Opinión

Paredón al peje, según Taibo

Paredón El 19 de junio de 1867, el Archiduque Maximiliano de Habsburgo, fue fusilado en el Cerro de las Campanas, Querétaro, al lado de los Generales conservadores Miguel Miramón y Tomás Mejía.

Cuando ese epígono intelectual de la Cuarta Transformación (PIT-II) escribe se suelta de la pluma en inagotables papasales. Basta mirar su farragoso libro sobre Francisco Villa para comprobarlo: cientos y cientos de páginas.

Pero cuando se suelta de la lengua, se le desdobla lo doblado.

Ahora le ha regresado al magín una vieja idea: fusilar a los traidores a la patria lo cual demuestra su herencia guevarista, quizá por inspiración en los métodos de Fidel y el Che, sacralizados en su enorme libro sobre el vencedor en Santa Clara. Victorioso hasta llegar a Bolivia, donde no se la dieron doblada ni lo doblaron de manos, nomás lo mataron y se las cortaron. Lo volvieron adorno de camiseta.

Pero sin llegar a los extremos de “La cabaña”, donde Guevara repetía “La fiesta de las balas” de Martín Luis Guzmán, Taibo (¿se acuerdan del Circo Ataibo de Margarita Michelena?), este notable intelectual, gran constructor ideológico de “La revolución de las conciencias”, exhibe su ligereza por un lado y su ignorancia por el otro. Explico.

En un anuncio promocional de televisión (pública) con Sabina Berman para su programa “Largo aliento” (una versión 4-T de Marguerite Yourcenar), ha dicho lo siguiente:

“… ¿Sabes qué?, el que hoy (en México) se declare trumpista asume las consecuencias de traición a la Patria, así de feo...

“…Y yo volvería a decir: todavía hay tierra en el Cerro de las Campanas, donde fue fusilado Maximiliano.

“Porque la traición a la Patria, no me lo acabo de inventar, la traición a la Patria está penada con pena de muerte, y así fueron fusilados Miramón, Mejía y Maximiliano”.

Evidentemente Taibo juega mal con la historia, lo cual no es tan grave, es algo natural en su corriente política. Lo inaceptable es la ufana exhibición de ignorancia.

En México, país bajo cuya sombra y naturalización se refugió gracias a una maniobra truculenta de su protector, el expresidente (perdón, presidente para seguir con la moda dispuesta desde Palacio), la pena de muerte no existe ni en la Constitución (su despojo actual), ni en el Código Penal Federal. Simplemente en México no hay pena de muerte.

Estaba vigente como pena máxima –y no solo por la traición patria, sino por el parricidio y el asalto caminero-- hasta el gobierno de Vicente Fox quien la suprimió de la Constitución (2005) por considerarla violatoria de los Derechos Humanos y poco útil como remedio para algo. De todos modos no se aplicaba. La última vez fue en 1937.

Quedó así:

“Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser proporcional al delito que sancione y al bien jurídico afectado.”

Además la teoría de los penalistas modernos, de sustituir la prisión solamente punitiva, por la readaptación social, impide por definición reinsertar a un muerto. Por eso ya no se fusila a nadie, al menos no mediante procedimientos judiciales.

Así cuando policías o militares asesinan a alguien, se le llama ejecución extrajudicial, porque con asiento jurídico no se puede matar a nadie, excepto en caso de propia defensa.

Taibo lo debería saber, pero se muestra provocativo en la “boutade” del desconocimiento, sobre todo cuando habla con alguien incapaz de corregirlo, ya por ignorancia, ya por disciplina de partido.

Pero todo esto tiene un rincón ridículo, porque la única persona con responsabilidades de Estado, capaz de fraternizar con Trump cuyo solo nombre convierte a muchos mexicanos en potenciales cadetes del 13 de septiembre, ha sido el expresidente López (perdón, presidente).

Quizá Taibo tampoco haya leído estas declaraciones de su empleador, patrocinador, discípulo y más. Las hizo en Washington (2020), la capital de imperio del mal, sentado frente al villano de hoy (y también de ayer, diría yo):

“…lo que más aprecio, es que usted (señor presidente Trump) nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía (ni el chantaje de los aranceles).

“En vez de la Doctrina Monroe, usted ha seguido, en nuestro caso, el sabio consejo del ilustre y prudente George Washington, quien advertía que “las naciones no deben aprovecharse del infortunio de otros pueblos” (auto confesión de infortunio).

“Usted no ha pretendido tratarnos como colonia, sino que, por el contrario, ha honrado nuestra condición de nación independiente.

“Por eso estoy aquí, para expresar al pueblo de Estados Unidos que su presidente se ha comportado hacia nosotros con gentileza y respeto. Nos ha tratado como lo que somos: un país y un pueblo digno, libre, democrático y soberano”.

Pues ahora el hombre reconocido por el creador de la Revolución de las conciencias y el Humanismo Mexicano, como enorme patriota, podría ser enviado al Cerro de las Campanas como en el lejano 1867 le ocurrió a Maximiliano. Nadie ha sido tan untuoso y lambiscón con el actual enemigo de la patria como López.

Ya si después se dieron cuenta de la barrabasada (por segunda vez) de Taibo y bajaron el “clip”, es otro asunto. Las palabras exponen las ideas, se borren o no. Sobre todo porque ahora todo deja huella, evidencia y registro.

Lo único reconfortante es la estatura intelectual de la 4-T y sus corifeos, sicofantes y propagandistas.

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