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Edmundo O´Gorman (1906-1995) es uno de los fundadores del revisionismo histórico en México. En 1958, publicó La Invención de América que era una explicación alternativa a la idea de que el continente había sido descubierto en 1492. Esta interpretación proviene de la idea que la masa de tierra encontrada en su camino a las Indias era un Nuevo Mundo abierto a la expansión del hombre moderno, que generó, por lo menos, dos cosmovisiones: la ibérica y la anglosajona, el mestizaje, en el sur, y el mesianismo de occidente, en el norte.
Las expediciones al Nuevo Mundo eran financiadas por los Estados más poderosos del siglo XV y XVI, España y Portugal, y los exploradores y cartógrafos estaban a su servicio. Cristóbal Colón y Américo Vespucio son quienes “disputan” en las cortes por imponer su explicación de lo que era la gran masa de tierra al oeste de Europa y son los primeros en separarla del Viejo Mundo, con distintas perspectivas y todavía bajo la influencia del pensamiento medieval.
La Isla de la Tierra, Europa, Asia y África, en 15 años de viajes y exploraciones, tuvo al oeste de Europa una gigantesca barrera que la separaba del oriente de Asia y que había estado borrada de los mapas durante toda la historia de los habitantes del “Viejo Mundo”. Este hecho fue evidente con la publicación del mapamundi de Martin Waldseemüller en 1507, que citaba las cartas de Vespucio para demostrar que había una cuarta parte de tierra que había “aparecido” y que era correcto denominar América y que era una gigantesca isla separada de los tres continentes conocidos. La propuesta de un geógrafo rápidamente despertó las ambiciones políticas y económicas y las nuevas tierras fueron reclamadas como propiedad o dominio de las coronas europeas.
La extensión de la denominación de América se hizo con base en la visión de los poderosos y cada uno identificó a la parte que consideró bajo su dominio con la denominación de su predilección. El mesianismo anglosajón se apropio del nombre de América para referirse a su proyecto y se concibió como los difusores de las ideas de occidente en el Nuevo Mundo. La expresión más dolorosa para los mexicanos fue la doctrina del destino manifiesto, que justificó el expansionismo norteamericano del siglo XIX y las guerras contra México y España, cuyo resultado fue la anexión de Texas, la expansión de su territorio al Pacífico (adquisición de más de la mitad de nuestro territorio) y la hegemonía sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Las campañas de Trump son un reflejo de este ánimo expansionista y mesiánico en el que el resto del continente no es América, sólo la parte norte, incluso excluye a Canadá y para manifestar su hegemonía renombra al Golfo de México y se lo apropia para su imaginaria popular, sin mayor consecuencia aparente para nosotros. Como el cartógrafo del siglo XVI, Google modifica sus mapamundis en el espacio de la virtualidad de los que se autodenominan americanos y empiezan a crear una reinterpretación del espacio geográfico con base en su hegemonía en la región y en el mundo.
El gobierno de México ha expresado una profunda indignación e incluso demandar civilmente ante las instancias internacionales a Trump, a quien por cierto no las respeta, y ha recurrido a nuestra grandeza novohispana (mapas del siglo XVII) para demostrar la pertinencia del nombre de Golfo de México a la masa de agua al oriente de nuestro país delimitada por las penínsulas de Yucatán y Florida y la Isla de Cuba. Además, amenazó con denominar a los territorios perdidos en el siglo XIX la América mexicana.
El conflicto de las denominaciones, Golfo de México o Golfo de América, es un reflejo de la política de confrontación que promueve Trump y como la doctrina del destino manifiesto pretende un nuevo expansionismo, pero culturalmente tiene poco efecto. Desde 1776 los norteamericanos se autodenominan americanos y nosotros los reconocemos como estadounidenses, en el lenguaje oficial y cortés, y en el popular son los gringos. Ni siquiera tienen un gentilicio propio aceptado por sus vecinos y socios principales. Nosotros si somos los mexicanos con una identidad. Ellos son la melting pot del mundo con resabios de apartheid.
Si bien la denominación de los países y las regiones geográficas son determinadas por organismos internacionales, en realidad estas se imponen por las tradiciones y las fuerza política e ideológica de un Estado. ¿Quién recuerda a Prusia, Yugoslavia o a la Unión Soviética?, ¿Quién denomina Nueva Galicia a Jalisco o Nueva Santander a Tamaulipas? La añoranza de la grandeza perdida o los delirios de grandeza no son suficientes. La masa de agua al oriente de nuestro país será Golfo de México mientras se renueve nuestro sentimiento nacional en el plebiscito de todos los días a que se refería Ernest Renán. La política coyuntural pasa a un segundo plano y el imaginario popular es quien manda en estos temas.
Profesor de la Universidad de las Américas Puebla
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