Opinión

Chivos en cristalería europea

El vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance

El desencuentro entre el gobierno de Estados Unidos y los de las naciones democráticas de Europa es, de entre todos los desajustes que está creando la presidencia de Donald Trump, muy probablemente el asunto más espinoso y de más trascendencia mundial a futuro. Puede también terminar siendo muy significativo para México.

Las relaciones entre Europa Occidental y Estados Unidos nunca han sido fáciles. Hay una competencia histórica entre ellos (de hecho, se puede decir que la Unión Europea es una respuesta a las pretensiones hegemónicas de EU: las naciones unidas de Europa pueden competir en conjunto, lo que no puede hacer ningún país europeo en solitario). Pero en las últimas ocho décadas han sido sostenidas por una alianza política y militar que hasta estos días parecía ser capaz de soportar cualquier tormenta. Ya no.

La semana pasada se llevó a cabo la Conferencia de Seguridad en Munich, donde los aliados repasan estrategias. Normalmente, este tipo de reuniones de alto nivel sirven para llegar a acuerdos y limar asperezas menores, pero ahora llegó J.D. Vance, el vicepresidente de EU, como chivo en cristalería, a reclamarle a los europeos su intolerancia ante los intolerantes (es decir, su antifascismo), para darles a entender que el trumpismo ve un “enemigo interno” en los valores modernos que manejan las democracias europeas y, de paso, para hacer una poco escondida campaña a favor de los neonazis de Alternativa para Alemania, en vistas de las muy próximas elecciones federales en ese país.

Si eso fuera poco, el secretario de defensa de los EU, Pete Hegseth, dejó dos mensajes en su visita a Polonia: que Europa no podía contar con la presencia estadunidense para siempre y que restaurar las fronteras de Ucrania a lo que eran antes de la intervención rusa no era un objetivo realista. De hecho, pidió que los países europeos aumenten su gasto bélico, porque EU va a disminuirlo en lo referente a la defensa de la región.

Queda claro que si, en materia económica, para las naciones del T-MEC, Estados Unidos se volvió un socio poco confiable, para las democracias europeas, en materia de defensa, EU se volvió un aliado todavía menos confiable.

El problema central es que la construcción de la Unión Europea ha sido, por razones históricas, funcional a la hegemonía de Estados Unidos. Si el Mercomún nació para competir económicamente, la UE lo hizo para consolidar una alianza con el ganador de la Guerra Fría. Es una unión de estados soberanos, pero que no tiene soberanía propia, no tiene ejército unificado y tampoco una política exterior única. Es grande en lo económico, pero no en lo geopolítico.

Eso significa que el desafío que le imponen los toros en cristalería a Europa no es menor. ¿Cómo convertir el galimatías de la Unión Europea en un sujeto político viable? ¿Cómo hacer una federación? ¿Cómo generar una estrategia única o común en materia de geopolítica cuando el principal aliado externo reniega de sus valores y amenaza seriamente con dejarlos chiflando en la loma?

Uno podría concluir, como hizo recientemente Thomas Piketty en un artículo en Le Monde, que Europa, ante este desafío, en vez de gastar más en defensa, debe ejercer su influencia sobre el derecho y la justicia, con un modelo de socialismo democrático y ecológico. Pero pecaría de ingenuo. Con trabajos, y si bien le va, podrá controlar su propia ola de populismo ultraderechista (con los tontos útiles del populismo de izquierda). Lo que no puede hacer es plegarse a los designios del nuevo orden internacional dictado por los autoritarios del otro lado del Atlántico y del otro lado de los Urales.

Además, hay un ataque económico en curso contra la soberanía europea y de otras naciones. Expliquemos. El orden económico mundial de las últimas ocho décadas descansa en el déficit fiscal y comercial de Estados Unidos, que le permite vivir por encima de sus medios e invertir masivamente en el resto del mundo. Este déficit es financiado, principalmente, por la emisión de deuda de parte del Tesoro estadunidense. Estamos hablando de cantidades estratosféricas, porque el déficit fiscal de EU es de 6.3% del PIB y su deuda externa, de 120.7%. El resto del planeta dedica cada año casi el 2% del PIB mundial a comprar deuda de Estados Unidos.

A Estados Unidos le conviene encontrar quien lo financie por varios billones de dólares, devaluar el dólar para mejorar su balanza comercial y mantener bajas las tasas de interés propias para no crear una recesión interna. Se puede ver que hay una contradicción de base: no es racional comprar deuda que paga poco en una moneda a la que le conviene devaluarse.

La clave es obligar a la compra masiva de deuda del Tesoro de EU. ¿Cómo? Si no compras lo suficiente, te pongo aranceles. Si no compras lo suficiente, te quito la protección militar ante tus enemigos. Una suerte de cobro de piso.

¿Y si, aun así, no fuera suficiente? Donald Trump firmó una orden ejecutiva el 25 de enero, “para promover y proteger la soberanía del dólar… incluso con la promoción de stablecoin legales y legítimas”. Las stablecoin es dinero virtual: un medio de pago digital al que corresponden depósitos similares en dólares de parte de los privados que las manejan vía App. Estos mismos depósitos son invertidos mayoritariamente en bonos del Tesoro. En la medida en la que este tipo de bitcoin gane terreno, se asegurarán tanto el predominio del dólar americano como divisa mundial como el financiamiento de los desequilibrios de la economía de EU… todo a costas de cualquier otra moneda nacional. Es posible que en unos años asistamos a una guerra de stablecoins de diversos países. (Y, ante este panorama, podemos ver que, a la hora de jugar con dinero inventado para obtener ganancias reales, Milei es un bebé de pecho).

Lo inmediato son las elecciones alemanas. Habrá que estar atentos.

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaez

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