
Al analizar la llegada, por segunda vez, de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos no se puede realizar sin considerar los cambios en la coyuntura mundial y al interior de los propios los propios Estados Unidos. Las condiciones de las elecciones en 2015 no son las mismas que las de 2024.
El triunfo electoral de Trump en 2015 formo parte de una ola de triunfos de gobiernos catalogados como populistas, de derecha y de izquierda, entre los años 2000 y 2019. Su triunfo electoral forma parte de una ola antisistema de partidos populistas de signos ideológicos contrapuestos.
El denominado común que tuvieron esos partidos fueron el antiglobalismo y el nacionalismo, que encontraron una tierra fértil en el prolongado deterioro de las condiciones de vida de amplios sectores de la población.
Aunque es claro, por ejemplo, que el nacionalismo polaco, húngaro, brasileño o mexicano están muy lejos de tener un impacto en las relaciones geopolíticas y geoeconómicas que el nacionalismo estadounidense.
Es indudable que el proceso globalizador favoreció a las grandes empresas trasnacionales, pero no necesariamente a los trabajadores de sus países de origen. En los Estados Unidos el deterioro de los niveles de vida silenciosamente se fue agudizando y nutriendo la irritación social contra el sistema.
En el ínterin, China pasó de ser una economía no competitiva y con atraso tecnológica, a la segunda potencia económica. El mayor salto fue en el campo de las nuevas tecnologías, pues pasó de ser un maquilador a un creador. Aunado a lo anterior las políticas de inversión de las trasnacionales occidentales que se han regido a la ley económica de que “el capital se va donde la tasa de ganancia es mayor” (Carlos Marx dixit) han sido factores que han contribuido a la desigualdad en los países desarrollados.
Este fue el contexto en el que Trump desarrollo su campaña electoral en 2016. Su discurso se caracterizó por ser directo y crudo que encontró oídos receptivos en un electorado descontento con el gobierno de Barack Obama. Además, ese electorado vio en la candidata demócrata Hillary Clinton una representante del sistema con el que estaba descontento.
La inmigración y la economía fueron temas importantes en la campaña, pero sobre todo el señalamiento de la deslocalización de la industria que había afectado el empleo y el ingreso de los estadounidenses, lo que fue explotado para incrementar el descontento contra la élite política demócrata.
Una constante geopolítica durante las elecciones de 2015, 2020 y 2024 ha sido la presencia de China como una competencia creciente desde la amplia oferta de productos, una calidad e innovación tecnológica sin freno. Trump desde su primera presidencia tomo medidas para contener la creciente importancia del país asiático como competidor económico y como polo de poder mundial.
En 2024, China continuó siendo un actor clave, aunque enfrentó desafíos en su sector inmobiliario y tensiones comerciales con Estados Unidos. Durante el primer mandato de Trump se dieron tensiones bélicas, a las que podemos catalogar de menores, porque, en algunos casos su incidencia no paso de ser regional. El contexto en 2024 fue diferente porque la Guerra entre Rusia y Ucrania y la violencia genocida desatada por Israel en Gaza, como respuesta al ataque terrorista de Hamas, son conflictos que han tenido repercusión mundial.
La coyuntura de 2024 cambió, las finanzas públicas tienen un fuerte déficit, en 2024, equivalente al 7% del Producto interno Bruto. Los compromisos financieros son internos y externos. Además, el descontento con el gobierno de Joe Biden y Kamala Harris era generalizado. Según encuestas, el 74% de los votantes creían que el país iba en la dirección equivocada, a pesar de indicadores macroeconómicos favorables. Trump aprovechó el descontento con un discurso sombrío sobre la situación del país y lo colmó de promesas de cambio.
Por otro lado, le fue fácil encontrar enemigos externos para explicar el deterioro de la economía y de la precarización de sectores amplios de la sociedad: la inmigración y los narcotraficantes, en este tema México quedó como el blanco perfecto. Agregó a la Unión Europea y a la OTAN como enemigas, porque los Estados Unidos las a subsidiado.
En el ámbito económico y social existe una realidad indubitable: Los Estados Unidos tiene déficits fiscal y comercial, y una deuda externa relevantes, que aunado a la relocalización industrial en el extranjero a lo largo de décadas y el desempleo ha llevado a la precarización de amplios sectores sociales.
Trump está buscando atender esa realidad, lo cual no significa que lo haga de la mejor forma. De su discurso político hay que esforzarse por desentrañar el fondo, la intención verdadera; para lo cual es necesario realizar un ejercicio de rastrillaje de las falsedades y las bravuconadas.
El objetivo global estratégico de Trump es colocar a los Estados Unidos como potencia hegemónica y si no aplastar, si disminuir los focos de multipolaridad geopolítica sea China, Rusia o los Brics en su conjunto. Para alcanzar ese objetivo tiene que atender sus problemas de rezago tecnológico, económicos y sociales domésticos y, como buen empresario especulador, beneficiarse de negocios hechos a la sombra del poder. Bajo esa óptica es que debemos analizar su discurso y sus acciones.
La amenaza generalizada de imposición de aranceles es eso: una amenaza; no es una decisión, pues mientras no pueda sustituir las importaciones con productos autóctonos las consecuencias económicas serían negativas. Por eso sólo se impusieron al acero y al aluminio en los casos de Canadá y México. Con China la relación es diferente, pues es el gran competidor.
Amenaza para negociar, con Canadá su riqueza mineral; a México para contener su crisis de salud pública de las adicciones, porque le es más barato que México cargue con el costo de combatir la producción, que el costo de atender a los adictos, que en 2022 se calculó en 49 millones de personas y; con la contención de la migración a los Estados Unidos.
Para reducir el déficit fiscal está buscando reducir los gastos del gobierno federal, con despidos y supresión de programas con sentido social. En el caso de los apoyos al exterior está en proceso de desaparición de la USAID o disminuir el financiamiento para la OTAN. En esa lógica se dan las negociaciones con Putin para terminar la guerra con Ucrania, porque la ayuda a este último país es un barril sin fondo. De enero de 2022 a agosto de 2024 se le entregaron 60 mil millones de dólares.
El acuerdo del fin de la guerra pinta para ser un pacto neocolonial entre potencias. Estados Unidos podría aceptar la anexión a Rusia de la zona ocupada y se compromete a que Ucrania no ingrese a la OTAN y Rusia a no intervenir en la extracción de la riqueza mineral de Ucrania por parte de los Estados Unidos. En Gaza quiere terminar con el conflicto, pero favoreciendo a su Aliado Israel.
A diferencia de otros gobiernos estadounidenses Trump no desea gastar en guerras convencionales, porque afectarían la estabilidad económica, seguramente invertirá en investigación bélica de alta tecnología, espacio en el que los avances son significativos. De cierta manera Ucrania está jugando el papel de campo de prueba de nuevas armas con innovaciones tecnológicas.
¿Y México, qué papel juega en este tablero? Cuando nuestro país tiene una frontera transcontinental con la OTAN, pues tiene frontera territorial con los Estados Unidos, que aporta el 70% del presupuesto, con quien es socio comercial, junto con Canadá, que es el sexto mayor aportante.
Las acciones de la OTAN pueden tener repercusiones en las relaciones de México con Estados Unidos y Canadá. Parece que, desde el Gobierno no están viendo la complejidad de la recomposición de las relaciones geopolíticas y las estrategias globales de las potencias para fortalecer o recuperar su hegemonía. ¡El imperialismo existe!
*Profesor UAM-I,
@jsc_santiago
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