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El obispo emérito de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel, es adicto a las controversias. Se siente cómodo en situaciones que a otros prelados les producirían vértigo. Es alguien que suele tener charlas con los jefes de las bandas criminales que operan en el territorio de la que fue su Diócesis. Hasta negociador de paz entre bandas rivales ha sido. Mientras las autoridades de los tres niveles de gobierno hacen como que no pueden ubicar a los mandos de la mafia, él los encuentra sin mayor problema, qué raro. Y además lo reconoce sin empacho.
Cada reunión es un golpe bajo a las autoridades a las que solo les queda sonrojarse por su ineficiencia o franca complicidad. Pues bien, el obispo emérito declaró que en Guerrero se produce fentanilo, algo que va en sentido contrario de la tesis oficial. No solo eso, Rangel quiere que se sepa que en la entidad se produce otro opioide letal llamado China White. ¿Cuándo se conocerá la versión oficial de esta denuncia? También adelantó que la planta de coca, que es oriunda de Perú, Colombia y Bolivia ya se está cultivando en Guerrero. No es que esto sea un secreto, es que ninguna figura pública de alto nivel lo había dicho con todas sus letras.
Rangel dice comprender la furia de Trump contra los introductores de fentanilo porque ocasionan miles y miles de muertes en Estados Unidos. Es tan letal que según el obispo al menos los jefes de dos bandas criminales le han dicho que no piensan producirla. Al obispo Rangel le consta que Félix Salgado, padre de la gobernadora Evelyn, está bien metido con los señores del crimen organizado que promueven en el estado el voto a favor de Morena. El obispo fue entrevistado el pasado fin de semana al término de la misa dominical en la catedral de Chilapa. No digo que lo dicho por el obispo sea la verdad y nada más que la verdad, pero es un personaje público que corre riegos al hacer sus denuncias, por lo que vale la pena seguirle la pista.
El mensaje siniestro que sirve como telón de fondo es que el empoderamiento de las bandas criminales atenta contra la soberanía nacional. Puede considerarse, sin más, traición a la patria. No me refiero solo al gobierno pasado, sino a los gobiernos emanados de otros partidos de los últimos lustros que a cambio de, digamos, gratificaciones, convirtieron pandillas en organizaciones criminales multinacionales con capacidad de desafiar al Estado mexicano.
La actividad de esos grupos tiene al Comando Norte del Pentágono apuntándole a nuestro país y ultimando detalles para operaciones militares en territorio mexicano, con drones artillados y elementos de las Fuerzas Especiales. El actual gobierno, el del Segundo Piso de la 4T, trata de ponerle un hasta aquí a esa situación. Su logro más relevante hasta el momento ha sido desmontar la maquinaria del Cartel de Sinaloa, lo que es una hazaña, sobre todo si se toma en cuenta que en el sexenio pasado el presidente hizo, sin venir al caso, media docena de visitas a Badiraguato. Lo dejamos pasar como si nada. De no creerse.
Mientras las fuerzas federales se concentran en Sinaloa, en otras plazas, como Guerrero, la actividad criminal prospera incluso en el ramo de la innovación creando nuevas drogas según lo denuncia el obispo Rangel. Es momento de que las autoridades hagan su chamba y le tomen una declaración formal al obispo emérito y que se sigan las pistas que se desprendan de sus dichos. Ser omisos en estas denuncias tiene al país caminando al borde del abismo.